Ser y permanecer. Transitar, transmitir y trascender. Los sueños en perspectiva, un día, se convirtieron en su realidad. Después, en su estilo de vida. No necesitó una señal mágica del destino ni un llamado del más allá. Todo lo apostado, amén de su talento y belleza, fue acompañado por el factor suerte. Su suerte. La misma suerte que la encontró descendiendo de un barco en París para abrazarla, cobijarla y permitir que allí sea. Que allí permanezca.
Tenía solo 15 años. Creció con necesidades y vivió en mundo sin WhatsApp ni Google. Su crecimiento, la información adquirida y los conocimientos llegaron por otros medios. Recortes de diarios y revistas, apilados e intercalados, formaron la montaña de sueños con los que Kouka Denis se magnificó. Los mismos recortes que la llevaron a escapar de Flores, su lugar, el barrio en donde sus padres solo podían asegurar que la comida no faltase. Pero no había más.
María Haydeé Gaspar de Acuña se hizo llamar Mónica Lezica. Más tarde, con el correr de los años, el reconocido Kouka Denis arribaría a su vida. Previo a triunfar y deslumbrar en las calles parisinas, un crecimiento dificultoso tuvo a Kouka relacionada con el peronismo durante algunos años. Al menos desde el mito. En los años 50 comenzó la carrera en la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón, en donde fue separada y trasladada por motivos poco claros al hogar de tránsito n°2, lugar en el que actualmente funciona el Museo Evita.
Se desempeñó como empleada administrativa. En este hogar que estaba habitados por mujeres en situación de calle, consiguió su primer papel: Kouka era querida por todas y elegida para recibir una lista interminable de problemas e historias. Evita la observó, la eligió y Kouka actuó, llevando la bandera de la Escuela de Enfermeras en el desfile del día del Reservista, popular evento que se realizaba en la avenida del Libertador. Desde el palco, mientras ella entregaba su mejor sonrisa, la observaba Juan Domingo Perón junto a su mujer.
¿Por qué Kouka?
Manuel y Adoración, sus padres, eran inmigrantes: él portugués y ella española. Durante su luna de miel en Buenos Aires, la ciudad los cautivó. Primero decidieron recorrer el país, comprando unas hectáreas en Chaco. "Mi mamá me llamaba Cuca, con 'c'. Le pregunté por qué, y era por un pájaro de allá, del campo, que cantaba 'cu-cá, cu-cá'. Cuando viajé a París se transformó en Kouka".
Toda su vida fue un milagro. Desde su arribo a la capital francesa, Kouka no paró de cosechar éxitos. Fue la modelo preferida y musa inspiradora de Hubert de Givenchy, Yves Saint-Laurent y Thierry Mugler, ubicándola en un lugar privilegiado dentro de la moda argentina. En su arribo a París, vivió en la casa de la hija de Paul Claudel, el gran escritor y poeta francés, donde "aprendí a soñar en colores. Sueños verdes esmeraldas impresionantes y colorados intensos como la sangre de un toro", dijo.
Un pasaje y una estadía en París que obtuvo gracias a un concurso del periódico Le Quotidien. Convocaron a 100 chicas y solo ganó una. Ella. Viajó sola y los primeros días se alojó en un hotel. En la primera fiesta que fue invitada, un señor muy alto llamó su atención. No le quitaba la mirada de encima. "Monsieur Givenchy", se presentó. "Era mi cuento de Cenicienta. Estaba feliz, él me pidió que me quedara y mi madre me lo permitió", contó Kouka.
"Cuando Christian Dior falleció (1957), Yves Saint Laurent quedó en lugar del diseñador. De 150 modelos de la colección, 80 eran de él. Me vio en fotografías de Vogue y le pidió por mí a Givenchy, que no me quería prestar. Pero Saint Laurent (él la llamaba 'mi princesa inca') insistió y me fui con él. El día que se presentó la colección, frente a la prensa, me puso una camelia en la cabeza y dijo: 'A partir de ahora, Kouka es mi musa inspiradora y mi mannequin vedette'. Yo lloraba. Estuve 14 años con él", detalló.
La Guerra Fría, sus amores y el "no" a Jackie Kennedy
En junio de 1959, el líder soviético Nikita Jrushchov invitó a Saint Laurent a Moscú para presentar su colección de alta costura primavera-verano. Kouka encabezó la comitiva de doce maniquíes que, con sus miradas, sedas y tules conquistó a varios a golpe de sedas y tules, sacudió los pilares del comunismo. "Viajé con mi marido, Claude Azoulay, fotógrafo de Paris Match. Cuando entramos al hotel me dijo al oído: 'No hables de nadie, está lleno de micrófonos'. Teníamos a la KGB encima".
Luego de algunos años de romance, se separó de Claude. Una semana intensa junto a Warren Beatty la deslumbró para siempre, pero no funcionó. Pero su marido volvió, prometió portarse bien y ella regresó a su lado. Claro que él no cumplió y a partir de allí, el divorcio.
Recibió una propuesta más que interesante del magnate griego Aristóteles Onassis, quien le obsequió una caja de Cartier con dos rosas de oro, con su tarjeta y una invitación a cenar a Maxim's. "Le mandé a decir que no y devolví la caja, pero me quedé con las rosas".
La curiosidad es que la vida la cruzó con Jackie Kennedy, quien fue esposa de Aristóteles entre 1968 y 1975. "Era una señora con un carácter medio desagradable. Yo tenía un Yorkshire llamado Monita, que era mannequin también. En Dior le hacían mi misma ropa y desfilaba conmigo. A Jackie le mandaban todo y pidió un tapado de ocelote que yo había presentado con Monita, que tenía uno igual. Ella exigió el ensamble: quería mi tapado, el de Monita y a la perrita. Me negué mil veces. La señora Kennedy respondió que no le importaba el precio, que había un cheque en blanco. Al final dije: "Antes que se lleve a Monita, yo me voy de Dior".
LEA MÁS:
Nicole Neumann, de modelo lolita a la más codiciada de la pasarela
Ashley Graham: la historia secreta de la modelo XL que enloquece al mundo
Kate Rodríguez: "Me encaran más las mujeres que los hombres"