Thomas Alva Edison dijo: "No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla". El inventor hizo culto de sus errores para dar luz eléctrica. Quizás sin quererlo, tal vez por error, fue el padre intelectual de una corriente que se manifiesta hoy bajo un nuevo sufijo ismo: "el errorismo". Al que no le falta la "T" del principio tal como propone Google -suponiendo un error de tipeo- en su opción "quizás quisiste decir". Paradoja o metáfora de la naturaleza del movimiento, el errorismo, una reivindicación del fracaso y la belleza de equivocarse, nació por error.
Y por un error parecido al que intuye la tecnología. El Grupo Etcétera decidió intervenir cuando George W. Bush, el entonces presidente de los Estados Unidos, visitó Mar del Plata en 2005 para cumplir con la agenda de la cuarta Cumbre de las Américas -recordada por el no al ALCA y el reparo del Mercosur a las intenciones imperialistas-. Participaron en la contracumbre, bautizada "la Cumbre de los Pueblos" (donde Hugo Chávez reprodujo el histórico "ALCA, ALCA, al carajo"), para cuestionar los estereotipos. Pensaron su performance y la denominaron "terrorismo y teatro", aunque el título -acaso subrayado en rojo- fuese en términos de realidad digital "errorismo y teatro". "Por error habíamos llegado al concepto que estábamos buscando", definieron los cráneos que dieron origen a La Internacional Errorista, no un colectivo cultural ni una secta, un movimiento filosófico que jura que "Todos somos erroristas" (Manifiesto Errorista, 2005).
En su primera exposición, se vistieron de (t)erroristas con ropa negra, caras tapadas, armas de cartón y banderas rojas que reclamaban la redención del error. Es un movimiento filosófico de prácticas y conceptos: cultural, tecnológico, científico, político y espiritual que opera sobre el error como principio moral y proveedor de cambios. Equivocarse es salud, los erroristas creen que el error es una fuente de inspiración.
En diálogo con Infobae, Federico Zukerfeld y Loreto Garín Guzmán -miembros fundadores del Grupo Etcétera y animadores del errorismo internacional- clarificaron valores: "El error es el fenómeno que determina la sucesión de los acontecimientos, traza las líneas del mapa de la vida. Es una afirmación negativa, una especulación sobre otro resultado posible. Errorismo es una palabra-acción, una filosofía de vida. Para nosotros, erroristas, la experiencia del error es la experiencia del conocimiento. El error educa, transforma y revoluciona. Debemos deseducarnos de conceptos y falsas verdades como triunfo, éxito y eficacia".
“Aceptar el error es el único camino para la liberación del ser humano y su integración armónica con la naturaleza. La pérdida del temor a fallar o fracasar puede conducir a una superación de las limitaciones personales y colectivas”
La corriente errorista asume también "la belleza de equivocarse". Además de sus ribetes artísticos y espirituales, la reivindicación a la imperfección de la naturaleza convence a emprendedores y especialistas en educación. Según la visión de académicos y catedráticos afines a estas filosofías, la cultura global mejoraría si los sistemas educativos adoptaran este método de aprendizaje. Ken Robinson, probablemente el mejor educador del mundo, revaloriza la función del error en el alumno en un marco de crítica al sistema educativo. Además de comparar a las escuelas con las fábricas y de considerar a la imaginación como fuente de todo logro humano, expresó: "Si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada original".
El ingeniero Norberto Lerendegui, director de la Escuela de Ingeniería y Tecnología del Instituto Tecnológico de Buenos Aires –ITBA-, atendió la consulta de Infobae sobre la corriente errorista: "En términos educativos es necesario dividir el error. Una cosa es aprender del error y otra cosa es tomarlo como práctica sistemática, como 'prueba y error'. Cuando un proyecto cualquiera no resulta como el esperado, es necesario capitalizar el error e interpretar sus causas como una fuente de aprendizaje. No es lo mismo que tener como hábito de vida equivocarse sin convertirlo en una experiencia positiva". Recordó, a modo de anécdota, un desafío de ajedrez con un amigo experto en la disciplina. "Jugamos 25 partidos y él ganó 24, el restante lo empatamos cuando casi lo tenía ganado. Le pregunté -contó- si nunca iba a poder ganarle. Y me contestó: 'Cuando tengas tantas partidas perdidas como yo, vas a poder ganarme'. El sí canalizó sus errores en aprendizaje".
La alabanza del error es, a la vez, un discurso recurrente en el emprendedorismo. Silicon Valley, el sitio donde se investiga el futuro, difunde como mantra la teoría del "Fail fast, fail often" ("fracasa rápido, fracasa a menudo"). Así como Edison creyó que sus errores antes de inventar la bombilla eléctrica sólo fueron parte de un aprendizaje, de un proceso, de un camino hacia el propósito final: el acierto del error, la falla como perfección. El errorismo se erige como una crítica social al éxito y la perfección.
Acuñada, de todos modos, en ámbitos más filosóficos, el concepto del error como ritual de negación y sentido de liberación de la humanidad es abordada por la Internacional Errorista. Este movimiento catalizador de ideas sospecha la usufructuación del error como plataforma new-age para saciar la voraz ansiedad de un mundo neoliberal: "Hemos percibido que últimamente en el ambiente empresarial existe un gran interés por la filosofía errorista. Empresarios y filántropos han manifestado su vocación por el error. Sin embargo, creemos que no se trata de reducir esta tendencia a asumir el error como una moda o una estrategia de marketing para una variable de utilidades". Aunque el error que forma el crecimiento, en definitiva, no discrimine disciplinas ni situaciones. Apenas desenmascara su crueldad y lo humaniza. Algo así como una herramienta filosófica para comprender la existencia, el amor, la vida y la muerte.
LEA MÁS:
Linchamiento digital: el nuevo escenario de escarnio público
Vida tattoo, de la marginalidad al fashionismo: radiografía de una batalla cultural