Quería fumar y estaba dispuesto a llevarlo a las últimas consecuencias. Tenía un paquete de cigarrillos. Lo que no tenía era un encendedor. Consultó en una tienda por si tenían uno. "No pude conseguir un encendedor porque aparentemente tenés que tener más de 18 años, así que decidí tomar fósforos del mostrador". Con la rebeldía de un adolescente de 14 años, quiso robar algunas fósforos de la tienda cuando se topó con un cazatalentos.
El hombre, un explorador de la agencia de modelos internacional IMG, quedó cautivado por los rasgos distinguidos del joven. Le hizo algunas preguntas ante su mirada insegura. Le dio una tarjeta con su contacto a la que Jordan Barrett no prestó demasiada atención. Fue su madre la que lo incentivó a que lo llamara.
Sus 1,88 metros, su desenfado, sus rasgos bien marcados y sus ojos rasgados lo llevaron a un éxito instantáneo en el mundo de la moda. Le abrieron las puertas para pasarelas y producciones de fotos. Al poco tiempo, marcas como Tom Ford, Tommy Hilfiger, Balmain, Versace o Moschino lo pusieron entre sus filas.
Su parecido es notable: en la industria no dudaron en compararlo con Leonardo Di Caprio. El nuevo Leo Di Caprio, decían. Su carrera, aunque incipiente, se dirigía hacia un éxito inexorable. Un hecho, sin embargo, sacudiría la vida de Barrett. En 2013, su padre sería detenido.
Desde ese momento, no podría desligar su carrera del mote de "hijo de". En este caso, hijo de narcotraficante, el líder de uno de los grupos más grandes de Australia.
Después de un año de seguimiento, la policía local logró desmantelar su red. Detuvo a 38 personas, lo que dio un total de 278 cargos. La banda se centraba en la venta de marihuana. En el procedimiento, además de un cargamento de cannabis, se incautaron 500 mil dólares, armas, un Ferrari último modelo y drogas como éxtasis, cocaína, anfetaminas y heroína.
Tanto su padre, Adrian Barrett como su madrastra, Allison Cale, eran las cabezas de la banda. Ellos tapaban su negocio con una tienda de cultivo en el sureste de Queensland. El juez no encontró vínculos entre Jordan y el narcotráfico, por lo cual lo liberó de la sentencia. Su padre, por su parte, fue condenado a ocho años de cárcel por "tráfico de drogas peligrosas", aunque hoy ya se encuentra en libertad condicional bajo fianza.
Jordan rehúsa a la etiqueta. Le resta importancia al asunto. "Simplemente no me gusta la palabra cartel", dijo en una ocasión. "Para mí, mi papá es maravilloso. Entonces, cuando lo veo en los medios de comunicación como líder de 'cartel de droga', en mi cabeza eso es como armas y drogas pesadas. En la bahía de Byron, hay granjas y crecés con un montón de hierba".
El tropiezo no fue caída. Barrett logró reorientar su carrera. En 2015 sería su despegue mediático definitivo, no solo por sus producciones para revistas como Homme, Arena y VMA ni por el interés que atrajo de Versace, Dsquared2 o Balmain, sino por su acercamiento a Paris Hilton.
Gran parte de la prensa internacional instaló una relación amorosa entre ellos, pero más bien fue una amistad. La artista lo tomó como su "boy toy" predilecto. Hilton lo llevó en limusinas a las fiestas más exclusivas durante el Fashion Week Men de Milán. Ambos se mostraron risueños. Incluso publicaron fotos de sus veladas en las redes sociales.
El ascenso meteórico del joven, un aficionado a la fotografía que ya publicó un libro propio, no se detuvo. Models.com, el sitio de referencia en la industria, lo catalogó como el modelo del año en 2016. Sus apenas 20 años no le impidieron posar para los fotógrafos más selectos -Mario Testino, Steven Klein, Peter Lindberg- ni protagonizar numerosas portadas.
La opinión es unánime: Jordan Barrett es el nuevo -y futuro- protagonista de la moda masculina. En su cuerpo se inscriben pequeños tatuajes, casi al azar. Un cardiograma en su torso, por caso. Un "PSYCHO" en su brazo izquierdo, en referencia a la banda Psycho Gypsy. "Monica Lewinski" en su pelvis que nada tiene que ver con la amante de Bill Clinton. Y "0% INTEREST" en una de sus muñecas. "Cada vez que muevo las manos está ahí", dice desfachatado. "Cero por ciento de interés -no estoy interesado-", repite el chico que quiere dejar atrás el mote de "hijo de".
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