La historia comienza con un repartidor de pizzas que, al entregar su pedido y abandonar el domicilio, es asesinado a quemarropa.
Con esta muerta ya instalada en la trama, Collateral girará en torno a la cuestión de los inmigrantes llegados desde Siria e Irak. Podríamos asegurar que es una serie que se centra en los personajes femeninos. Ellas son las que tienen el poder y "la sartén por el mango". La investigadora, la sacerdote, la testigo del crimen, la dueña de la pizerría y la asesina. Porque el eje no está en descubrir quién le disparó al repartidor, sino cuál es el contexto en el que se desarrolla este asesinato.
Collateral presenta la diferencia entre ser un solicitante de asilo -como las personas que llegan desde Siria- y los migrantes que llegan a buscar una vida mejor. Por eso es tan importante para la detective diferenciar entre los refugiados arribados desde Siria y aquellos que provienen de Irak. Porque su origen determinará los permisos y beneficios que podrán adquirir en suelo inglés.
Así conocemos a las hermanas que llegaron con este inmigrante/refugiado que termina siendo asesinado. Ellas serán una pieza clave para resolver el entramado.
A lo largo de los cuatro episodios aparecen personajes xenófobos, también la implicancia del Ejército en la situación de los refugiados y el rol de los políticos. La conclusión es que, al menos hasta el momento, hay un gran vacío sobre cómo resolver este conflicto.
Collateral cuenta con actuaciones casi perfectas, que nunca caen en lugares comunes y se desarrollan -en cada uno de los sus roles- con mucha corrección. Carrey Mulligan (El Gran Gatsby), quien interpreta a la detective a cargo, y Nicola Walter (coprotagonista de la serie River), en la piel de la sacerdote, son el alma de una ficción que reviste de mucha actualidad.
Al fin, se trata de una serie para pensar y empaparse en el tema de los refugiados, que son consecuencia de los estragos de las guerras y enfrentamientos. Y acerca de los daños colaterales que provocan.
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