La ciencia encontró seis ventajas complementarias al sueño adecuado. "Dormir bien" es una frase hecha con fuerte filiación al discurso social dotada también de un contenido académico. Es necesario dormir ocho horas de corrido en promedio para mejorar la eficiencia en la vida diaria. Las recomendaciones para conseguir un descanso ideal van desde hacerlo en una habitación fresca, oscura y tranquila hasta reducir el consumo de cafeína después del mediodía, limitar la nicotina y el alcohol.
Las investigaciones realizadas sobre efectos alternativos, aleatorios, secundarios multiplican los beneficios que resultan del correcto acto de dormir. Mejoras físicas, alimenticias, de rendimiento, de salud se consiguen con condiciones idóneas y felices para conciliar el sueño. Una lista de seis aspectos lucrativos sorprendentes de una noche de descanso profundo.
Combate los resfriados
Un estudio publicado en la revista Archives of Internal Medicine analizó que las personas que habían dormido cinco horas o menos por noche tenían más probabilidades de experimentar un resfrío u otra infección en un lapso de 30 días. Esta investigación cuenta con estudios previos que ratifican la publicación: puntualmente hay uno que atribuye deliberadamente el virus del resfriado al mal sueño en el marco de una prueba médica. Quienes dormían menos de ocho horas eran tres veces más proclives a pescar un resfriado en comparación a quienes dormían ocho horas o más.
Mejora el ejercicio
Así como el desarrollo físico ha demostrado ser un patrocinador de una buena noche de sueño, a la inversa funciona de la misma manera. Investigaciones han evidenciado que en detrimentos de estas condiciones, el ejercicio y la actividad física resultan más trabajosos y difíciles, lo que se traduce en un entrenamiento menos intenso o más corto. Estudios en atletas profesionales indican que la privación de un sueño adecuado puede disminuir el rendimiento en el deporte.
Controla las hormonas del apetito
El cuerpo humano está creando constantemente hormonas que generan sensaciones de hambre y saciedad. Estudios de laboratorio en seres humanos han demostrado que las hormonas del hambre -grelina, leptina e insulina- interrumpen su proceso en tramos de sueños cortos desregularizando el ciclo. En simultáneo, otros informes médicos vincularon sensaciones de aumento de hambre en personas que han sido privadas de un sueño profundo y asociaron elecciones de alimentos con alto contenido calórico a quienes no han descansado lo suficiente.
Previene las migrañas
Un reciente estudio realizado en Corea del Sur intentó identificar los principales factores desencadenantes de la migraña clásica. El resultado apuntó al estrés, a la fatiga y a la falta de sueño como elementos claves para favorecer su disminución. La revista Headache también elaboró una investigación con desenlace similar: encontró una notable reducción de las migrañas cuando las mujeres propensas a estos malestares dormían más y mejor.
Regulariza el azúcar en la sangre
La revista Diabetología halló condiciones pre-diabéticas al estudiar el comportamiento del organismo de hombres jóvenes y sanos en tres noches de sueño inapropiado. En el estudio publicado se comprobó que aumentó el registro de los ácidos grasos libres, un factor que reduciría la eficiencia de la insulina en pos de disminuir el azúcar en la sangre. En otra investigación abordada en Corea del Sur asignaron una relación poderosa a la privación del sueño ideal y a la elevación del azúcar en sangre. El estudio se realizó a 15 mil adultos y el resultado prevaleció en los hombres.
Combate la obesidad
Muchos estudios observacionales han demostrado un vínculo entre la obesidad y la falta de sueño en niños y adultos. Esto se manifiesta en una serie de factores. En principio, las personas sin descanso son menos propensos a ejercitar y suelen tomar decisiones alimenticias más precarias. En una publicación de la revista Obesity se demostró cómo las personas que duermen poco evidenciaron una tasa metabólica inferior. En otro estudio realizado por la Universidad de Pennsylvania certificó una relación de mayor peso a individuos puestos a prueba en un programa de privación del sueño, en comparación a quienes que se les permitió dormir lo suficiente.