Los Juegos Olímpicos modernos se realizaron por primera vez hace 120 años, en Atenas 1896. Fue el inicio de un evento que, cada cuatro años, abstrae al planeta, tres semanas en que la élite del deporte internacional emociona con su entrega, sorprende con sus récords y entretiene a través de su estética.
En sus inicios, durante el siglo XIX, la práctica deportiva estaba asociada a los hombres y cuando una mujer intentaba realizar alguna actividad competitiva se la asociaba -y acusaba- de falta de femineidad. Sin embargo, ellas comenzaron a formar parte del máximo evento deportivo durante la segunda edición, en París 1900, en cuatro deportes: tenis, golf, yachting y croquet. Era el comienzo de un nuevo siglo, de una nueva era.
La inglesa Charlotte Cooper fue la primera en ganar un certamen, pero nunca recibió una medalla dorada, ya que esta tradición comenzó 4 años más tarde, en San Luis, Estados Unidos. Además, "Chattie" -que ya había ganado 3 veces seguidas Wimbledon- obtuvo una segunda "medalla" en la disciplina de dobles mixto, junto a su compañero Reginald Doherty.
En esta era, los uniformes masculinos utilizaban pantalones anchos hasta las rodillas y remeras con -o sin- chalecos de algodón, mientras ellas debían llevar polleras largas y siempre blancas, ya que este color además de transmitir pureza era el "obligatorio" si se deseaba mostrar pudor, como a su vez ocultaba las "vergonzosas" aureolas causadas por la transpiración.
Durante las ediciones de 1904 y 1908 (Londres), las mujeres pudieron mostrar sus habilidades en tiro con arco. La disciplina -en su rama femenina- ya no estuvo en Estocolmo 1912 y se debió esperar hasta Munich 1972 para su regreso.
En los JJ.OO. de 1912 se realizó la primera demostración de gimnasia artística. Allí, por primera vez, aparecen las polleras hasta la rodilla, lo que generó una controversia ya que este look era inapropiado para las mujeres. De hecho, el equipo femenino de natación de EE.UU. fue descalificado por su look "impúdico".
La Gran Guerra -1914 a 1919- comenzó a cambiar el panorama. Principalmente, porque las mujeres debieron salir a trabajar para reemplazar a los millones de hombres que fueron al frente. Esta necesidad permitió que pudiesen, de a poco, ir variando su outfit, que buscó ser menos acartonado, más cómodo, debido a las labores que debían realizar.
En medio de este tiempo de confusión y dolor en gran parte del globo, las mujeres ganaban con la figura de Coco Chanel una nueva manera de expresarse a través de la ropa. La icónica diseñadora francesa fue responsable de uno de los grandes cambios en el guardarropa femenino, ya que produjo una ruptura con el estilo elegante, pero poco práctico que reinaba durante la Belle Époque al crear una línea informal, sencilla y cómoda, gracias a la introducción del tejido de punto elástico.
Además, la eterna Coco también fue una figura a imitar y su estilo de pelo corto, como su participación en "prácticas masculinas" ayudaron a cambiar el paradigma. Así, los vestuarios viraron más hacia el estilo flapper: faldas más cortas, sin corsé y corte de cabello especial conocido como bob cut.
En los Juegos de 1920, en Amberes, Bélgica, la leyenda de la gran tenista francesa Suzanne Lenglen comenzó a brillar. Obtuvo el oro y se convirtió en una referente, imagen que se reforzaría dos años después, cuando saltó al césped de Wimbledon con una pollera corta, apenas por abajo de la rodilla.
El tenis tendría su segunda edición en la siguiente edición –París 1924– pero luego sufriría una ausencia notable de 64 años. Resurgió en Seúl '88, cuando la argentina Gabriela Sabatini obtuvo la medalla de plata. Fue en la "Ciudad Luz" donde también comenzaron a cambiar las telas. Surgieron la seda, el satén y el algodón, en reemplazo del tejido de lana. Prendas más ligeras, más frías, que permitían un mejor desempeño y una resistencia a las altas temperaturas. Fue el comienzo del profesionalismo en los uniformes, en los que ya había -pocos- diseñadores que pensaban en más en la funcionalidad y la comodidad.
