Con la explosión del reactor de Chernobyl, también voló por los aires un sistema de valores, una serie de creencias y se agrietaron definitivamente los cimientos del régimen comunista soviético.
El impresionante suceso de la serie de HBO hizo que la explosión nuclear acaecida hace treinta y tres años genere un profundo interés. La narración televisiva, a pesar de tratarse una ficción, guarda una notable fidelidad con lo sucedido.
Para muchos de los involucrados la vida continuó después de la tragedia. Pero tanto física como psicológicamente quedaron signados por ella.
VALERY LEGASOV
Habían pasado dos años y un día. Podría ser el comienzo de una canción melódica pero ese fue el tiempo que aguantó Valeri Legásov. Dos años y un día después de la explosión de la central nuclear de Chernobyl, el 27 de abril de 1988, el científico que lideró todas las tareas posteriores, esperó que su esposa y su hija salieran de la casa y, en una de las habitaciones posteriores, se ahorcó.
Los motivos de un suicidio siempre son insondables para los que sobreviven. Y (casi) nunca son motivos únicos. Sin embargo podemos imaginar qué pasaba por la cabeza (y por el cuerpo) de este científico de 51 años. Antes, Valery Legásov había dejado grabado en unos cassettes toda la verdad sobre lo ocurrido en Chernobyl. Todo lo que no pudo contar en esos dos años anteriores, lo que no pudo decir en la Agencia Internacional de Energía Atómica en Viena.
Meses después de la catástrofe, Legásov encabezó la misión soviético ante el organismo internacional. La expectativa era enorme. La comunidad científica quería entender qué había sucedido, aprender para que no volviera a ocurrir. Pero suponían que lo hombres enviados por Mijaíl Gorbachov se mostrarían renuentes y que a fuerza de eufemismos y mentiras no aclararían la situación.
La deposición duró cinco horas y Legásov contestó las preguntas de los especialistas más reconocidos de todo el planeta. Los expertos quedaron asombrados por el nivel de detalle, por las explicaciones y por la asunción de responsabilidades. Sin embargo en la Unión Soviética la actuación de Legásov produjo un enorme malestar. Había reconocido muchas más cosas de las que el Kremlin estaba dispuesto.
No contó todo lo que sabía pero dejó en claro que la trama de corrupción, negligencia y mentira había provocado el desastre. Por su actuación en los meses posteriores a la explosión de la central se había dispuesto que recibiría uno de los más altos honores que otorgaba el estado soviético, la distinción como Héroe de la Labor Socialista; pero a su regreso de Viena, le fue denegado el honor.
Las autoridades también lo desplazaron de sus puestos y lo dejaron fuera del Instituto Korchakov de Energía. La comunidad científica le dio la espalda. Su vocación por que se supiera la verdad lo condenó al ostracismo.
El del 27 de abril del 88 no fue su primer intento. Meses antes había tratado de matarse con una sobredosis de Tryptizol. La depresión lo acechaba y las consecuencias de la radiación ya se hacían notar en su cuerpo.
Por otra parte, el recuerdo de lo vivido, el peso de las decisiones que debió tomar a raíz de la explosión, corroían sus cimientos espirituales.
Antes de desaparecer quiso contar toda la verdad, dejar testimonio para que que los hechos reales no quedaran sepultados bajo las mentiras y el afán de ocultamiento del régimen. Intentó, también, hacerlo en vida. Pero sus artículos fueron rechazados en todas las publicaciones soviéticas.
Uno de esos textos contenía este párrafo: "Después de haber visitado la central nuclear de Chernobyl llegué a la conclusión de que el accidente fue la apoteosis inevitable del sistema económico que se había desarrollado en la URSS durante décadas. La negligencia de la administración científica y los diseñadores estaba por todos lados, sin la atención a las condiciones de los instrumentos o del equipo… Cuando uno considera la cadena de eventos hacia el accidente de Chernobyl, por qué una persona se comportó de una manera y por qué otra persona se comportó de otra, es imposible encontrar un solo culpable, un solo iniciador de los eventos. Era un círculo cerrado".
