En el año 2017, el Global Gender Gap Report del Foro Económico Mundial aseguraba que la situación económica de las mujeres se había deteriorado en comparación con sus pares masculinos. Las campañas internacionales de concientización sobre la paridad de género y el derecho de las mujeres de recibir la misma remuneración por igual trabajo que los hombres no habían alcanzado su objetivo.
Por lo tanto, según las predicciones del informe del Foro, la brecha económica entre los sexos se cerraría recién en el 2234. Un vaticinio sin dudas desesperanzador.
Y ahora, el estudio "Healthy, Wealthy & Work-Wise: los nuevos imperativos para la seguridad financiera" realizado por Mercer, consultora global en recursos humanos, confirmó además que, producto de la disparidad económica, las mujeres tienen menos poder ahorrativo que los hombres.
En comparación con los hombres, las mujeres están planificando menos, tienen menos capacidad de ahorro, contribuyen menos a planes de inversión y tienen menos confianza en que se jubilarán bien. En consecuencia, las mujeres están más estresadas por su seguridad financiera actual y futura.
"El estado laboral y las disparidades en los ingresos afectan la capacidad de las mujeres para planificar y ahorrar. Los ciclos de trabajo de las mujeres son diferentes a los de los hombres, lo que genera disparidades en la cantidad de dinero que se gana. La seguridad financiera de las mujeres en el trabajo se ve afectada por las diferentes experiencias y actitudes", aseguró Ana María Weisz, directora de Wealth de Mercer en Argentina.
El estudio se realizó en 12 países y 7 regiones, y contó con la participación de 7.000 adultos mayores de 18 años y 600 líderes en toma de decisiones, tanto del sector público como privado.
Los datos son sin dudas desalentadores. Las mujeres continúan ganando menos en las mismas ocupaciones, trabajan en empleos con menor remuneración, tienen más lagunas laborales, hacen más trabajos de jornada parcial y pasan más años fuera de la fuerza laboral cuidando a los demás, lo que afecta negativamente sus ingresos de por vida. Dado que las mujeres ganan menos que los hombres en promedio, los beneficios de jubilación vinculados a los ingresos se traducen en pensiones más bajas, en promedio, para las mujeres.
En diálogo con Infobae, Weisz aclaró que no sólo la brecha salarial incide en la menor capacidad ahorrativa de la mujer, sino también que vive más años y se jubila más pronto. "También tiene lagunas desde el punto de vista ahorrativo producidas en su trayectoria laboral, debido a distintos factores como la maternidad o el caregiving", agregó.
La salud, un factor clave
Además, las mujeres son más propensas que los hombres a gastar sus ahorros en el cuidado de otra persona en lugar de quedarse con el dinero para sus propias necesidades. Como las mujeres viven 4,6 años más que los hombres, a menudo necesitan recursos financieros que se extenderán a un período de jubilación más largo.
El género femenino se ve afectado por diferentes problemas de salud y enfermedades que el masculino, experimenta y usa el sistema de salud de manera diferente, y tiene más probabilidades que los hombres de ser cuidadores de otros, lo que hace que las preocupaciones de salud tengan una importancia especial al tomar decisiones de seguridad financiera.
"Las ofertas tradicionales de salud no son suficientemente específicas en materia de género ni están alineadas con los ciclos de vida profesional de las mujeres. Enfoques más específicos y flexibles sobre la salud y el bienestar podrían tener un impacto significativo en la participación femenina en la fuerza laboral", destacó Weisz.
Encontrar una solución a corto plazo
Las mujeres equilibran múltiples roles importantes, por lo que las oportunidades de carrera y desarrollo, especialmente en conjunto con la flexibilidad laboral, son particularmente factores incidentes. Las prácticas de apoyo que tengan en cuenta estas características influyen en la atracción, promoción y retención, y también impulsan el compromiso y la productividad.
Los líderes que buscan tener un impacto significativo en la participación de la fuerza de trabajo femenina y en las consecuencias resultantes de la diversidad de género deben reconocer y responder a las necesidades financieras, de salud y profesionales únicas de las mujeres en las diferentes etapas de sus carreras con programas innovadores y específicos que reconozcan la interconectividad de las tres áreas.
Según el estudio, los enfoques exitosos incluyen la adopción de un enfoque de macrosistema mediante la colaboración con otros grupos de interés clave, como escuelas, gobiernos, empresas de salud pública, agrupaciones industriales y ONG.
Las estrategias específicas incluyen trabajar con agrupaciones industriales y universidades para entregar capacitación y oportunidades de aprendizaje permanente a las mujeres o trabajar con gobiernos y ONG para promover un mejor acceso a la atención médica. La solución correcta depende, entonces, en gran medida del contexto estratégico, operativo y cultural de la empresa particular, por lo que ésta deberá implementar programas de diversidad e inclusión.
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