La donación de gametas tiene ya una larga historia en el país y en el resto del mundo. El primer caso reportado de donación de células sexuales se conoció en Francia en 1884, y se trató de una inseminación artificial a una mujer con esperma de donante.
En 1984 nació el primer bebé concebido con óvulos donados. Vale decir que desde la primera práctica con donación de semen pasaron 100 años hasta llegar a este punto impensado de donación de la célula germinal materna.
Una de las cuestiones más polémicas en relación al tema de la donación de células germinales es el manejo de la cuestión de la transmisión de la verdad genética al niño.
La concepción con donación de óvulos y/o esperma es una práctica muy extendida en casi todos los países del mundo y con perspectivas de ir en aumento
Muchos países como Suecia, Noruega, Holanda, Gran Bretaña, Suiza, Nueva Zelanda y Australia optaron por la modalidad abierta, es decir, otorgar la posibilidad de acceder a la identidad del donante a aquello hijos concebidos por donación de gametas al llegar a los 18 años.
Los estudios realizados en relación a los efectos que puede causar a nivel de la relación padre-hijos la falta de ligazón genética se reportaron positivamente. Dicho en otras palabras, la falta de ligazón genética con uno o ambos padres no impide el normal desarrollo de la relación entre padres e hijos.
A fines de la década de 1990 y principios del nuevo milenio, los estudios realizados por la European Study of Assisted Reproduction Families de los cuales participaron 111 familias provenientes de España, Italia, Holanda y Gran Bretaña, mostraron que menos del 10% de los padres habían revelado la verdad genética a sus hijos antes de la adolescencia. Cuando estos padres fueron interrogados acerca de por qué mantener esta cuestión en secreto, refirieron temor al rechazo por parte del hijo o a provocar algún tipo de shock o confusión en el niño.
Carlos Massolo es asesor legal de Grupo Procrearte y se metió en el debate sobre los derechos de los nacidos por reproducción asistida en caso de que haya mediado donación de gametos anónima. El abogado redobló la apuesta y se preguntó si se podría obligar a este donante a conocer a su heredero genético.
"Lo que dice la ley argentina después del nuevo Código Civil y Comercial con vigencia desde 2015 es que existe el derecho de los nacidos mediando donación de gametos a conocer los datos genéticos de su donante (enfermedades, grupo sanguineo, etc.)", aseguró el letrado, y aclaró que "sin embargo, para conocer la identidad del donante, se requiere autorización judicial por razones debidamente fundadas".
En la Argentina existe el derecho de los nacidos mediando donación de gametos a conocer los datos genéticos de su donante
Consideró que "como el derecho a la identidad es esencial para la persona, un juez debería autorizar a cualquier persona a conocer su origen, o en su caso, a quien donó gametos para que él naciera".
Por último, fue más allá del debate inicial y planteó: "Un tema no contemplado en la ley es qué pasa si el juez autoriza a conocer la identidad pero la persona que es donante se opone".
¿Se podría obligar al donante a conocer a su heredero genético? "Ese tema no está contemplado y es una tarea que deberán resolver los jueces", afirmó.
El derecho del niño a la identidad en la mesa familiar
"La información procedente de estudios serios sobre el efecto de la donación gametaria contribuyó a que en años más recientes la proporción de padres que entienden a la transmisión de la verdad genética como un derecho que asiste al niño, se elevó considerablemente -comenzó a analizar la licenciada en Psicología Patricia Martinez (MN 24.411)-. Otra cuestión que contribuyó en este sentido es el anonimato de la donación. En países en los que la donación de gametas es anónima, se incrementó el porcentaje de padres que optan por revelar la verdad genética a sus hijos".
"La edad en la cual el niño recibe información sobre la ausencia del lazo genético es muy importante, destacándose que cuando esto es recibido tempranamente el impacto emocional se reduce considerablemente, al punto de no gravitar sobre la relación padre-hijo", amplió la especialista de Halitus Instituto Médico.
