Lobos, capital nacional del paracaidismo. Lejos de la ciudad, del ruido, las bocinas y el acelere diario que tanto caracteriza a la jungla de cemento. Esta pequeña localidad bonaerense, ubicada a cien kilómetros de Capital Federal, lo tiene todo.
Ese todo tiene relación con un aspecto que, por lo general, conecta desde lo más profundo: la naturaleza. Allí es posible disfrutar de la brisa, del ruido de los pájaros o de un amanecer y atardecer absolutamente arrebatadores. Pero, para los más osados que prefieran apreciar sus bondades de otra manera, existe un desafío que se encuentra en las bucket lists de más de uno.
¿Quién no soñó alguna vez con volar o flotar en el aire? Los más aventureros podrán experimentar nuevas sensaciones en las alturas con "el salto bautismo", también conocido como tándem. Se trata de una variación del paracaidismo convencional, por medio de la cual una persona sin experiencia puede realizar la actividad, siempre y cuando esté acompañada por un instructor.
Y aunque para muchos es un deporte, están aquellos que lo toman como un hobbie y realizan saltos anuales, mensuales y hasta quincenales. Obviamente, como en todo deporte extremo, hay profesionales que obtienen su título en base a la experiencia, los cursos y las certificaciones oficiales dadas por la Administración Nacional de Aviación Comercial (ANAC).
Lanzarse al vacío, casi sin pensarlo
Al llegar a la escuela de paracaidismo, uno comienza a preguntarse qué es lo que hay que hacer, cuáles son las medidas de seguridad a tomar, cuánto tiempo dura la actividad -desde el momento en el que uno llega, hasta el minuto en el que se está emprendiendo el viaje de vuelta- Todo, absolutamente todo, forma parte de una larga lista de interrogantes.
Pero los instructores se aseguran de aclarar todas las dudas desde el comienzo. Una vez que se llega al aeródromo local y se formaliza la inscripción, se decide la forma en la que se recordará el momento- foto, video o ambas-. Luego comienza una breve charla introductoria en la que se explica en qué consiste la actividad y cómo uno debe comportarse antes, durante y después del salto.
Todos los elementos necesarios como buzo de salto, arnés, casco, gafas y guantes forman parte del "pack". Siempre es importante tener en cuenta que hay que llevar ropa cómoda y calzado deportivo que se encuentre bien ajustado.
No se permite el uso de joyas como aros, anillos, pulseras o collares para evitar cualquier inconveniente en el aire. Un dato importante para quienes se "tiran" en verano, es que es conveniente usar short y remeras cómodas. Los que optan por hacerlo en invierno, deben estar bien abrigados, ya que la temperatura va descendiendo de a cinco grados a medida que el avión asciende.
Ariel Fandom, instructor tándem AFF ("Acelerated Free Fall", el curso acelerado de caída libre), fue el encargado de acompañar a Infobae en la experiencia. Fandom se tiró en paracaídas unas 9900 veces, y es él el que brinda la mini-clase en Skydive Lobos y además despeja cualquier duda que pueda surgir. "Para tranquilidad de todos, hay un abridor automático que se prende en caso de que haya algún error, o al instructor le pase algo y no abra el paracaídas principal, se activa el de reserva. Es obligatorio y además es lo primero que hay que chequear", explicó.
Después de controlar todo el sistema de paracaídas de reserva, se pasa al arnés y a corroborar que el equipo del instructor esté en óptimas condiciones. Luego se pasa al del pasajero, el cual tiene cuatro ganchos que van agarrados al paracaídas y se colocan unos minutos antes de que la puerta del avión se abra.
Después de entender bien qué es lo que hay que hacer, y lo que no, se sube al avión. Durante unos 20 minutos se asciende hasta alcanzar los 3.000 metros de altura. A partir de ese momento, uno podría decir que se pierde la noción del tiempo casi por completo. El instructor empieza a ajustar todas las medidas de seguridad y la puerta se abre.
Unido al instructor y como si ambos fueran uno mismo se contempla desde la inmensidad del terreno, que, desde el cielo y miles de metros de altura, parece cada vez más pequeño. Sacar los pies afuera del avión, apoyarlos arriba de un estribo y quedarse en posición de cuclillas. Colocar las dos manos arriba agarrando el arnés. Y, ahora sí, dejarse caer.
Bastan sólo unos 30 segundos y más de 200 kilómetros de velocidad para experimentar y contemplar el paisaje; felicidad y adrenalina al mismo tiempo. Finalmente, 1500 metros después, el paracaídas se abre y flotar entre las nubes deja de ser un sueño.
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