"El arte siempre se entendió como una especie de laboratorio para pensar el futuro. Y ese futuro cada vez se hace más inmediato", aseguró a Infobae Eduardo Basualdo, artista plástico, quien se convirtió en unas de las figuras más comentadas en esta edición de arteBA, debido a que su obra "Freelancer", un helicóptero de tamaño real, desafía el "entendimiento del tiempo".
Basualdo es ya un reconocido artista, que estudió bellas artes en el IUNA y que integra desde hace más de una década el colectivo Provisorio Permanente. Su obra personal, por su parte, no solo se destaca en Argentina, sino que ha tenido emplazamientos destacados en la Bienal de Venecia de 2015 y en las Bienales de Lyon y Pontevedra en 2011, por nombrar algunas.
En "Freelancer", ubicado en el Espacio Chandon, Basualdo pone en tensión dos elementos de naturaleza opuestas: una estructura sólida y una máquina diseñada para volar, buscando enfrentar, convivir, dos maneras de abordar el espacio, que se transgreden mutuamente, lo estático, con lo móvil, la estructura, con lo cambiante.
"Hoy, los artistas no piensan que el sentido de su obra se va a leer en 100 años, sino ya. La filosofía contemporánea y el arte de la actualidad están centradas en el mismo punto. Nosotros no trabajamos en una botella, pensando que alguien la va a abrir en el futuro, sino en la inminencia del ahora, de que tu obra dialogue con el contexto".
-¿Cuál es la propuesta de Freelance?
-Mi trabajo en los último años estuvo orientado hacia lo topológico, en el espacio, a la pregunta existencial de '¿dónde estamos?' En ese sentido, para esta obra me interesó poner en crisis las estructuras que ordenan este espacio. Eso se puede traducir en una habitación, en una calle, en una ciudad, todo lo que hace que uno se deba mover en determinadas direcciones, cosas que por un lado controlan y, por otro, son bastones que permiten un orden. El mundo tiende a una desaparición, a una evaporación de estas estructuras. Cada vez es más difícil estar aferrado a algo, todo tiende a que seamos módulos autónomos, que nos movamos y creemos lazos momentáneos para cada necesidad. Las estructuras, como el trabajo o el amor, lo que fuere, para mí, están en crisis.
-¿Cuál es el rol metafórico del helicóptero ante esta crisis?
-El helicóptero representa todo esto. Puede salir de un punto y sin tocar ningún punto del plano llega a otro, es un transgresor de las leyes terrenales. No tiene calles, ni semáforos, es la mínima energía posible para trasladarse de un punto a otro. Lo otro que tiene de interesante es que esa transgresión se acerca al poder extremos -como el millonario que lo utiliza para moverse- y a la vez a la anarquía, al homeless, el personaje que no se allana, pero no porque transgrede, sino porque no ve los límites. La estructura de poder se transgrede desde el autoritarismo o de la evasión total.
-Algunos críticos relacionaron la obra con la manera en que terminó el gobierno de la Alianza, que también fue una crisis ¿cuál es tu posición ante la lectura política de la obra, ante esta asociación?
-Mi obra tiene que ver con el tiempo. El lenguaje artístico no es una nota periodística. Es una obra que tiene una lógica, que es sostenible en el tiempo más allá de las coyunturas volátiles. Es una lectura muy fácil, muy mediática, muy polémica. Pero no me disgusta, creo que le da a la obra más aristas todavía. Creo que es imposible no hacer una asociación en ese sentido. Los comportamientos de la política contemporánea no escapan a nuestra existencia, las cosas suceden, estamos todo sometidos a determinadas reglas del espacio, siempre se van a encontrar contactos, lecturas entre lo político-contemporáneo y el arte.
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