Ojos claros, un metro ochenta y un cuerpo escultural. Así es María Pía Martignoni, una joven que nació hombre, pero que siempre se sintió mujer. Con 27 años y desde el living de su casa, cuenta a Infobae cómo es su día a día, qué le gusta, sus vivencias, recuerdos y experiencias que la llevaron a ser quien es hoy.
Todo comenzó a sus 17 años en Aguilar, una pequeña ciudad ubicada a 100 kilómetros de la capital de Tucumán. Allí fue donde poco a poco e interactuando con la comunidad gay y trans de dicha provincia se fue dando cuenta y aceptando quién era realmente.
Desde hace 4 años es trans, pero la transformación comenzó 10 años atrás en un boliche llamado "Diva". Antes de conocer ese lugar, siempre reprimió lo que sentía a pesar de que siempre supo qué era lo que quería.
La crianza, los prejuicio y los valores que le inculcaron desde pequeña fueron uno de los obstáculos que tuvo que superar. "Cuando falleció una amiga trans hice el click, ahí fue cuando me dí cuenta de todo. Es una de las cosas de las que jamás me voy a arrepentir, por primera vez pude ser yo", cuenta.
-¿Cómo tomó la decisión tu familia, fue un momento difícil?
-Les costó un poco a todos, pero mucho más a mi mamá. Ella fue la que más sufrió. Creo que era porque no quería que me rechazaran o que pasara por alguna situación de violencia o discriminación, eso era lo que le dolía. Para mí no fue algo complicado porque antes de ser trans ya me maquillaba, me pintaba las uñas y tenía el cabello largo. Mis amigas me decían: "No sé qué pretendés ser porque andás vestido de una forma y te comportas de otra".
-Te sentiste libre…
-Por primera vez pude expresarme sin pensar en lo que los demás iban a decir. Todo empezó en Tucumán, capital, ahí conocí lo que era el ambiente y en un boliche del lugar vi una performance de un drag queen. Quedé hipnotizada. Con el tiempo me fui interiorizando y descubriendo todo sobre este mundo. Ahí fue cuando me dí cuenta de que quería empezar a trabajar de eso.
A partir de ese momento fue cuando empezó a trabajar como transformista. No lo hacía todos los días, pero cuando le tocaba descansar, en lo único que pensaba era en "montarse" y vestirse como mujer. Así fue como el personaje se fue comiendo a la persona tímida e introvertida. "Fighter vi queen", su nombre de fantasía le ganó a ese ser vergonzoso.
El arte fue la herramienta que la ayudó a transitar este camino. "Fue mi medio de poder ser lo que yo quería. Me ayudó a aceptarme y a que los demás me puedan aceptar. Aunque nosotras decimos que somos trans de nacimiento, no todas lo asumimos en diferentes momentos. Por ese entonces era más light para mi familia decir 'soy artista', que decir 'soy transexual'. Igualmente una cosa no tiene que ver con la otra", cuenta María Pía.
La creatividad estuvo presente desde que tiene uso de razón. Siempre le gustaron "las cosas de mujeres". Inocentemente, y sin saber bien qué le pasaba ni por qué hacía eso, recuerda que jugaba a que el toallón era su pelo largo y además se ponía los zapatos de su madre, hasta que la descubrían.
Hoy esta elección de vida la posiciona en un lugar diferente. Es multifacética por donde se la vea: no sólo mantiene el trabajo que trajo desde Tucumán, sino que a eso sumó el modelaje, una faceta actoral y una carrera universitaria. Forma parte de la compañía teatral "7 colores" y es parte del elenco de "Si me querés, quereme trans", una obra que tiene como eje central la diversidad de género.
– ¿Por qué decidiste empezar trabajo social en la UBA?
-La verdad es que nunca me imaginé que iba a estar en esta área, pensaba que lo artístico era lo mío. Cuando vine a Buenos Aires empecé producción de moda y me encantaba, pero el año pasado participé en una encuesta para cuantificar la población trans de CABA, me tocó ser encuestadora y ahí conocí muchas historias de vida, fue como un golpe en la cara, un pantallazo.
– ¿Qué te hizo "reaccionar"?
-Sentí que podía colaborar con quienes no tuvieron la misma posibilidad que yo. Tengo la suerte de no haber vivido muchas cosas, porque a pesar de que mi familia no aceptó mi condición de entrada, nunca dejaron de darme de comer ni de negarme como su hija.
Y así es su día a día: levantarse muy temprano, entre las 8 y 9 de la mañana. Desayunar, cuando el tiempo alcanza, pero nunca sin un café que la "despierte y la ayude a arrancar de la mejor manera". Por la tarde los infaltables mates y la producción de todo su vestuario que usa cuando trabaja los fines de semana bailando. Durante la noche, una cena de por medio, con "su gente" la ayuda a relajarse y a planificar todo lo quiere seguir haciendo, sus sueños, sus expectativas.
El gimnasio, una de sus rutinas preferidas, la ayuda a mantenerse en forma. A esto suma una dieta variada, pero sin privarse de nada. Fanática del sushi y de la lectura, se define como una guerrera incansable a la hora de emprender lo que se propone, y el amor es una de esas cosas.
– ¿Cómo son tus relaciones amorosas? ¿Te cuesta relacionarte o lo tomás con naturalidad?
-Es difícil porque los que se fijan en nosotros son hombres heterosexuales. Estamos acostumbradas a que nos señalen por nuestra elección, pero la persona que está con vos se tiene que acostumbrar a la mirada del otro. Muchos piensan que por tener una relación con nosotras son homosexuales y no es así.
– ¿Qué es lo que más te enorgullece?
-Lo que más me da felicidad es haber elegido ser quien soy. De Aguilar se fue un chico que era tímido, que no encajaba con los varones y volvió María Pía, una persona que no sintió el rechazo ni la agresión.
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