En Amsterdam 1928 ya habían comenzado los cambios sociales que le permitieron a las mujeres poder trabajar y, en algunos países, votar. El embrión de la liberación femenina seguía creciendo. Es en esta edición cuando por primera vez salen al campo: tanto a las pruebas de velocidad, como de atletismo. En las pistas, ellas utilizan camisas de manga corta como también pantalones más cortos, hasta la mitad del muslo; mientras que en las otras competencias se sigue manteniendo el decoro, en algunos casos.
La Gran Depresión de 1930 produjo que solo Los Ángeles se presentara como candidata para albergar el evento dos año más tarde. Fue la primera vez que hubo una Villa Olímpica, por lo que los atletas comenzaron a utilizar ropa deportiva en su tiempo libre. También se impuso el tan deseado podio, por lo que los ganadores fueron premiados ante el público. A partir de allí, los uniformes patrióticos se hicieron comunes a todas las delegaciones y la ropa deportiva comienza a ser una moda entre los civiles.
Se conocen varias historias de superación durante Berlín 1936 -en pleno apogeo del nacionalsocialismo liderado por Adolf Hitler-. Historias épicas que desafiaron al nazismo, como la del afroamericano Jesse Owens, que obtuvo cuatro medallas de oro en las pruebas de 100 m, 200 m, salto de longitud y la carrera de relevos 4×100 m en la que estaba pensada como celebraciones de la raza aria. Sin embargo, las mujeres también dejaron su huella, al desafiar aún más los cánones de vestimenta.
Sin dudas, la figura más destacada fue la de la norteamericana Helen Stephens, conocida como Fulton Flash, quien con 18 años obtuvo el record mundial en los 100 metros con 11.5 segundos, marca que se mantuvo hasta Roma 1960. En lo que respecta al look, Stephens -y sus compañeras de equipo- lució una camiseta más ajustada, sin mangas -por primera vez- y pantalones cortísimos para el momento. El objetivo era claro, darle a las atletas una mejor capacidad de movimiento y comodidad.
En 1936 también apareció en los uniformes la clásica banda cruzada, que se mantendría como símbolo olímpico para muchas federaciones, siendo aún más popular durante las décadas del 5o y 60.
La edición XIV de los JJOO -a XII y la XIII fueron suspendidas debido a la Segunda Guerra Mundial- tuvo a Londres en 1948. Los uniformes, además del confort, comenzaron a tener cada vez más detalles fashion, como el cuello redondeado o con la combinación de colores entre las mangas y éste.
La natación femenina comenzó a ser practicada a partir de 1912. Los estilos fueron cambiando de manera radical. En el caso de los deportes de agua, se pasó de una pieza enteriza a una doble con más estilo, aunque con los años y el desarrollo de los géneros sintéticos el algodón de otrora le dejó lugar a la lycra y después a las fibras sintéticas, diseñadas para resbalar el agua y que permiten un mejor deslizamiento, menor resistencia. Sin embargo, siempre tuvieron un punto en común, buscaron ser ceñidos al cuerpo, ya que así se realiza menor esfuerzo y se genera un efecto hidrodinámico.
La década del '60 produjo un cambio radical en los materiales. Los géneros sintéticos comenzaron a expandirse por todos los deportes donde se necesitaba precisión de movimientos. Quizá el gran cambio se notó en Beijing 2008, en el que se realizaron 43 récords mundiales en las piscinas debido a la evolución de los trajes de baño. Aparecieron las piezas de todo el cuerpo -desde el tobillo y con hombros cubiertos-.
La gimnasia artística -comenzó en 1928- y tomó por muchos años los trajes de la natación: mangas cortas y una "pollera" ajustada. Ya en los 50 el material se basó en fibras naturales, con un cuello en V y un corte bajo hasta la cadera, tratando de acentuar la cintura.
En los '60 los oufits comenzaron a tener detalles estéticos. Por ejemplo, el leotardo de la checoslovaca Věra Čáslavská tenía un dibujo de un cuello con botones, solo por estética, sin funcionalidad.
A partir de los '80, la batalla de las grandes empresas deportivas generó uniformes más vistosos, con detalles en colores, pero siempre con las tonalidades de las banderas como eje. El uso del spandex – material ajustable- permitió leotardos a más apretados, con menos de costura y que mejoraban la estética del movimiento.