No existe, a ciencia cierta, un dato fidedigno del origen de la empanada. Y es lógico, una tapa de maza con contenido en el interior no es una idea muy complicada, aunque está en cómo se prepara ese relleno el secreto del éxito.
En toda Latinoamérica, como en España y otras partes del globo, existen versiones de la empanada. Después de todo, ¿cuál es el borroso límite que divide a la empanada del Fatay árabe o el Lejmayin de la cocina judía? ¿Y acaso el Cornish Pastry de la región de Cornwall, en Inglaterra, no se parece sospechosamente a la afamada empanada criolla?
Sin embargo, en Argentina este plato se convirtió en una cuestión nacional. Cada provincia tiene la suya, y si es suave o picante, si lleva pasas o papa, o huevo o aceitunas, o nada de eso o todo eso junto, son discusiones que pueden tornarse acaloradas.
Guía Oleo realizó una selección de cinco rincones porteños con propuestas sorprendentes, que rompen el molde y traspasan las fronteras del sabor.
El Tejano BBQ
Honduras 4416, Palermo
¿Qué sucede cuando un tejano llega a Buenos Aires y fusiona los sabores favoritos de su tierra con el inmortal concepto de la empanada? Una delicia incomparable. Larry Rogers produce en su local de Palermo unas tremendas empanadas de brisket (tapa de asado ahumada y desmenuzada) fritas. Para que la fusión sea completa, lo mejor es acompañarlas con un poco de salsa barbacoa picante. De tamaño generoso, el plato explota de sabor y sorprende gratamente al paladar de cualquier argentino.
La Paceña
Echeverría 2570, Belgrano
Con 20 años como ilustre representante de las empanadas Bolivianas en Buenos Aires, La Paceña, en Belgrano, no falla. Nada de pretensiones, solo unas empanadas fabulosas, con una masa única (receta secreta), más gruesa y dulce que lo habitual, y rellenos muy ricos, especialmente los picantes (que pican de verdad): las de carne, por supuesto, pero las de pollo y las Puka-Kapa – o sea queso y cebolla asada picante – son una experiencia gastronómica única. El lugar no es grande y a veces hay que esperar, pero vale la pena.
Ña Serapia
Av. Las Heras 3357, Palermo
Ña Serapia es un pequeño restaurante con aire de pulpería en el barrio de Palermo, justo frente al Parque Las Heras, que se especializan en cocina regional. Las empanadas salteñas, chiquitas y deliciosas, son un manjar y si se las acompaña con un buen vino tinto (en pingüino) o una limonada la experiencia se vuelve aún más memorable.
¿El secreto? Carne a cuchillo, cebolla frita, ají molido y mucha magia. Para los que se animen al picante, se debe comerlo de la siguiente manera: se abre la empanada por la punta, se la sopla un poco para que el jugo no queme la boca, se le agrega un poco de picante, y se le da un buen mordisco. Repetir hasta saciarse.
La Mezzetta
Av. Álvarez Thomas 1321, Villa Ortúzar
Todo un clásico de Buenos Aires, desde 1957 esta pizzería de Villa Ortúzar deleita a las masas con pizzas exuberantes de queso -y, especialmente, una fugazzeta que muchos consideran la mejor de la ciudad- para comer con un codo apoyado en la barra. Este lugar no tiene muchas variedades de empanadas: solamente hay de jamón y queso y de carne, como debe ser en una pizzería de este calibre, y realmente, con estas contundentes piezas de arte, no se necesita nada más. La de carne es súper jugosa, y la de jamón y queso, obscenamente rellena.
La Morada
Hipólito Yrigoyen 778, Montserrat
Entrar a La Morada es como estar en un vórtice temporal donde varios momentos de la historia conviven: hay personajes de García Ferré, viejos carteles de marcas, cuadros de publicidades antiquísimas, tapas de revistas, fotos y todo ese tipo de memorabilia que enamora a los turistas y los románticos. Pero ese no es su único atractivo, sino que además tiene unas empanadas tremendas. Están hechas con una riquísima masa casera, al horno. Las de carne a cuchillo, suave o picante, son espectáculo envidiable, aunque las de roquefort y apio se destacan por su rareza y sorprenden hasta a los expertos.
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