Super Bowl, la historia de la gran derrota de Trump

En 1983, el presidente estadounidense desembarcó con sus millones en el popular fútbol americano impulsando la creación de la USFL, una liga paralela a la NFL. Propietario de los New Jersey Generals, quiso adueñarse del lucroso negocio deportivo, pero sus ambiciones insaciables lo llevaron al fracaso

Donald Trump junto a Steve Ross, el magnate propietario de Houston (AP)

La vida de Donald Trump tranquilamente puede definirse como sinónimo del éxito. El camino recorrido hasta sus 70 años lo transitó en comunión con la fama, los lujos, la ostentación, las excentricidades. Propietario de una fortuna calculada por Forbes en 4.500 millones de dólares, a lo largo de años construyó un imperio de extravagancia pura, mientras en los medios daba a conocer el tipo de personaje detrás de los dólares.

Hombre de negocios, la ambición es el motor que lo impulsó a explorar diferentes ramas. Luego el cimbronazo que significó su elección como presidente de los Estados Unidos no faltaron los que lo encasillaron como el hombre capaz de lograrlo casi todo. Sin embargo, detrás ése "casi" se esconde una gran caída, un plan con el que sus millones no pudieron, una fallida conquista ligada de pleno con el fracaso tras inmiscuirse en la irresistible tentación lucrativa del mundo de los deportes.

Trump compró los New Jersey Generals por 6 millones de dólares (Sports Illustrated)

La relación de Trump con los deportes data de un largo historial. En su época de adolescente mostraba habilidades para diferentes actividades: en la New York Military Academy, la escuela donde se formó académicamente, el magnate practicaba asiduamente béisbol, jugando en la posición de primera base. Durante las horas de ocio también elegía al básquet y fútbol americano. Y alguna vez hasta se animó al soccer, tal como se conoce al tradicional fútbol por aquellos lares del planeta.

Ya al mando en la Casa Blanca, una de sus primeras iniciativas fue enviarle un guiño a Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, invitándolo a una encuentro exclusivo, con el fin seducirlo y acrecentar las posibilidades de Los Ángeles como sede de los Juegos Olímpicos del 2024. De igual modo, se abocará a impulsar la candidatura del país norteamericano para organizar el Mundial de Fútbol en 2026.

El fútbol americano es el deporte con mayor cantidad de aficionados en Estados Unidos

Trump seguirá con atención la final del fútbol americano que esta temporada disputan New England Patriots y Atlanta Falcons. La magnitud y el alcance del Super Bowl tiene comparación con la de un Mundial o un Juego Olímpico. Al menos en Estados Unidos, es una cuna de pasiones que desde hace tiempo trasciende fronteras; una cita que se penetra en las venas de una gran masa de seguidores replicados por todo el planeta; un evento siempre de los más vibrantes y vistos del año. Y, por supuesto, un gran negocio, ya que genera unos 700 millones de dólares. En este último punto radicó la atracción que sedujo al mandatario norteamericano y que lo llevó a probar suerte en la década de los '80.

El presidente norteamericano junto al comisionado de la USFL, Harry Usher

En 1983 un grupo de acaudalados empresarios quisieron revolucionar el fútbol americano. Para competir con la NFL (National Football League) crearon la USFL (United States Football League), un certamen cuyo aporte distintivo para atraer al público era la disputa en los meses de la primavera estadounidense, durante el receso de la liga principal.

A falta de "algo más" para ofrecer, vieron en Trump un potencial aliado. El magnate no iba a desaprovechar la oportunidad para intentar cumplir una vieja aspiración. Con 37 jóvenes años decidió desembolsar unos 6 millones de dólares y comprar un equipo de fútbol americano: los New Jersey Generals. El desembarco del carismático presidente con su billetera fueron el mejor estímulo para realzar una liga de 12 conjuntos en su primera temporada. Con él, llegó el glamour, la publicidad y la atracción.

