Los baños unisex -para hombres y mujeres- se convirtieron en el centro del debate político y social en Estados Unidos. Republicanos y demócratas representan los dos grandes sectores de la política del país del Norte. Los primeros son los que se oponen y los segundos, los que apoyan la inserción de estos espacios -públicos e íntimos a la vez- que no hacen distinción de género. En una nota que fue portada de la última edición de la revista Time, se ahonda en la importancia del tema, y en los argumentos que proponen ambas vertientes.
En Argentina, la Ley 26.743 de Identidad de Género aprobada en el año 2012 declaró que todo individuo tiene derecho a ser tratado como se autopercibe, y poder llevar adelante la vida elegida de la manera más digna y plena. Y aquí recae precisamente el debate que tanto está preocupando a Estados Unidos.
El cambio significaría la aceptación social de la comunidad trans
María nació hombre, pero siempre sintió que estaba en el cuerpo equivocado. Luego de tomar una de las decisiones más importantes de su vida, se encuentra con un dilema para nada poco relevante: ¿debe ir al baño que le corresponde por nacimiento y sentirse incómoda en un ambiente en el que no quiere estar o al que le corresponde según su identidad?
La comunidad trans es tan sólo una fracción de la humanidad, quizás tres décimas del 1% de los adultos, de acuerdo a un estudio citado por Time. Se trata de hombres y mujeres, niños y niñas, que se identifican con un género que difiere del órgano sexual que tuvieron al nacer. Por años, vivieron en las sombras, víctimas silenciosas del maltrato y la marginalización social, pero, en los últimos tiempos, su lucha ha estado en boca de todos. Series como "Transparent" e íconos de su comunidad, como Laverne Cox y Caitlyn Jenner, ayudaron a masificar sus voces.
En una encuesta a jóvenes trans, el 70% aseguró haber sido víctima de acoso o de prohibición de uso de un baño público
Y el gobierno de Obama está en la primera línea de esta batalla: Loretta Lynch, la primera mujer afroamericana que ocupó el cargo de Fiscal General de los Estados Unidos, proclamó ante estadounidenses trans: "Los vemos, los defendemos, y vamos a hacer todo lo posible para proteger su camino hacia adelante". Este gobierno fue el que declaró que todos los estudiantes deben ser tratados de igual manera, sin importar su identidad.
Y esta lucha social se trasladó a las escuelas y casas de estudio. En la Argentina, la Universidad de La Plata y la Universidad Nacional de Cuyo fueron pioneras cuando inauguraron baños unisex. En Estados Unidos, el Distrito de Educación de Los Ángeles -que comprende unos 550 mil alumnos-, permite el uso de sanitarios con los que se identifiquen desde el año 2005. "Hace 11 años que lo aplicamos y funciona perfectamente", aseguró Judy Chiasson, que está al frente del departamento de relaciones públicas.
Baños separados: historia y política
"Uno podría pensar que los baños separados tienen sentido, que se dividen por sexo porque se basan en diferencias biológicas", explicó Terry Kogan, un profesor de derecho de la Universidad de Utah que se especializa en la materia. "Pero esto no podría ser más falso".
El primer estado estadounidense en crear baños separados fue Massachusetts en 1887, y se debió a cuestiones ligadas a la entrada de la mujer al mundo laboral en las grandes fábricas de Nueva Inglaterra. Los legisladores de la época coincidían en que como las mujeres eran más débiles físicamente, había que protegerlas. Y en los siguientes 30 años, la mayoría de los estados siguió su ejemplo.
Las posturas
Los conservadores aseguran que no debería haber baños unisex, ya que esto dejaría "desprotegidas a las mujeres" ante hombres con malas intenciones. Pero Jeffrey Ian Ross, un criminólogo de la Universidad de Baltimore, afirmó que todavía no hay evidencia anecdótica de que las reglas "trans-friendly" hayan sido abusadas, o que los incidentes de violencia sexual hayan aumentado.
Por otro lado, los demócratas tomaron este debate como un emblema de derechos civiles, como lo hizo en su época Martin Luther King. Hillary Clinton prometió continuar con este tema si es electa presidente. Además, los liberales encontraron aquí a un aliado sorprendente e improbable. El mismo Donald Trump, siempre polémico por sus comentarios misóginos y xenófobos, invitó a Caitlyn Jenner a usar el baño de mujeres en una reciente visita a una de sus Towers. "La gente va, usa el baño que le parece apropiado, y no ha habido problemas", declaró, repudiando a Carolina del Norte por una prohibición de baños para ambos sexos.
En el 2016 se realizó en ese país un estudio basado en encuestas a más de 2 mil estudiantes universitarios trans, y se descubrió que la tasa de suicidio era un 40% más alta en aquellos que dijeron haber estado en situaciones en las que se les denegó el acceso al baño.
En otro relevamiento en el que se tomó el testimonio de un centenar de transgéneros en Washington D.C., el 70% aseguró haber sido víctima de acoso o de prohibición de uso de un baño público. Un 58% reveló haber evitado ir a un lugar público por miedo a no poder entrar.
La cuestión radica principalmente en lo que significa ser parte de esta comunidad. Es un tópico complicado y que justifica el debido y cuidadoso debate. Ya estará resuelto de manera científica, pero a la sociedad todavía le cuesta aceptarlo. Esta "batalla" sobrepasa a la cuestión sanitaria y ahonda en los límites del espacio público, en los roles de género, el cambio social, y la identidad como una problemática que le atañe a todos.