El drama histórico está de moda hace varios años. Y Peaky Blinders, que se estrenó en 2013, es un ejemplo para destacar dentro de este género.
La Primera Guerra Mundial terminó y los Peaky Blinders dirigen el negocio de apuestas de caballos en la ciudad de Birmingham. En realidad, manejan toda el área. Son respetados a la manera de los Corleone en Nueva York: los atienden gratis en los bares, son dueños de la mayoría de los comercios, los cines se vacían si ellos llegan. Tratados como grandes señores, ese respeto desmesurado responde más al temor que generan.
Cillian Murphy interpreta magistralmente a Tommy Shelby. Sufre en soledad los estragos que la Guerra le dejó en mente y espíritu, pero es el líder de la banda, alma máter de todos los negocios. Es ambicioso, pensante y racional, pero no duda en defenderse con su gorra con cuchillas, marca que los distinguía como banda.
El resto de la familia está compuesta por un par de hermanos varones que son de armas tomar, una hermana que reniega del apellido. Está la tía Pol: dueña de un pasado triste, es la matrona, quien se pone al hombro la familia. Y Sam Neil es el inspector jefe Chester Campbell; se encargará de destruir a los Shelby.
Es una serie correcta en su ambientación. No hay grandes lujos a pesar de que vemos a gente con mucho dinero; y vemos las calles de barro, la miseria de los que no tienen, y las clases sociales muy marcadas. Además, a lo largo de sus temporadas desfilaron grandes actores como Adrian Brody y Tom Hardy.
A Peaky Blinders la disfrutan los que aman los dramas históricos y las historias de gánsteres y mafias. Imperdible. Un futuro clásico dentro de la televisión.
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