Vivir sin permiso estrenó su primera temporada en Netflix y tuvo muy buena aceptación en los televidentes argentinos que aguardan la segunda parte de esta historia.
Nemesio "Nemo" Bandeira (José Coronado) es el dueño de una compañía conservera gallega de pescado desde donde maneja todo la droga que ingresa a Oeste, la localidad donde se sitúa la serie. Es el amo y señor de cuantas decisiones se tomen en el pueblo, el jefe absoluto. Como un capo mafia, todos los negocios y la política deben pasar previamente por la aprobación de Nemo. Sin su aceptación, no hay negocio.
Con las rías gallegas como escenario constante, esta serie nos muestra la diferencia de clases sociales y las injusticias con los más necesitados, dentro de una sociedad que no les permite crecer.
Todo parece andar sobre carriles para Nemo y los dos hijos que tuvo con su esposa Chon (Pilar Castro), no tan así para la hija que tuvo previo a su matrimonio, con la que fue la mujer de su vida.
Todo cambiará drásticamente para Nemo, y su familia, cuando le diagnostican Alzheimer. La pérdida de la memoria, en hechos insignificantes-como no recordar si ya desayunó-comenzarán a molestar y a angustiar a Nemesio, que intentará por todos los medios que nadie se entere de su estado y de esta enfermedad irreversible que padece.
Vivir sin permiso intenta mostrar el ocaso de un patriarca y apunta a la idea de que ninguno de nosotros tiene su futuro asegurado. En el caso de Nemo, no puede salvarlo ni todo el dinero del mundo.
Ahora bien, ¿quién podrá ocupar el lugar de Nemo cuando ya no esté habilitado para manejar las empresas? Ese uno de los grandes conflictos que plantea la serie y allí se hace fuerte el personaje de Mario Mendoza (Alex Gonzalez), el hijo de un amigo al que crió desde niño y ahora, como abogado, maneja todos los negocios de Nemo. La ambición desmedida de Mario provocará los grandes dramas y desastres dentro de la familia que no termina de desenmascarar a este hijo pródigo.
El vínculo con sus hijos que no encuentran un camino hacia el futuro, la revisión de lo que fue su vida y el amor que perdió por la codicia y la necesidad de poder van a ser las causas de su debilitamiento cada vez más intenso.
Vivir sin permiso se anima también a hablar de la discriminación que sufre una pareja gay, también de lo que provoca la adicción a las drogas y de qué manera en los últimos años los estupefacientes se consiguen como el pan.
Un drama familiar que ahonda en las heridas más profundas de cada miembro, que nos habla de los miedos a decir lo que sentimos cuando sentimos que se acerca el final.
La primera temporada de la serie, de 13 episodios, está disponible en Netflix.
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