Gaby Herbstein no es tímida. Encantadora y con una sonrisa amplia, no parecería a primera vista que su zona de confort es detrás de cámara, con el ojo puesto en los detalles y en el todo. Minuciosa y perfeccionista, supo hacerse su nombre durante sus frondosos 25 años de trayectoria, creando un estilo único y personal. Sus fotografías son identificables al instante y, sin embargo, es difícil definirla.
Rubia, alta y vestida de negro de pie a cabeza, presentó su colaboración con Altos del Plata en el Palacio Piccaluga en el barrio de Recoleta, una serie de fotografías en las que sus protagonistas lucen unas alas personalizadas como símbolo de libertad y como metáfora de lanzarse al vacío, salir de la zona de confort y construir nuevos horizontes. "Todos tenemos nuestras propias alas, sólo tenemos que descubrirlas y animarnos a desplegarlas", afirmó Herbstein.
Y ella sin dudas se animó. Nacida en Buenos Aires en 1969, exhibió su trabajo en todo el mundo, desde Argentina, México, Brasil, Chile y Perú hasta Estados Unidos, Rusia, China y Japón. Comenzó su carrera en el mundo de la moda, y pasó por algunas de las publicaciones más prestigiosas del rubro, como Harper's Bazaar, Elle y Vogue Latinoamérica.
Pero su reconocimiento más fuerte se dio cuando descubrió sus propios intereses e inquietudes. Tomando la fotografía como medio de expresión ideal para mostrar sus preocupaciones, buscó siempre generar conciencia a través de su lente. Se demuestra en sus imágenes una clara devoción por el planeta y su preservación, así también como por sus individuos más ignorados. En 1999 en "Huellas" fotografió la identidad de las mujeres originarias argentinas, con el apoyo de Naciones Unidas, y en el 2000, con "Heroínas", se inspiró en las mujeres destacadas no reconocidas de la historia argentina. Realizó cuatro proyectos junto a la Fundación Huésped retratando a famosos locales con el fin de educar y prevenir la propagación del VIH.
Más tarde, abogó su labor a una serie de proyectos personales como "Divina Belleza" -retratos de niñas que representan diferentes aspectos de la belleza- y "Estado de Conciencia", un viaje visual a través de diferentes estados de conciencia en el camino hacia el autoconocimiento. En una entrevista con Infobae, ahondó sobre su rol social como fotógrafa, sus inicios y sus próximos proyectos.
-¿Cuál fue tu primer acercamiento con el mundo de la fotografía?
-Yo quería ser egiptóloga en realidad, era mi meta, y así era cómo me proyectaba, nunca me imaginé que iba a ser fotógrafa. Fue por casualidad en realidad. Una amiga me invitó a acompañarla a un curso de fotografía a los 18 años y me enamoré. Me acuerdo del momento dentro del laboratorio, en el momento del revelado, algo que extraño muchísimo ahora. Ahora trabajo todo en digital, pero algún día volveré. Extraño mucho esa intimidad de estar ahí. La imagen revelada que aparece entre el líquido… era muy emocionante. Y en ese momento, de ver la imagen revelada por primera vez pensé "yo de acá no me voy nunca más". Y no me fui nunca más. Empecé un curso atrás de otro y pasaron 25 años.
-¿Qué disfrutás más del proceso?
-El momento para mí de mayor disfrute es el momento antes del disparo, segundos antes, cuando la imagen está construida, cuando está todo impecable, todo lo que soñaste. O de pronto el momento en el que vos ves una imagen, la descubriste, no cuando la fotografiaste. Es el placer máximo. Me doy cuenta de que tengo una imagen buena al instante. Muchas veces pasa que hay muchas imágenes que sirven y uno tiene que ponerse a editar y elegir, que ése es el momento que menos me gusta, más tedioso. Entran en juego la duda y las decisiones. Aunque trato de disfrutar todo.
-En tu trabajo también es muy importante la pre producción…
-Sí, especialmente en mis series "Divina Belleza" o "Estado de conciencia", que son muy pensadas y bocetadas hasta el más mínimo detalle. Y después en otros proyecto, como por ejemplo uno que estoy presentando el 10 de octubre en el CCK que se va a llamar "La Diablada" -que fue algo que disfruté inmensamente porque me encontré con esto-, no tuve que armar nada, todo estaba armado.
