Quién es Milo Yiannopoulos, el supervillano más odiado de Internet

El griego de 33 años nació como un personaje cibernético, pero logró instalarse como un pseudo-intelectual y orador, con estilo Kardashian, cara visible del grupo de ultraderecha Alt-Right que apoya a Donald Trump. Cómo vive y piensa el considerado “troll más grande de la red”

Milo Yiannopoulos se define a sí mismo como el “supervillano más fabuloso de Internet”

El 2 de febrero, unos 1.500 manifestantes de izquierda se agolparon en la entrada de la Universidad de Berkeley, en California. La protesta subió de tono. A los pocos minutos se convirtió en un desbarajuste con pancartas incendiadas y disturbios varios en las inmediaciones. La manifestación logró su objetivo: cancelar la conferencia, que tendría lugar en la universidad, de Milo Yiannopoulos en el marco del "Dangerous Faggot Tour" o la Gira del Maricón Peligroso.

¿Quién es Milo Yiannopoulos? Precisarlo es casi una proeza. Una entelequia indefinible, contradictorio, inconsistente. Milo es imagen y discurso. Un pseudo-intelectual de ultra derecha que se viste con sacos pomposos y collares de perlas, anteojos de sol y usa los bolsos más caros del mercado. Un periodista y orador homosexual que a la vez es homofóbico y profundamente anti-feminista. "El supervillano más fabuloso de Internet", según él. Ante todo, un provocador o, también, el "troll más grande de la red".

Milo -su marca registrada en el mundo internauta- que debió abandonar Berkeley con guardaespaldas, nació en Grecia, pero creció en una pequeña ciudad cerca de Kent, en Inglaterra. Primero dejó la Universidad de Manchester; luego dejó Cambridge. Sus vínculos universitarios y su interés por el periodismo, sin embargo, le permitieron crear un sitio de noticias online llamado The Kernel que, también, fracasó. Colmado de deudas con sus redactores, logró venderlo a Daily Dot en 2014.

Pese a su fracaso inicial, reconoció que Internet debía ser su plataforma de despegue. Se abocó al trolling cibernético con tanto ahínco como si esa fuera su real profesión. Cosechó fama y seguidores. Aplaudidores de sus bromas y puntos de vista más radicales. Hasta que saltó al estrellato, por fin, el año pasado. Entonces su reconocimiento trascendió la web.

Trolleó, una y otra vez, a la actriz Leslie Jones, protagonista de la popular serie Cazafantasmas. Le dedicó minutos de cada uno de sus días a discriminarla y bastardearla. La llamó "gorda fea" y, finalmente, logró su objetivo: Twitter le bloqueó la cuenta en forma permanente. Adujeron que sus casi 350.000 seguidores habían sido producto del acoso constante a la estrella.

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Milo no dio el brazo a torcer. Como todo personaje famoso de la red que irrita a cientos de miles, también produce cierta fascinación. Su búsqueda anonadada de atención trae resultados. "No alimentar al troll", la recomendación de siempre, se vuelve irresistible. El periodista fracasado se convirtió en un orador con un buen número de fieles. Y, más allá, en la cara visible del Alt-Right.

El grupo de extrema derecha norteamericano cobijó al it-boy con cara de niño. Reconocieron su potencial de provocador para masificar su mensaje furioso en contra de la izquierda y de respaldo hacia la candidatura de Donald Trump para la presidencia. "La prensa está determinada a etiquetar a Alt-Right como un movimiento misógino, producto del odio, racista, homófobo y antisemita, y al mismo tiempo trata de coronar a un gay judío [yo] que no se calla la boca sobre sus novios negros, como el líder de todo este movimiento. Algo no está bien", señaló Milo, empeñado en definirse como judío pese a no serlo, que se trasladó en 2015 hacia Estados Unidos con la excusa de trabajar como editor tecnológico de Breitbart.

Milo se transformó en la cara visible de Alt-Right

Su nuevo puesto laboral se transformó en la plataforma ideal para escribir sobre sí mismo, plasmar sus ideas más radicales y hasta bizarras con total libertad. Se volcó al trumpismo sin ningún miramiento. Su amor incondicional lo llevó a llamarlo "papi". "Creo que mi legado podría ser más largo que el de Trump. Yo estoy atacando la enfermedad, no los síntomas. Además, él no lee. Pero todavía lo amo. Y sigue siendo mi papi. Nadie es perfecto", le dijo a Bloomberg.

Milo es un habitué de las marcas más lujosas. Sin ningún problema, dice que tiene pensado gastar 12 mil dólares en un traje gris. Siempre con un collar de perlas, diamantes relumbrantes en sus orejas y claritos rubios en su cabello. Lleva sus gafas a todas partes, además de por su imagen, por su miopía avanzada. Aprendió a ver la vida en forma impresionista. "La vida es una pintura de Monet", se ríe, el ya hombre de 33 años que dice que lo único malo que le pasó en la vida fue la muerte de su abuela.

Vive en un departamento no demasiado grande, pero siempre con gente a su alrededor. "No he estado solo en una habitación desde hace cuatro años. No por más de una hora", detalla. El reconocimiento, sin embargo, no le produjo solo alegrías. Una vez, recibió una jeringa en su correo. Otra vez, dejaron caer en la puerta de su casa un ratón muerto con una hoja de afeitar adentro. Él dice que solo fue difícil porque debió darle a su mucama, que abre el correo, un aumento. Al odio le responde con más provocación.

"Nunca me he ofendido. No sé lo que significa. No es que esté en desacuerdo con eso. No lo entiendo. Nunca tuve ese sentimiento. No dejo que los sentimientos controlen mi vida", explica Milo que, a su vez, deja en claro su preferencia por los blancos a la hora de trabajar, pero su absoluta predilección por los negros a la hora del sexo. Dice, en tono jocoso, que quiere lanzar un libro llamado "Satisfacer al Hombre Negro Sexualmente" para que en la televisión lo describan como "Autor de Satisfacer al Hombre Negro Sexualmente".

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De hecho, su libro autobiográfico Dangerous, aún no publicado, cuyo lanzamiento se espera para el 14 de marzo, lo posicionó como líder indiscutido de venta anticipada en Amazon desde fines del año pasado. Milo -lo dicen miembros de su entorno- seguramente no crea ni en la mitad de los ideales que pregona. "Es como si estuviera bromeando y dijera: dejame popularizar las peores ideas que alguna vez existieron", confirma uno de sus conocidos.

En plena campaña electoral, Hillary Clinton leyó varios titulares de Breitbart en repudio. Dos de ellos, de artículos de Yiannopoulos, que trataban sobre control de natalidad y un antifeminismo rancio. En ese momento, Milo giró en su silla y aplaudió. Sintió que, una vez más, había logrado su objetivo. Que la "enemiga" hablara de él. Que la, por entonces, principal cara de la oposición también hubiera sucumbido en la tentación irresistible de seguir alimentando al troll.

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