Diez años después del desastre de Chernobyl, en 1996, ocho años después de su muerte, fue declarado como Héroe de la Federación Rusa.
En el 2017 su hija Inga Legasova declaró a un diario ruso: "Era un patriota, seriamente preocupado por lo que sucedió, por el país, por las personas afectadas por el accidente. Esta agitada misericordia, que era inherente a él, aparentemente, lo quemó desde el interior".
BORIS SHCHERBINA
Era un hombre duro. Trabajador ferroviario, luchó en la Segunda Guerra Mundial. Luego comenzó en la industria del gas y del petróleo. Muy pronto llegó a ser ministro del área. Y pasó a integrar el Comité Central del Partido Comunista. Para la época del desastre de Chernobyl, Boris Shcherbina era el vicejefe de ministros. Gorbachov le encomendó el manejo de la crisis.
Después de los reflejos iniciales de tapar el desastre, de no evacuar de inmediato, de negar la magnitud de la tragedia, los soviéticos se pusieron en movimiento y mostraron, como de costumbre, una enorme capacidad logística. Gran mérito debe reconocérsele a Shcherbina que fue quien coordinó las tareas y, principalmente, quien supo escuchar a las voces especializadas, a los científicos, para paliar la situación.
Dos años después de la explosión del reactor, Shcherbina, ya con 68 años, tuvo que coordinar otra vez tareas de rescate, salvamento y protección en una catástrofe. Fue quien estuvo a cargo de los movimientos posteriores al terremoto de Spitak, Armenia de 1988, en el que murieron casi sesenta mil personas. Otra vez hizo escuchar su fuerte voz de mando, se recostó en las opiniones especializadas y coordinó todas las actividades. En ese entonces varios de sus colaboradores notaron que su salud estaba resquebrajada.
En sus últimos meses de vida, el deterioro fue evidente. Pero antes se opuso al ascenso de Boris Yeltsin; consideraba que no tenía los atributos morales necesarios para conducir al pueblo ruso.
En 1990 murió en Moscú. Se habló de una grave enfermedad. Pero nunca se dieron precisiones. Todo indica que los efectos de la radiación lo terminaron matando. Las autoridades prohibieron a los médicos informar las causas del deceso.
LOS DIRECTORES Y JEFES DE LA CENTRAL
Viktor Bryukhanov y Nikolai Fomin, ingenieros jefes de la planta, no cedieron a las primeras evidencias. Prefirieron no creer en lo que había pasado. O al revés: prefirieron creer (era un acto de fe carente de todo razonamiento lógico) que se trataba de un incidente menor. Negaron la realidad hasta que fue imposible no sucumbir ante el estupor, los destrozos, los muertos y los heridos.
Cuando ya era evidente lo que había pasado para los que no tenían demasiados conocimientos (más claro tendría que haber resultado para ellos que portaban los conocimientos necesarios) mandaron a Anatoly Sitnikov, jefe adjunto de operaciones de Chernobyl, al techo para que viera desde las alturas el estado del reactor. La dosis de radiación (más de 1.500 roetgens) que recibió por esa orden desaprensiva fue fatal. Murió luego de atravesar tormentos atroces poco más de un mes después, el 30 de mayo de 1986.
Su testimonio fue en vano. Bryukhanov y Fomin siguieron sin creer que el reactor había explotado y siguieron alimentándolo de agua.
Una vez que ya nadie podía negar lo que había pasado, Bryukhanov y Fomin fueron arrestados y expulsados del Partido Comunista. Todas las culpas pesaron sobre ellos. Y fueron llevados a juicio junto a otros cuatro directivos de la planta. Antes del inicio de las audiencias, Fomin tuvo un colapso nervioso y un frustrado intento de suicidio: rompió sus anteojos contra la pared y trató de cortarse las venas con un trozo de lente.
Ambos fueron encontrados culpables y condenados a diez años de prisión con trabajos forzados.
