"Hoy cuatro de noviembre de 2017 nos encontramos en el Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires para celebrar la unión de Patricio Di Benedetto y de María de los Ángeles Fernández". Las palabras eran de presentación y los pronunció José Luis Badur, oficial público y subgerente de matrimonios. A su exposición habitual le agregó un dato que consideró valiosaopara comunicar: "Quiero que sepan que hoy es un día histórico. Es la primera vez que el Registro Civil abre sus oficinas públicas un día no laborable".
La coyuntura del cuatro de noviembre de 2017 es extraña. "Más que extraña, es especial. Casarse acá un sábado a las siete de la tarde…", corrigió Patricio Di Benedetto, hasta ayer novio desde ahora esposo de María de los Ángeles Fernández. Se conocieron hace 730 días, en "un bar, una confitería o una panadería -no se ponen de acuerdo- de Miramar". Él solía esperar un micro que pasaba cada cuatro horas, ella iba con su computadora a tomar café. Las tardes se repitieron y su contacto era solo la formalidad de un saludo, hasta que un 31 de octubre él la invitó a una fiesta de Halloween. Él fue vestido de cura, ella de Morticia. Hoy, de traje y vestido, celebraron su matrimonio la tarde de un sábado único.
Porque el Registro Civil de la calle Uruguay se plegó a la movida cultural de La Noche de los Museos para abrir su historia. En un programa promovido por el Ministerio de Gobierno Porteño, decidió acoplarse a la iniciativa con la exposición de su patrimonio histórico. Desplegó un recorrido donde distribuyó documentos de alto valor nacional: el acta de bautismo de la hija de Julio Argentino Roca, las partidas de fallecimiento de María Eva Duarte de Perón y de Bartolomé Mitre, el recuerdo de un ignoto Carlos Laborde y el acta de nacimiento número 1 de un diez de agosto de 1886 a las cuatro y tres cuarto de la tarde. A metros del acta de matrimonio de Carlos Pellegrini y Carolina Lagos del 25 de diciembre de 1871, la contienda moderna: arroz, pétalos, los testigos, los familiares, los amigos y el beso de los novios para la foto.
Gisela Rodríguez y Fernando Estevez consagraban su unión. Semanas atrás ella los había anotado como postulantes sin su consentimiento. Aunque soñaban con casarse y no habían sido sorteados en una primera instancia, Gisela volvió a probar sin que Fernando se enterara. La llamaron hace diez días avisándole que había salido sorteada para casarse el sábado de La Noche de los Museos. La propuesta y el diálogo fue por whatsapp: "¿te querés casar conmigo?". "Sí, obvio, pero después vemos bien". "No, no. El cuatro de noviembre, ¿te querés casar conmigo?". "Automáticamente entré en estado de shock, me quedé duro".
La tía abuela de Fernando tiene 92 años. La abuela de Gisela tiene 74. No se conocían. Se encontraron en Uruguay 753, donde hace varias décadas contrajeron matrimonio en el mismo tercer piso del Registro Civil. "Para nosotros es muy loco. Sentimos que estamos siguiendo nuestra historia y para ellas es algo muy emocionante", retrató el novio, quien festeja y recuerda el alud en un morro de Florianópolis, la ruta cortada, las 26 horas de un viaje eterno y alternativo, y la compañía fortuita y oportuna de una chica de Caballito que hoy se convirtió en su esposa.
"Nosotros estábamos pensando casarnos pero de la manera común", dijo María del Mar Colmenares. La manera común puede ser un martes gris a las once de la mañana. A ella y a Oreste Garnier le tocó en suerte un sábado a las ocho de la noche en un edificio ancestral, testigo mudo de la cronología de una nación, redactor de una historia viva de 132 años de edad. El primer día que el Registro Civil abre un sábado y desempolva sus actas y registros desconocidos de los anales de un país entonces próspero se casan dos parejas argentinas y una venezolana.
"Nos conocimos laburando -su tonada es inconfundible, su dialecto es importado-. Era 2013. A los meses nos dimos cuenta de que los dos éramos de la misma ciudad (Maracaibo), habíamos estudiado en la misma universidad, habíamos vivido en el mismo pueblo y teníamos casi cien amigos en común en Facebook", relató Oreste. "No teníamos que conocernos en Venezuela y sí en Argentina", concluyó María del Mar, mientras lo mira de reojo a Tobías, su hijo de nueve meses que juega con el botón de su camisa en brazos de su papá. No sabe que sus padres están a minutos de contraer matrimonio en la noche de un sábado donde todos los museos de la ciudad están abiertos y la cultura de un país se sabe disponible.
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