En 2004, cuando todavía no había llegado la explosión de los smartphones, la profesora Gloria Mark, del Departamento de Informática de la Universidad de California, planteó la hipótesis: los celulares, ¿un modo de distracción o una potencial adicción?
En aquel entonces, la doctora en Psicología por la Universidad de Columbia comparó el comportamiento de revisar en forma compulsiva el mail y las redes sociales con una máquina tragamonedas. Teorizó que el humano chequea el móvil una y otra vez en busca de una gratificación y su búsqueda, por más inconducente, es motivo suficiente para volver a intentarlo.
Distintos estudios marcan que, en promedio, el celular se revisa entre 80 y 110 veces por día. Esas pequeñas dosis de información generan descargas de dopamina que funcionan como el encendido de un cigarrillo para un fumador. De allí que el usuario vuelva obstinado a la pantalla de su smartphone.
La licenciada en psicología Paula Tripicchio, integrante del Departamento Infanto Juvenil de INECO, explicó a Infobae: "Tanto en niños como en adultos, está comprobado que cuando uno escucha la notificación del celular se activan áreas del cerebro relativas a la ansiedad y se siente la necesidad de leer en ese mismo momento el mensaje. Funciona en cierto punto como una adicción".
En 2016, se presentó Los neuróticos no pueden concentrarse: un estudio in situ sobre la multitarea online en el trabajo, en el que Mark trabajó con expertos de Microsoft y del Media Lab de Massachusetts. El informe reveló que cuando una persona trabaja frente a una pantalla cambia de pantalla -y de foco de atención- cada 47 segundos.
El relevamiento, que siguió a 40 empleados de grandes compañías norteamericanas, demostró que aquellos multitaskers avezados tendían más a la distracción que quienes mostraban dificultades para afrontar múltiples tareas. Notaron la influencia de dos factores en quienes no lograban concentrarse: una personalidad neurótica e impulsiva, y una mala calidad de sueño.
Cada estudio de Mark expone resultados reveladores. Gracias a su meticuloso seguimiento de un reducido grupo de participantes y las técnicas de precisión empleadas -sensores que cuantifican las interacciones con los dispositivos, por caso-, logró determinar en 2015, en Concentrados, despiertos, pero tan distraídos: una perspectiva temporal de la multitarea y las comunicaciones que los trabajadores revisan, en promedio, 74 veces por día el correo electrónico e ingresaban a Facebook unas 21 veces. El que más lo hizo en aquel informe fue un participante con 264 visitas a la red social.
La avalancha de aplicaciones y tareas diversas reclaman el interés pertinente. Sin embargo, en la era de las mentes dispersas resulta cada vez más difícil. El salto de un punto a otro permanente exige un funcionamiento que al cerebro le cuesta afrontar. Realizar dos tareas simultáneas, que significan un esfuerzo cognitivo, implica casi una quimera. En los niños, con el acceso prematuro, la problemática recrudece.
El celular y los niños
La carrera se inicia en la infancia. La generación que nació y nacerá con la tecnología bajo el brazo incorpora el celular como un apéndice de su propio cuerpo. En general, los más pequeños utilizan el dispositivo para jugar, con fines lúdicos, y ya los adolescentes diversifican su uso en redes sociales, fuente de información y hasta como plataforma para ver series o películas. "Debe prevalecer el sentido común. Hoy la tecnología aporta muchísimas cosas, no se puede desestimar, pero no debe ser la única fuente de conocimiento y dejar de lado, por ejemplo, la lectura", sostuvo la licenciada Tripicchio.
La Academia de Pediatría Norteamericana, en su último informe de 2016, recomienda que hasta los 18 meses el niño no esté expuesto a ninguna pantalla, ni siquiera a la del televisor. Entre los 2 y 5 años ya se le puede acercar a pantallas, pero no más de una hora diaria, con una estricta supervisión de contenido por parte de los padres. A partir de los 6 años, se aconseja un uso moderado que privilegie los juegos de estimulación y deje de lado los de violencia.
La edad promedio en que un chico recibe su primer celular está puesta hoy en los 11 años. "Me parece que no hay una edad en concreto. Varía según cada caso", dijo la psicóloga. "Por ejemplo, a los chicos con padres separados se les puede dar un celular para que estén en contacto con su familia. Lo que sí hay que tener en cuenta es al grupo de pertenencia".
El grupo de pertenencia: su entorno, sus amistades, su círculo más cercano. Cuando los amigos ya tienen su celular, dice la especialista, ya no se puede aplazar más la entrega de un smartphone. Y ese móvil será el primero de muchos que vendrán. El primero imposibilita la chance de dar marcha atrás en la relación inquebrantable persona-celular. La mera distracción o la preocupante adicción.
LEA MÁS: