¿De qué hablamos cuando hablamos de abuso sexual en la infancia y en la adolescencia? En la Argentina, las últimas informaciones, comentarios y referencias sobre las denuncias de abuso sexual a menores en el ámbito del deporte y la sugerencia de una especie de "efecto dominó" hacia otros entornos, no sólo pusieron el tema sobre la mesa, otorgándole impacto en la agenda pública nacional, sino que también evidenciaron que hubo un convidado de piedra: las víctimas.
Las causas judiciales -la mayoría radicadas en la justicia de la Provincia de Buenos Aires- avanzan ante la tímida, pero sostenida, aparición -aún aislada – de casos con nombre y apellido que, decidieron echar luz a tanto dolor, guardado durante largo tiempo. En algunos casos -como en el de los gimnastas olímpicos, pasaron más de 25 años de los hechos hoy denunciados-. Y la mancha negra se extiende hasta la trágica idea de que pueda existir en la Argentina una red de pedofilia organizada.
La espesura del drama que abarca al abuso sexual contra niños y jóvenes invita a revisar sus ideas fundantes y elementales para detectarlo a tiempo, para comprender el fenómeno y para analizar el impacto de las cifras locales. El tema interpela hasta a los propios expertos que discuten cómo nombrar este delito contra los menores; para ser justos y precisos ante tanta indefensión que atraviesan las víctimas.
Hace algunas décadas la doctora en psicología y psicoanalista argentina Eva Giberti -que tanto hizo por la correcta difusión del tema de cara a la sociedad- acuñó el término, "Niños y niñas abusados sexualmente por adultos", para denominar al "abuso sexual infantil", como se lo conoce y llama popularmente. ¿Por qué Giberti insistió con esta idea? Precisamente para ser justa con las víctimas.
El "abuso sexual infantil no existe", señaló provocadora Giberti en varios de sus escritos académicos. Llamarlo así es una simplificación. No hay abuso sexual infantil, porque infantil es un calificativo de abuso y el abuso no es calificable como infantil. La forma correcta es decir: "Niños y niñas abusados sexualmente por adultos". De la otra manera queda encubierta la idea de que el adulto es el responsable.
Consultada por Infobae, la psicoanalista UBA, Sonia Almada, especialista en abuso sexual en la infancia y directora de ARALMA puntualizó : "Coincido totalmente con la doctora (Eva) Giberti con la idea de denominar al fenómeno como "abuso sexual en la infancia" o "niños y niñas abusados sexualmente por adultos"; porque al decir "abuso sexual infantil" se infantiliza la conducta y se hace de alguna manera responsable al infantil sujeto. Diciendo "abuso sexual en la infancia", se hace responsable al adulto que cometió el hecho y el niño queda cubierto".
"De todas las formas de maltrato a niños y niñas, la más difícil de aceptar, reconocer y diagnosticar es el abuso sexual en la infancia que está en la pirámide de la complejidad. Por ello el abuso sexual se mantiene oculto, por vergüenza, temor y porque se violan tabúes sociales y roles familiares. Los adultos, la mayoría de las veces recibe con incredulidad el relato de un niño, niña o adolescente y tiende a desmentirlo", destacó Almada.
“El abuso sexual es el maltrato más humillante, vergonzante y culpabilizante porque el depredador ha convencido a la víctima de su culpa en el crimen”, resaltó la psicoanalista y fundadora de Aralma, Sonia Almada.
Una de las definiciones más claras sobre abuso sexual sufrido en la infancia es la que formuló el Comité Permanente sobre Niños que sufrieron Abuso Sexual –con sede en el Reino Unido- (SCOSAC , Standing Committee On Sexually Abused Children, por sus siglas en inglés): "Cualquier niño/a por debajo de la edad de consentimiento puede considerarse sexualmente abusado cuando una persona sexualmente madura, por designio o por descuido de sus responsabilidades sociales o específicas en relación al niño/a, ha permitido su participación en cualquier acto de una naturaleza sexual que tenga el propósito de conducir a la gratificación sexual de la persona sexualmente madura".
Cifras en la Argentina hoy
En la Argentina , el 2016 fue un año próspero para la sistematización de datos y la concientización pública alrededor del abuso sexual en la infancia. En general fueron iniciativas impulsadas desde el Estado y en las que intervinieron distintas ONG's, diferentes ministerios y equipos de profesionales multidisciplinares. Pero claramente no fueron suficientes y queda mucho aún por hacer.
Está probado por los expertos que las denuncias sobre abuso sexual en la infancia y en la adolescencia provienen en su mayoría del entorno o de un allegado, pero no de las propias víctimas. Por un lado, están las estadísticas que se sistematizaron para la campaña estatal Hablemos de Abuso sexual infantil .
Estas estadísticas sobre abuso sexual infantil en la Argentina fueron elaboradas sobre la base de los llamados recibidos al 0800-222-1717 en el marco del Programa "Las víctimas contra las violencias", entre el 19 de noviembre y el 19 de diciembre de 2016, coordinado por la psicoanalista y experta Eva Giberti. La información que allí surgió fue relevante para construir la trama local del fenómeno social. Algunas de las preguntas y respuestas más importantes que surgieron de aquella encuesta:
¿Dónde sucede el abuso?
53 % de los casos, en el hogar de la víctima.
18 % de los casos, en la vivienda del agresor.
10 % de los casos, en la casa de un familiar.
¿Cuál es la edad promedio de las víctimas?
47 % de las víctimas tiene entre 6 y 12 años.
28 % de las víctimas tiene de 0 a 5 años.
25 % de las víctimas tiene entre 13 y 17 años.
¿Cuál es el género de los agresores?
89 % de los agresores son de género masculino.
7 % de los agresores son de género femenino.
4 % de los casos, no hay datos.
