Hay personas que para hacer lo que corresponde no necesitan ninguna clase de motivación externa. Actúan bajo las normas del "deber ser", son responsables y cumplidores con sus actividades, sin importar si tienen o no ganas de realizarlas y tienen la facilidad de renunciar a sus deseos en pos de sus responsabilidades o metas.
Para otros, en cambio, mantener un método, ser constantes y organizados y hacer lo que tienen que hacer, puede resultar un esfuerzo casi imposible de realizar. Las personas que presentan dificultades a la hora de tener que renunciar a sus deseos entran en un círculo vicioso que les impide avanzar y que los lleva a perder gran parte de su tiempo circulando alrededor de una rotonda. A esto se lo llama procrastinación.
"La procrastinación es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables", aseguró en diálogo con Infobae la escritora y psicóloga Celia Antonini.
Es considerada uno de los peores enemigos de la productividad y la organización. Se la conoce como el "habito de posponer" o el "arte de postergar", de dejar las cosas para hacerlas mañana o hacerlas en el último momento (a veces, incluso, después de concluido el plazo) lo que produce una sensación de gran ineficiencia personal y de vivir en forma desorganizada.
"Para algunos, diferir o aplazar sus obligaciones no es un acto voluntario, lo sienten como una fuerza interior que los inmoviliza y que por más que quieran, no pueden avanzar. Quedan atrapados en modelos mentales que no son capaces de superar, aunque saben exactamente lo que tienen que hacer, cómo hacerlo y cómo buscar los recursos necesarios para el cumplimiento de sus tareas pero no pueden moverse. Se quedan inmóviles, con una inercia interior que los incomoda y que está en todo momento acompañada por una importante sensación de malestar por no hacer lo que corresponde", explicó la experta.
Las tareas quedan pendientes hasta el último minuto posible y solo cuando ya no tienen otra alternativa que realizarlas, debido a que el tiempo se acaba, entran en acción. Mientras tanto y hasta que ese último minuto llegue, buscan actividades que los gratifiquen en forma inmediata como tomar un café, ver una película, chatear con amigos, internet, o cualquier otra actividad.
"Al contrario de lo que a primera vista pueda parecer, las personas que están perdiendo el tiempo en actividades gratificantes en lugar de hacer lo que tienen pendiente, no solo no lo disfrutan sino que lo sufren", aseguró Antonini.
Explicó que cuanto más importante y más tiempo lleve una tarea, más difícil es comenzarla. "La sola idea de tener que trabajar largas horas en algo que no nos desagrada es justamente lo que nos lleva a posponer y a dejarlo como pendiente. Si lo pensamos como una tarea ardua, aburrida, seguiremos posponiéndolo".
"La forma más efectiva de eliminar el malestar es dedicarle sólo 5 o 10 minutos a lo que tenemos que hacer, aunque la tarea requiera de muchas horas para realizarla. Hacerlo de esta manera reduce considerablemente la procrastinación", afirmó Antonini, y reveló que, una vez que comenzamos la tarea podemos lograr:
-Bajar la tensión y el malestar que provoca la inacción
-Mantenernos más de 10 minutos haciendo el trabajo.
"Las personas que procrastinan se mantienen en la rotonda dando vueltas y vueltas. Salir del círculo vicioso que provoca la inacción requiere de decisión, de esfuerzo y de vencer la corriente en contra que impide realizar la acción en cuestión", concluyó.
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