Fomin sólo cumplió la condena hasta 1990, momento en el que fue declarado demente e internado en una institución psiquiátrica.
Viktor Bryukhanov fue liberado tras cumplir cinco años de la sentencia. Actualmente vive en Moscú y sigue insistiendo que el estado los eligió como chivos expiatorios para tapar sus culpas, que él sólo se limitó a cumplir con su deber. Y que hasta hoy el estado ruso oculta las verdaderas causas de la tragedia.
ANATOLY DYATLOV
Era el ingeniero en jefe adjunto de la planta. En la serie está pintado como el gran villano. Fue otro de los condenados en el juicio. La condena fue de diez años de prisión en un campo de trabajo forzados. Él tampoco cumplió la totalidad de la pena. A su salida escribió un libro en el que básicamente trataba de lavar sus culpas. Y al igual que Bryukhanov hacía hincapié en el mal diseño de Chernobyl.
Varios sobrevivientes sostienen que Dyatlov estaba capacitado para su puesto, que no era un improvisado. También que el trato con sus subordinados era algo destemplado pero que no era un inepto tal como se lo muestra en la serie de HBO.
Unos años antes de Chernobyl, mientras trabajaba en una planta de submarinos Dyatlov se vio involucrado en otro accidente atómico. Todos pensaron que no sobreviviría debido a la radiación recibida, pero luego de una larga internación pudo regresar a su hogar y a su trabajo. Pero quien murió fue su hijo de menos de un año debido a una leucemia, que muchos adjudican a la radiación que el padre había absorbido.
En Chernobyl también absorbió una ingente cantidad de radiación por la que estuvo internado en grave estado. Pero, contra todo pronóstico, sobrevivió. Murió en 1995 cuando estaba por cumplir 65 años a causa de una falla cardíaca.
VASILY IGNATENKO Y LYUDMILLA
La historia que cuenta la serie sobre ellos es real. Está tomada del notable libro de la Premio Nobel Svetlana Alexievich, Voces de Chernobyl. Ese texto es un profundo estudio de la tragedia y de sus efectos sobre las personas. Un tratado de la desesperación y el dolor.
Ignatenko murió 17 días después de intentar apagar el fuego de la explosión. Fue una muerte a la que le antecedieron los peores tormentos. Padeció todos los efectos, todos los síntomas que provocan sufrimientos atroces derivados de la radiación.
Lyudmilla acompañó a su marido pese a las restricciones pero no les permitieron entrar en contacto físico. Estaba embarazada. Y cuatro meses después rompió bolsa mientras visitaba los restos de su marido en el cementerio. La bebé murió a las cuatro horas de su nacimiento. La radiación le había quitado todas las posibilidades de vida. Contrariamente a lo que sostiene la serie, el matrimonio ya tenía dos hijas para ese entonces.
Los médicos le dijeron a Lyudmilla que ya no podría tener hijos. Los hechos y el tiempo los desmintieron. Varios años después dio a luz un varón. Hoy vive en Kiev junto a él.
NIKOLAI TARAKANOV
El general Nikolai Tarakanov asumió la tarea de "liquidador". Debía eliminar los residuos radiactivos de la zona. La tarea era extremadamente riesgosa y compleja. También debió determinar hasta donde se extendía la radiación. Su formación científica hizo que pudiera realizar la labor con eficacia.
En la actualidad dirige el Centro de Apoyo Social de los Inválidos de Chernobyl y recibe a los periodistas que motivados por el éxito televisivo buscan más respuestas. Hoy tiene 85 años y sigue sufriendo de sangrados internos, diarreas y problemas bucales debido a los efectos de las emanaciones de Chernobyl. Trata de paliarlos con más de ocho medicamentos diarios.
Y alerta a todo el que quiera escucharlo que pese a los avances científicos conseguidos, la posibilidad de un desastre de la magnitud de Chernobyl puede volver a ocurrir en cualquier momento. Y se pregunta, con amargura: "¿Por qué no supimos aprender de nuestros errores?".
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