La campaña "Rompé el silencio" arrojó cifras desgarradoras: En la Argentina, una de cada cinco niñas y uno de cada trece niños sufren abuso sexual infantil. La campaña la impulsó el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia-Unicef– y el Ministerio de Justicia de la Nación.
Para Unicef, cada hora de cada día, 228 niños – principalmente niñas- son explotados sexualmente en América Latina y el Caribe.
La información recopilada por Unicef de distintos países de la región de América Latina y el Caribe muestra que entre el 70% y el 80% de las víctimas de abuso sexual son niñas, y que en la mitad de los casos los agresores viven con las víctimas y en tres cuartas partes son familiares directos .
Las familias constituyen el primer entorno de defensa contra el abuso.
No acallar el dolor
Aún el gran el déficit argentino es la falta de estadísticas a nivel nacional. En diálogo con Infobae, la experta Sonia Almada interpretó los datos disponibles en el país desde 2016: "Estos datos (del 2016) aportan muchísimo material para la visibilización y combate de este flagelo de orden cultural, pero no son cifras del todo verdaderas".
"Recibo a diario en Aralma adultos que han sido abusados sexualmente en la infancia y no tuvieron la posibilidad de contarlo por la indefensión en la que se encontraban: por problemas familiares, inequidad, desamparo, pobreza y vulnerabilidad. La mayoría de ellos naturaliza esta situación, la única manera de sobrevivir a semejante ataque psíquico y físico", apuntó la experta.
Según estimaciones de la Organización Mundial para la Salud (OMS), 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños son abusados sexualmente antes de los 18 años. Es decir que, sólo en nuestro país, casi 2 millones de niños y niñas son víctimas de este delito. Sin embargo, se estima que solo el 10% de los casos son denunciados, y apenas 1 ó 2% de los casos denunciados reciben condena.
Perfil de niños y jóvenes abusados
Un caso de abuso en un niño, niña o adolescente se descubre especialmente por la oscuridad que lo rodea. Explicó Almada a Infobae: "El niño o niña abusado sexualmente se presenta siempre sintiéndose responsable y culpable de la situación a la que ha sido sometido. Cree que ha provocado la reacción sexual en el adulto y se culpa sin compasión, trata de proteger al agresor, por culpa, miedo a las represalias, o para no provocar un vendaval familiar".
Continuó Almada a Infobae : "Por eso es tan peculiar la atmósfera de tristeza del niño abusado sexualmente; se encuentra decaído, abatido, le empieza a ir mal en la escuela, no puede concentrarse. Puede aparecer masturbación compulsiva, o un conocimiento de detalles de la vida sexual que no corresponde a su edad".
“Un niño o adolescente que sufrió abuso sexual puede padecer enuresis (“se hace pis en la cama, sin importar la edad”), encopresis (“se hace caca encima”), trastornos alimentarios y del sueño”
Reforzó Almada: "En el caso de los adolescentes, el silencio es la clave, y lo acompañan con turbación, vergüenza, culpa, dolor e ira. De la misma manera comienza a tener problemas escolares, insomnio, dificultades sociales y se retraen o aparecen las conductas sexualmente compulsivas/ adictivas, como maneras de exorcizar el dolor y la furia".
"Ese adulto, en el que la familia deposita la confianza y le pide al niño o joven que confié en el mismo acto, le pide que haga o que le permita hacer determinadas cosas y guarde el secreto por amor a la "relación especial" -como le gusta decir al pedófilo- o por temor a la condena sobre el niño", advirtió la psicoanalista y coordinadora del Congreso "Infancia sin Violencia"- 2019.
Vulnerabilidad y secuelas
Remarcó la experta Sonia Almada: "La señal es siempre la vulnerabilidad que puede ser familiar, social o institucional. Una vez que se diagnostica el abuso sexual se puede contextualizar el entorno del niño o joven, y generalmente encontramos soledad, falta de referencias, de cuidado, vulnerabilidad social, abandono, desamparo. Esto puede ocurrir en cualquier tipo de familia, en organizaciones sociales, religiosas o educativas, entre otras".
El primer factor de riesgo para que un menor de edad sufra un abuso sexual es el estado de fragilidad, desamparo y vulnerabilidad que vive.
-¿Cuáles son las consecuencias psicológicas y físicas de un chico que haya sufrido abuso sexual? La experta Sonia Almada respondió a Infobae:
-Entre los problemas más habituales se registran alteraciones en la sexualidad, menor capacidad de disfrute, depresión y stress postraumático. Dificultades en el control de la ira, en el caso de varones proyectada al exterior, y en las mujeres en conductas de índoles autodestructivas.
Al niño o joven abusado se le roba la infancia, conoce cosas que no debiera conocer y debe guardar silencio por autoprotección o protección de su familia o su futuro.
El colectivo Infancia en deuda viene trabajando hace tiempo y enfáticamente en la idea de impulsar la designación del Defensor del Niño de la Nación y sobre el tema acoso sexual en la infancia y en la adolescencia puntualizó cuál es el marco que establece la legislación argentina.
La Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes no sólo reconoce los derechos de la infancia y la adolescencia, sino que establece un sistema de protección integral de esos derechos que involucra a los organismos nacionales y los niveles municipales, provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuya misión es garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes.
Bajo el concepto de la "protección integral", la ley sostiene que los derechos de los niños y niñas deben ser garantizados y establece responsables que deben velar y trabajar por esas garantías.
"El abuso sexual infantil en la infancia y en la adolescencia genera un desmantelamiento psíquico, una catástrofe en la vida de quien lo padece, no le permite la construcción del otro como ser bueno, cuidador, amable. El otro es quien lo desmantela, lo humilla y lo deja sin resto, apagado, frágil , sin vida", concluyó Almada.
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