¿Quién no ha visto rostros en las rocas o formas en las nubes? Expresiones expectantes y pícaras, escondidas entre la vegetación. Las imágenes mentales y los recuerdos que evocan los paisajes son los grandes temas de la obra de Adrián Doura, el artista plástico argentino radicado en París hace 30 años que vuelve a exponer en el país con su flamante "MontañAgua", donde el realismo mágico se potencia para crear piezas donde la imaginación distorsiona la naturaleza.
La apertura de la muestra se llevó a cabo el viernes 14 de octubre a las 20:30 horas, y se desarrollará hasta el 4 de diciembre en el Museo de Bellas Artes de Salta (Avenida Belgrano 992). Consiste en 13 obras de grandes dimensiones que tienen como protagonistas a retratos de la naturaleza; pinturas donde la perspectiva del espectador es una parte clave para dar vida a la imagen y evocar en la mente individual sensaciones únicas de pertenencia y memorias de tiempos pasados.
La superficie del agua, la tierra, las rocas y el cielo son los motivos preferidos de este artista, cuyas piezas y sus escalas se definen respecto a la del observador. Para la exposición, Doura realizó además una obra in situ: un dibujo mural sobre la pared de la sala central de 8,5 metros de altura por 16 de longitud que representa la cima del volcán Llullaillaco.
"Es una instalación compuesta por obras que no son parte de una serie pero que tiene un hilo conceptual; una armonía. Cada detalle, cada nube, está en triangulación", aseguró sobre su muestra el artista en diálogo con Infobae. Doura comenzó a trabajar sobre el paisaje en 1993, durante su residencia como artista en la localidad de l'Estaque, Marsella. Fascinado por la luz, el relieve y la singularidad de las nubes, el pintor y escultor vio sus monumentales obras expuestas en todo el mundo, desde Francia, Mónaco, España, Estados Unidos, hasta Turquía y Argentina.
Doura, formado profesionalmente en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, toma prestado el concepto freudiano de "sentimiento oceánico" y lo define con la magia envolvente con la que captura a su público. En sus pinturas no hay personas, sino que es el que observa la obra el que se vuelve un uno mismo con ella, capturado por sus pinceladas y su estilo que engaña, ya que promete ser hiperrealismo pero que, ante una más cercana inspección, una metamorfosis da lugar a texturas, colores y por momento hasta abstracciones que no son propias de ese movimiento.
Se trata más que nada de metarrealismo. A él le gusta más definirlo como "realismo mágico", aunque sabe que no es aceptado. Es que Doura pinta paisajes reales, como trayectos de la mágica Ruta 40 y sus impresionantes cardones, el magnífico valle Calchaquí y Talampaya; luego los altera, los transforma en puentes mágicos al mundo imaginario.
Un ejemplo de esta manipulación es su obra "Río Rosa", un díptico creado este mismo año que rinde homenaje a los niños del Llullaillaco que fueron hallados en marzo de 1999 extremadamente bien conservados por el frío en la cumbre del volcán, a 6.700 metros de altura sobre el nivel del mar. La pintura en cuestión muestra un lugar real, entre Cachi y Molinos en el Norte argentino, pero los colores de sus aguas, que adquieren tonos sanguíneos, y sus rocas que recuerdan a pequeñas calaveras cuentan otra historia: la de un ritual sagrado indígena y los sacrificios que vienen de la mano.
"Para mí, la gran inspiradora fue la naturaleza. Me interesa mucho también el psicoanálisis y la simbología de lo dual; del femenino y masculino, el ying y el yang". Esto está clarísimo en la exposición, donde la femineidad y la masculinidad se entrelazan y se encuentran en sus formas más agrestes en el paisaje para crear vida, luz y movimiento.
Sobre sus obras describe que "son como retratos de la tierra, cómo la naturaleza te mira". Afirma que tiene un vínculo muy fuerte con ella, y que la siente, le habla. Es por eso que crea exaltaciones, para lograr un proceso infinito que se construye dentro de la obra pero que no existe en la realidad. "Son íconos que tienden a crear y evocar un sentimiento en el cerebro de la persona. Buscan una reminiscencia, tocar un conjunto de experiencias que nacen de nuestra cultura visual. Todo a partir del lenguaje de la naturaleza".
El crítico y académico David Jacobson, quien escribe un prólogo para la instalación del artista, observa que "Doura claramente disfruta la plenitud de las superficies intensamente diversas, desde el Río de la Plata hasta el noroeste argentino. Estos paisajes plenos juegan constantemente con expectativas de presencias antropomórficas o criaturescas, ídolos que comunican por presagios del tiempo o del momento del día, o líneas ambiguas sobre superficies rocosas que sugieren una 'mirada' (sin otro propósito discernible) por parte de la naturaleza".
La única pieza que no pertenece al paisaje autóctono argentino es su obra "Crossing the Pond", pintura creada a partir de una fotografía que Doura tomó cuando viajaba hacia Marsella a través del cielo del Canal de la Mancha. Se trata de una obra única, que mezcla los azules del firmamento y del océano con una destreza única que transporta al espectador a una burbuja entre las nubes.
Doura crea imágenes cinematográficas. Su exposición es como un travelling por cuadros quietos y absorbentes, que atraen al espectador a "entrar a la obra" y ser parte del todo. Son imágenes de imágenes; recuerdos de recuerdos de la naturaleza, viva y acechante, siempre a la espera, siempre atenta, que se hace notar con los murmullos de sus bosques, los suspiros de sus aguas y los azotes de sus vientos.
Cuándo: la exposición puede visitarse desde el 14 de octubre hasta el 4 de diciembre.
Dónde: en las Salas 3 y 4 del Museo de Bellas Artes de Salta (Avenida Belgrano 992).
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