Los prejuicios –explícitos e implícitos– son una causa importante de la sub-representación de las mujeres y algunas minorías en las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Esta disparidad es uno de los ejes centrales de la lucha por la equidad de género y, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, el éxito reciente del film Hidden Figures reavivó el debate. La película, nominada al Oscar, cuenta la historia de tres científicas prácticamente desconocidas en su país de origen y el mundo: la matemática afroamericana Katherine Johnson y sus dos colegas, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, quienes fueron miembros cruciales de uno de los proyectos más ambiciosos de la NASA. Sólo eso bastó para que muchos comenzaran a preguntarse por qué nunca las habían oído nombrar.
Hace tiempo que el género femenino está en desventaja en las decisiones de contratación o promoción, en la concesión de subvenciones, invitaciones a conferencias, nominaciones para premios o en la formación de colaboraciones profesionales en estas áreas de estudio. Todas esas actividades académicas, cruciales para el progreso profesional y la retención de empleo en el campo científico, siguen estando protagonizadas por hombres.
En este sentido, un estudio reciente publicado en la revista Nature hizo referencia particular a la escasa presencia femenina como evaluadoras de los trabajos de sus pares. Esas evaluaciones permiten que las revistas científicas valoren la calidad de los artículos al mismo tiempo que los evaluadores mejoran en su propia área de conocimiento y fortalecen vínculos con otros investigadores.
Este análisis, llevado a cabo por la Unión Americana de Geofísica (AGU), indicó principalmente que las mujeres de todas las edades tienen menos probabilidades que lo hombres de participar en las evaluaciones. Entre 2012 y 2015 la presencia femenina entre los revisores era del 20%: porcentaje inferior al 27% de mujeres que logran que se acepten artículos en los que aparecen como primeras autoras y por debajo también del 28% que representan los miembros femeninos de la organización. Sin embargo, los autores Jory Lerback y Brooks Hanson demostraron que el porcentaje de artículos aceptados para su publicación presentados por mujeres era ligeramente superior al de los hombres (61% contra 57%).
Los motivos varían, pero ellos indican que la menor representación se da porque las mujeres reciben menos invitaciones para evaluar artículos que los hombres. Sin embargo, la cantidad de artículos aceptados es probable que se produzca porque las autoras, esperando mayores dificultades para que sus trabajos prosperen, se esmeran más en su preparación. Esta hipótesis coincide con los resultados de otros estudios científicos que indican que quienes esperan más obstáculos en un proceso le dedican un mayor esfuerzo y asumen menos riesgos. Eso explicaría también por qué las mujeres demoran más y entregan menos estudios.
Por otro lado, hay otras investigaciones que evidencian que la inequidad de género sigue vigente en el campo científico. Los resultados de un estudio publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences liderado por Corinne A. Moss-Racusin, psicóloga de Skidmore College, Estados Unidos, sugirieron que los profesores universitarios evalúan, independientemente de su propio género, de manera más favorable una candidatura a director de laboratorio firmada por un nombre masculino.
La complejidad de la problemática de los prejuicios de género también fue abordada en un artículo publicado en la misma revista en 2015. Aunque hay una gran cantidad de datos que reflejan la desventaja de las mujeres en las carreras de ciencia e ingenierías, y de que esa ventaja puede estar relacionada con los estereotipos de género, esos datos no se valoran igual dependiendo de quien los lea. En este trabajo se observó que los hombres –en particular aquellos en posiciones de poder– eran reticentes a aceptar el valor de los datos presentados en este tipo de estudios. Esta percepción, en un campo dominado por los hombres, hace más difícil que se reconozcan los sesgos que se aprecian en la recolección de datos y se empiecen a combatir de alguna forma.
Por último, uno de los estudios más recientes –publicado a principios de 2017 en la revista Science– aportó información sobre las posibles causas de la infrarrepresentación femenina en las ciencias. En el trabajo los autores consultaron a niñas y niños si, cuando se les hablaba de una persona inteligente, creían que era de su sexo o del contrario. Los niños de cinco años no indicaron grandes diferencias. Sin embargo, a partir de los seis o siete años, la probabilidad de que las niñas consideraran que la persona inteligente fuera de su sexo disminuía. Además, en otro experimento, los autores notaron que las niñas a partir de los seis años estaban menos interesadas en juegos dirigidos a "niños muy inteligentes". Pero el interés no variaba entre los géneros cuando se les presentaba un juego diseñado para "niños muy constantes".
Según consideraron los autores de la investigación, estas ideas sobre el género y la inteligencia, que aparecen en una fase temprana de la infancia, pueden alejar a las niñas de carreras asociadas a las áreas STEM y propiciar un ambiente incómodo para las que deseen hacerlo.
El ámbito IT, todavía dispar pero con una tendencia alentadora
En cuanto al área de carreras informáticas, el mundo parece estar lentamente dando el protagonismo que fue relegado al género femenino. Meg Whitman, del gigante Hewlett-Packard, Marissa Mayer, directora ejecutiva de Yahoo! y Ginni Rometty, presidenta y directora ejecutiva de IBM, son tres ejemplos resonantes del importante desempeño femenino en la industria IT a nivel global. En un ambiente hostil para su desarrollo, repleto de obstáculos y caracterizado por ser un ámbito masculino, ellas supieron destacarse y llegar a ser quienes toman las decisiones.
En Argentina, el panorama de la industria de desarrollo de software y servicios informáticos (SSI) todavía es desfavorable pero alentador. "La cantidad de mujeres trabajando en actividades vinculadas al desarrollo de SSI en el país es muy baja si se la compara con la participación promedio de las mujeres en el mercado de trabajo", indicó Paula Nahirñak, investigadora del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea. En total, por cada tres varones hay una sola mujer trabajando en servicios informáticos.
Según una encuesta reciente del centro de formación EducacionIT entre 1880 empresas del sector, en apenas un 11% de los casos la presencia femenina en sus staffs equipara la de los hombres, aunque en 270 casos los superan.
En el ámbito IT, ese progreso se está notando. María Laura Potaschnik –quien está al frente de su propia empresa, Soluciones Multimedia, y en sus años como alumna compartía aula con 25 hombres y sólo seis mujeres– aseguró que se le está dando cada vez más valor a la mujer en el sector. "Todavía sigue habiendo cierta desventaja a la hora de ocupar cargos gerenciales, donde la mayoría son hombres, pero creo que con el tiempo esto está mejorando y se está encaminando de una mejor manera".
Por otro lado, la fundación Dr. Manuel Sadosky, una institución público-privada que intenta favorecer la articulación entre el sistema científico-tecnológico y la estructura productiva de las TIC, condujo en el año 2013 una encuesta sobre la relación entre mujeres y tecnología y descubrió que, de 4 mil graduados de carreras de informática, apenas el 18% son mujeres. Sin embargo, la demanda de los sectores productivos todavía duplica la oferta total de especialistas en el área.
"Siempre es bueno que un equipo de trabajo cuente con integrantes de ambos géneros. Hoy hay más hombres, pero el peso de la mujer es fuerte en el mundo IT. Ellas tienen una óptica distinta tanto en el trato como en materia de trabajo en equipo, donde son muy resolutivas y le dan gran valor a la planificación", analizó Sebastián Divinsky, socio de EducacionIT.
Mientras tanto, este sector sigue apostando a la inclusión. "La respuesta que obtengo de los hombres es aceptable y positiva. Siento que la confianza a la hora de contratar un servicio de IT ya no depende tanto del género de quien lo ofrezca, sino de la calidad del servicio en sí mismo. Aún siguen existiendo ciertos tabúes, pero creo que de a poco las mujeres van tomando suma importancia en este sector", concluyó Potaschnik.
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