La crianza es uno de los trabajos más bellos (y arduos) a los que se somete el ser humano. Parafraseando la popular frase, es algo así como lanzarse a la pileta sin saber si habrá agua.
A ser padres se aprende siéndolo. No hay otra alternativa. No existe universidad donde se capacite para criar hijos. Y ahí radican muchos de los errores que se cometen en el camino.
La crianza de los hijos conlleva situaciones en la que se plantea la pregunta sobre qué pueden elegir los niños y cuál es el lugar de los adultos en estas elecciones
¿Qué querés cenar? ¿Preferís este vestido o pantalón para ir al cumpleaños? ¿Te baña mamá o papá? ¿Vamos a la plaza o a merendar a la salida del teatro? Todas preguntas normales que todo padre podría hacer a su hijo un día cualquiera.
Y ahí la duda. Y muchas veces la crítica. "No tenés que preguntarle", "si a los tres años le consultás a los 15 te va a dominar", podría decir una abuela al pasar.
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— Tendencias (@InfobaeTrends) 31 de marzo de 2016
¿Entonces? Habitualmente la crianza de los hijos conlleva situaciones en la que se plantea la pregunta sobre qué pueden elegir los niños, y a su vez, cuál es el lugar de los adultos en estas posibles elecciones. Elegir es escoger o preferir a alguien o algo para un fin. En esta toma de decisiones, se pone en juego una intencionalidad, así como también una pérdida (de lo que no se elige).
"Habilitar a un niño a elegir es dar lugar a su autoexpresión, su autovaloración, su libertad y su responsabilidad. Un niño es una persona en desarrollo, distinta y única, en la que intervienen en su formación distintas variables: su origen (su componente genético), su medio sociocultural, su crianza y su educación. Y todas estas variables influyen a la hora de elegir". Así de sencillo lo explicó a Infobae la licenciada en Psicología Débora Slonimski, miembro del consejo directivo de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG).
En ese sentido, la especialista puntualizó que "los niños pueden elegir la ropa que van a ponerse, mostrar su preferencia en cuanto a la comida, decidir alguna salida del fin de semana, así como también a sus amigos".
Habilitar a un niño a elegir es dar lugar a su autoexpresión, su autovaloración, su libertad y su responsabilidad
Sin embargo, aclaró que "estas elecciones deben estar supervisadas por los adultos a cargo de los niños". Por ejemplo, si se tratara de elegir la ropa, no es lo mismo hacerlo un domingo o antes del cumpleaños de un amigo, que un lunes antes de ir al colegio; es decir, que "esta elección deberá estar regulada de acuerdo con ciertas normas sociales, cierto criterio en relación al tiempo y el espacio, y también a dar lugar, muchas veces, a la demora de la satisfacción inmediata", destacó.
Y volviendo al ejemplo de la ropa, puntualizó que "las opciones de elección de vestimenta para ir a la escuela el lunes estará acotada a ciertas opciones del placard y no a todo el vestuario". Asimismo, poder habilitarlo a que elija, lo hace sentirse mayor, más confiado en sí mismo y también, siente que pudo expresar sus deseos.
Pero, ¿cómo se comienza a elegir? ¿Cuáles son las bases necesarias para llegar a esa instancia?
"Desde los inicios de la vida, el progenitor es absolutamente responsable, todo el tiempo, de la vida del bebé. Brinda una protección total en la que lo resguarda de posibles contrariedades del ambiente. Así, éste se torna confiable. Por lo tanto, gradualmente, este mundo confiable y tentador será explorado por el bebé y el niño pequeño -explicó Slonimski-. Será la hora del adulto, de ir diciéndole 'no' en ciertas situaciones, porque discierne correctamente el alborear de la inteligencia de su hijo y el inicio de su capacidad para discriminar lo que uno le permite y lo que uno no le permite".
Sólo un niño que creció en un ambiente de confiabilidad, seguridad, límites y protección estará en condiciones de asumir el desafío del disenso
No se trata de un punto de vista moral, sino simplemente de proteger al bebé y al niño de posibles peligros reales. "Más tarde -continuó la especialista- se ligará el 'no' con posibles explicaciones: 'no, porque está caliente; no, porque hay cables; no porque es tarde; no porque hace frío…'. Durante todo este proceso, el adulto continúa asumiendo su responsabilidad ante el niño, pero a raíz de que la capacidad de comprensión de su hijo es cada vez mayor, recibe cierto alivio".
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Si en algún momento, esta etapa pasa a ser cosa del pasado, significará que el niño dejó atrás la necesidad de control familiar y se volvió un miembro independiente de la sociedad.
"Es, por cierto, un signo de crecimiento sano, que los niños sean capaces de elegir y que quieran ponerlo en práctica. A medida que el pensamiento se va complejizando, la seguridad inicial se cuestiona y la toma de decisiones 'debe' ser distinta a 'lo que me enseñaron', a 'lo que me dijeron'", puntualizó Slonimski, quien remarcó que "los hijos van creciendo y ya en la adolescencia se establece una larga lucha contra la seguridad, normativa y protección del ambiente".
Al parecer, la paradoja está dada en que "sólo si crecieron en un ambiente que haya provisto confiabilidad, seguridad, límites y protección, estarán en condiciones de asumir el desafío del disenso".
Así que, aunque dé más de un dolor de cabeza a los progenitores, en el mejor de los casos -y si todo marcha más o menos bien- es esperable la desobediencia, como signo de responsabilidad y libertad.