Cuando en 1960 Alfred Hitchcock rompió todos los esquemas y decidió matar a la protagonista de su película a los 20 minutos de metraje (Janet Leigh en Psicosis) cambió para siempre los cánones cinematográficos clásicos, un golpe de efecto impensado que derrumbó todas las teorías y formulas argumentales del séptimo arte.
En cierta manera, 50 años después de aquella gema fílmica, una serie de TV también tuvo un efecto rupturista con respecto a lo que podía hacerse o no en la pantalla chica. Game of Thrones, basada en una saga de novelas escrita por George R. R. Martin, es mucho mas que un show televisivo, es un fenómeno, un icono de la cultura pop que logró elevar la vara y reformular la producción audiovisual.
HBO es sin dudas la cadena más importante de ficción televisiva, sus producciones siempre han sido sinónimo de calidad (basta mencionar a manera de ejemplo series emblemáticas como Six Feet Under, Cuentos de la cripta o la fundamental Los Soprano). Una gran productora que además de celosa de sus productos (es imposible encontrar shows de HBO en otros sistemas de On Demand) presenta sus productos en el formato "pay-per-view" (pagar para ver) y sin embargo ha logrado trascender las limitaciones económicas de los espectadores, generando como hemos mencionado, verdaderas piezas de culto catódico.
Por eso, no existe una casa más acorde que esta para trasladar la visión de Martin a la acción fílmica. Así, con el estreno en 2011 de la primera temporada de Game of Thrones y las sucesivas sesiones año tras año, el mundo no solo se enganchó con esta historia que fusiona acción, aventuras, mitología, romance, sexo y sangre, sino que ademas adoptó a los actores que le dieron vida a los personajes (muchos de ellos desconocidos para el gran público) e incorporó frases, nombres y casas reales a la charla cotidiana.
Game of Thrones es una serie de intrigas palaciegas, ambientada en una época medieval de fantasía (un subgénero dentro de las historias de espadas, brujas y castillos) que inspiró a un sin número de programas y películas posteriores. Sin GOT no habría un Vikingos ni El último reino. Además, con las sorpresivas y abundantes muertes de los distintos personajes (algunos tan protagónicos que figuraban en primer lugar dentro de los créditos) dejó en claro que nadie del elenco tenía su lugar asegurado y, además, generó en los espectadores un nivel de tensión y de sorpresa solo combatible con los famosos "spoilers".
El sexo, casi explícito, la sangre y el gore, condimentos reservados para el cine de calificación R también marcaron un punto de inflexión en el entretenimiento para adultos. Se sabe que cuando Daenerys dice "Dracarys" alguien va a morir carbonizado por el fuego de sus dragones, que en Winterfell es vox populi que "Winter is coming" y que un Lanister "siempre paga sus deudas".
El público adoptó a cada uno de los integrantes de este "juego de tronos" y sus circunstancias, porque quiere a Jon Snow que es (o mejor dicho, era) un bastardo, porque atrapa Jamie Lanister un "matarreyes" que se acuesta con su hermana y tratas de descifrar el universo interno de Bran Stark, quien se ha transformado en el Cuervo de tres ojos.
Cada capítulo de las 7 temporadas anteriores eran, en sí mismo, pequeñas películas rodadas en decorados fastuosos de Europa, con decenas de extras, batallas dignas de superproducciones épicas, efectos visuales asombros y un montaje trepidante que no da respiro.
La temporada final promete estar a la altura, no solo en cuestiones técnicas, sino ademas en duración. Algunos capítulos tendrán el metraje de un telefilme, seis episodios que confirmará quién logra sobrevivir a la guerra contra el ejercito del "Señor de la noche" y, sobre todo, quién terminará sentado en el trono de hierro.
Se termina GOT, habrá que disfrutar estos seis domingos, saborearlos y estar felices de ser testigos directos de lo que en la historia de la TV será una parte importante y seminal. Y pensar que, quizás, cuando el 19 de mayo se emita el cierre de esta antología… El invierno ya esté aquí.
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