El diseño en detalle del casco de los New Jersey Generals

La opulencia rodeaba a todo lo que ocurría dentro del club. Las conferencias de prensa se desarrollaban en un majestuoso vestíbulo dorado del imponente rascacielo Trump Tower, recubierto de mármol y situado justo enfrente de una gran cascada. Para conciliar una entrevista personal con el propietario del equipo de Nueva Jersey, los periodistas debían ubicarse en una gigantesca sala de cine, en la que se proyectaba la construcción y el éxito del imperio Trump.

Como era de esperar, armó un equipo de contratos millonarios y nombres destacados, la mayoría con amplia experiencia en la la liga rival. Brian Sipe, Gary Barbaro o Dave Lapham fueron algunas de las estrellas de la época que se sumaron al elenco que dirigía Walt Michaels. Temporada a temporada, los Generals fueron registraron una importante mejora en el plano deportivo.

Trump presentando a Herschel Walker, una de las figuras de aquellos tiempos (AP)

Inmiscuido mayormente en lo que envolvía al entramado de la franquicia –el show, el protagonismo, el puro espectáculo–, a Trump no le interesaba tanto el número de touchdowns convertidos sobre el terreno de juego. Muy dentro suyo tenía un deseo escondido y una meta por cumplir: siempre quiso ser el propietario de un equipo de la NFL. El anhelo, la codicia, el ansia por pertenecer al selecto club de dueños de la liga oficial se convirtió en la cuna de su posterior fracaso.

Con el pasar de los años la nueva liga no crecía. Lejos estaba de emular la magnitud de su competidora. Impaciente, Trump encabezó una movida que derivó en desmoronar todo lo conseguido. En 1986, presionó al resto de propietarios para mover la USFL al otoño y competir directamente contra la NFL. Para ratificar la abrupta medida selló una de sus célebres frases que quedaron en el recuerdo: "Si Dios quisiese fútbol en primavera, no hubiese inventado el béisbol". Con varias de las franquicias ahogadas por las deudas, su oportuna estrategia acaparó la aprobación inmediata.

Trump tenía 37 años cuando se adentró en el mundo del fútbol americano (Sports Illustrated)

Ante la negativa de acordar una fusión, la USFL presentó una demanda de 1.69 billones de dólares contra la NFL, acusando a sus pares de violar la Ley Sherman, ya que tenía acordado los derechos de trasmisión con las tres grandes plataformas televisivas (ABC, CBS y NBC). La iniciativa pareció más responder a una necesidad económica que a un reclamo justo.

Tras 42 días de juicio, la justicia resolvió que la NFL tenía el monopolio del fútbol profesional. Sin embargo, la corte recompensó a la USFL con tan solo 1 dólar por los daños ocasionados (USD 3,76 tras varios recursos e intereses) dándole el golpe de gracia. La liga estaba arruinada. Nunca se volvió a jugar otro partido.

Tiempo más tarde, Trump rememoró en el libro El arte de la negociación: "Como testigo, fui bien hablado y profesional, pero eso probablemente jugó a favor de la NFL. Desde el día uno, la NFL me calificó como un multimillonario vicioso, codicioso y maquiavélico, con la única intención de lograr mis objetivos egoístas a costa de todos los demás". Nunca lo dijo, nunca lo admitió, sin embargo cada uno de los involucrados lo señalan como principal culpable.

El presidente tendrá que cumplir con la tradición de recibir al equipo campeón (AFP)

Su nombre se insertó en varios deportes. Su imagen está grabada en el salón de la fama de la WWE por las contribuciones a la lucha libre profesional. Dentro del circuito de golf, es dueño de 17 campos y varios campeonatos, incluso de la PGA, llevan su apellido.

En el legajo de Trump, hay un hueco para el boxeo por organizar varias peleas por campeonatos del mundo en su propiedad de Atlantic City. En el fútbol americano, no. Es un terreno virgen que no pudo conquistar. No acostumbrado a la derrota, cada nueva edición del Super Bowl es un llamado al recuerdo acerca de cómo sus aspiraciones insaciables terminaron en rotundo derrumbe.

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