Marcos Alemán es un sacerdote jesuita. Rodrigo Castells es un hermano jesuita. Juntos acompañan el crecimiento espiritual y cultural de un "pueblito" enraizado entre las malezas de un monte santiagueño: San José del Boquerón. Bajo el compromiso social adoptado por la Parroquia San José de las Petacas, la comunidad se ha valido de un sostén desinteresado que brega por la inclusión y el respeto.
La presencia de esta figura comunal de profundo contenido cristiano contribuyó a dignificar la vida de los aldeanos. Aquejados por un innumerable conjunto de deficiencias y dificultades, la palabra y la acción de dos heroicos transformadores sociales ha abastecido sus necesidades materiales y espirituales.
El templo católico que aquí se radicó hace las veces de una comisión municipal. Su esfuerzo permitió una mejora sustancial en servicios básicos como el acceso al agua, a la energía y a la vivienda. Se fundaron escuelas y comedores comunitarios, se celebraron algunos emprendimientos como el cultivo de algodón, una huerta comunitaria o la cría de ganado, y se consiguió una asistencia médica acorde a las urgencias.
Las victorias alcanzadas se miden en dignidad, en la devolución de mayor contención, oportunidades, valores. Marcos Alemán lo explicó con otras palabras: "La gran diferencia es que acá no se han perdido las raíces: eso te hace noble, te permite mantener de pie para enfrentar la vida y la pobreza desde otra manera". El párroco admitió que su gran desafío es transmitirle a los jóvenes una identificación fiel con el monte: "Es un lugar para vivir con plenitud y orgullo. Debemos hermanarnos con él y defenderlo". El monto es San José del Boquerón, una localidad integrada al departamento Copo de la provincia de Santiago del Estero, víctima de una cruel deforestación, al margen del río Salado, con una población de menos de cincuenta habitantes y una marcada tradición jesuítica.
"Vale la pena", se llamará el libro que publicará el sacerdote el año próximo por sus 25 años de ejercicio, un profundo acto de fe que combate contra las miserias del aislamiento y las sangrientas deudas estatales a niveles educativos, sanitarios y de infraestructura. El Padre Alemán, Licenciado en Teología Pastoral en la Universidad Católica Argentina, comentó orgulloso cuál es el principal don que asombra de su comunidad: "La hospitalidad de esta gente es increíble: te reciben como si te estuvieran esperando hace años. Quien viene de afuera descubre un montón de valores que todos tenemos, pero que acá los tienen muy a mano".