Las estadísticas señalan que en familias que no revelaron la verdad genética al niño, el nivel de distress en la madre se transmite generando desajuste emocional en el hijo
Y tras asegurar que "desde el punto de vista de las relaciones familiares entre padre e hijos, la construcción de la confianza y el respeto mutuo son los pilares para forjar una relación amorosa y saludable que permitan una buena crianza", la experta destacó que "una persona sana y con capacidad para establecer vínculos confiables es alguien seguro de sí mismo y esa seguridad se construye en el seno de una familia armónica y funcional conociendo su identidad".
En ese sentido, "preparar a los padres receptores de gametas para atravesar este proceso de transmisión de la información sobre la genética al niño, forma parte del abordaje profesional e interdisciplinario en reproducción asistida".
El médico especialista en reproducción Sergio Pasqualini, director científico de Halitus Instituto Médico, opinó que "en general se tiende a pensar que el ocultamiento protege al niño del conflicto con los padres, del señalamiento por parte de sus pares, o de algún tipo de desorden o desajuste psicológico, etc. Nada más alejado de la realidad. Los desórdenes o conflictos pueden devenir, justamente, del ocultamiento".
Las estadísticas señalan que en familias que no revelaron la verdad genética al niño, el nivel de distress en la madre se transmite generando desajuste emocional en el hijo. Las familias no reveladoras transitan la vida temiendo que "el niño se entere" lo cual crea tensión y ansiedad en el vínculo.
Una de las preguntas más frecuentes de los padres con intención de revelar la verdad genética es: ¿Cuándo hacerlo? Y luego: ¿cómo se transmite esta información?
"En cuanto a la primera cuestión, la respuesta surge de la observación de los niños. Se les cuenta alrededor de los cuatro o cinco. Todos los niños en etapa preescolar, manifiestan interés por conocer acerca del origen. Muchos preguntan directamente cómo nacen los bebés. Otros simplemente hacen referencia al tema con preguntas acerca de si va a tener un hermanito o le preguntan a la madre si tiene un bebé en la panza, etc.", refirió Martinez.
En cualquier caso, el interés epistemofílico del niño recorre esas cuestiones en ese momento puntual de la vida. De modo que el niño en edad preescolar está en condiciones y pide recibir información acerca de cómo vino al mundo. La información que se le dé debe ser veraz y adecuada a la capacidad de entendimiento de un niño de esa edad.
Todos los niños en etapa preescolar, manifiestan interés por conocer acerca del origen
"El niño recibirá la información que le ofrezcamos sin hacer objeciones. Pregunta porque quiere saber. Tan simple y real como eso. A menudo los padres temen que al escuchar esta historia el niño pueda sentirse diferente o les reclame que entonces por lo dicho ellos no serían sus verdaderos padres… ¡Pero a no desesperar! Nada de eso sucede -ahondó la especialista-. Los niños preguntan sin saber previo, sin preconceptos. Preguntan sencillamente porque les surge el interés y el genuino deseo de saber. No preguntan 'cómo nacen todos los seres humanos' preguntan por 'su' origen en particular, y sobre eso debemos darle información".
El consejo en este punto es ser claros, transmitir un relato sencillo, con analogías como si fuera un cuento. Siempre es recomendable que el relato incluya mucho de las circunstancias y poco detalle del proceso en sí mismo.
Transmitir la verdad genética no es una charla formal que se tiene con los hijos una única vez en la vida. Es un proceso que comienza a los cuatro o cinco años, con este primer relato acerca de cómo fueron las circunstancias de su nacimiento y que se irá retomando en otros momentos en los cuales el menor vuelva a plantear este tema. Claramente cada vez que se vuelva sobre la cuestión será conveniente hacer una progresión temática, es decir sumar datos y aclarar más dudas que irán surgiendo conforme pase el tiempo.
"Conocer la historia de cómo venimos al mundo, las circunstancias de nuestros padres y las propias, son verdades fundamentales a la hora de construir nuestra identidad. El proceso de construcción de la personalidad definitiva dura toda la vida pero alrededor de los veinte años va consolidándose. Así es sumamente importante que entrado el niño en la adolescencia pueda conocer las circunstancias bajo las cuales llegó al mundo para poder afirmar su personalidad con la integración de esta historia", finalizó la psicóloga.
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