-¿Podés adelantarnos algo de "La Diablada"?
-Es una bomba. Me contrata el gobierno de Jujuy para hacer fotos de la provincia. Yo había escuchado ya de un movimiento llamado "La Diablada" y dije "quiero ver qué pasa en Carnaval con esto". Hay poco que se ve. Llego y me encuentro con una joya, todo estaba ahí. Era tomar el momento y editar con la mirada. Increíble. Fui tres días y me tenía que volver, y en el avión pensé "me tengo que quedar". El carnaval dura 9 noches y 8 días. Armé toda una serie con muchísimo material, con esta expresión muy argentina que no se conoce mucho, que viene de la tradición andina, que es el coya empoderado vestido de diablo. Gente, familias enteras que cosen sus propios trajes, con el esfuerzo que eso conlleva, gastándose los ahorros que no tienen, gente de muy pocos recursos y con un imaginario fantástico. Esto es en la Quebrada de Humahuaca. Unas 300 personas vestidas así, es increíble. Mezcla de lucha libre, modernidad y tradición. Y se arma como una rave. Yo me metí ahí en el medio del quilombo; estaba poseída.
-¿Vos crees que un artista tiene cierta responsabilidad social e hablar de temas que les preocupan?
Uno lo elige. Lo que debería hacer está en cada uno. Cada uno decide, pero yo creo que los que trabajamos en imágenes tenemos una responsabilidad sobre qué imágenes decidimos mostrar al mundo. Qué es lo que elegimos mostrar, porque las imágenes generan un gran impacto, un impacto directo en el alma. Y es verdad que una imagen vale más que mil palabras y es verdad que el sentido de la vista genera un impacto directo en el otro, entonces uno ahí decide. Me parece que es algo que es importante planteárselo en algún momento.
Yo sentí esa responsabilidad, que eso en realidad lo descubrí por la oportunidad que tuve de colaborar con diferentes fundaciones. No lo descubrí desde un principio. Yo comencé trabajando en moda y bueno, lo fui descubriendo de a poco, hasta que me di cuenta de verdad de lo que uno puede lograr a través de las imágenes. Entonces quise usarlo. Yo quiero explotar esto, enfocar mis imágenes para generar conciencia, para poder ayudar a poder brindar un granito de arena en temas que me interesa poder comunicar, porque son temas que me preocupan a nivel personal. Cada uno tiene sus propias inquietudes y preocupaciones y ganas.
-¿En dónde encontrás tu inspiración?
-Siempre voy como buscando. Voy a muchas muestras, a museos. Viajo, busco, voy y veo. No tengo a nadie que "lo sigo a muerte" porque trato de inspirarme en todo lo que veo, artistas jóvenes, artistas consagrados. Me sorprendo, me encanta investigar. No sólamente fotografía. Me encanta ver pintura, arquitectura, me gusta ver diseño. Veo todas las ramas de las artes visuales y estoy constantemente en la búsqueda.
-¿Qué pensás sobre la gente que critica por el uso de Photoshop?
Me da bronca cuando la gente dice "qué piola, con el Photoshop le sacó esto o lo otro". ¿Cuál es el problema? Si uno edita con la mirada. Vos decidís tomar una foto acá y no medio metro al costado; estás editando. Antes también se retocaba. El Photoshop antes era un Photoshop manual. Antes en el laboratorio se apantallaba con un proyector. Vos trabajabas con pedacitos de cartón, con el dedo, y entonces se producían sombras. También se retocaba de una manera más "casera". Uno podía manipular. había diferentes químicos que podían de pronto cambiar el tono de piel o borrar alguna imperfección si las hubiese. En los comienzos de la fotografía, donde todavía no existía a color, se pintaban las imágenes. Eso también era una forma rudimentaria de retoque. Yo creo que lo interesante es la intención puesta en la mirada, la conciencia que vos tuviste al buscar la imagen, qué es lo que vos buscaste de esa imagen. Pero bueno, son debates de siempre y que seguirán existiendo.
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