Machismo y egoísmo: la otra cara del llanto de Cinthia Fernández en televisión

La angustia que la bailarina evidenció en “ShowMatch” por su separación de Martín Baclini sigue generando tantas controversias como alto rating

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Cinthia Fernández llora desconsoladamente junto a Martín Baclini
Cinthia Fernández llora desconsoladamente junto a Martín Baclini

“El llanto es usado para atraer distracción y las lágrimas actúan como una bandera roja para señalar el estrés”, aseguró el científico naturalista Charles Darwin hace más de un siglo. En este nuevo milenio, la tristeza y el llanto son considerados los principales desahogos de la angustia que tiene el ser humano, para poder paliar el dolor físico, psíquico o emocional. Y en una sociedad donde aún se busca un razonamiento hormonal para justificar el ataque de llanto de una persona, las lágrimas de una mujer son consideradas de una manera diferente a las lágrimas de un hombre.

No obstante, llorar en público puede denotar una significación mucho más compleja que la mera angustia.

Días atrás Cinthia Fernández y Martín Baclini protagonizaron uno de los momentos más incómodos de la televisión -y a su vez, uno de los más vistos- cuando decidieron blanquear ante las cámaras su ruptura amorosa, exponiendo ante la mirada de millones los dolores más agudos e íntimos de la separación.

La bailarina se mostró durante casi 10 minutos con una congoja incontrolable, sin poder salir de la situación en la que se estaba exponiendo, pero a la que también era llevada. Pero además, cientos de miles de personas permanecieron atónitas frente a la pantalla observando el sufrimiento de una mujer: ese día, ShowMatch fue el programa más visto de la televisión.

No solo es la mujer la que se expone ante miles de personas: es el vínculo el que queda expuesto, es el final de una relación", señala la licenciada en Psicología María Rosa Nicatore. "Además es un ejemplo de cómo lo privado y lo íntimo queda diluido en lo público, y el límite de su intimidad se confunde: deja de pertenecer a esa persona, que queda a merced de la opinión de todo lo que los demás puedan hacer con ella. La situación se desbordó, y buscó ser contenida por miles de personas”.

“Mucho de lo que socialmente nos atraviesa actualmente está teñido por un ahogo de la individualidad por diversas formas de padecimiento, social, político, económico y hasta cultural, que vuelven mucho más palpable la desintegración de los lazos que comunitariamente nos mantienen unidos -apunta Carolina Nizza, licenciada en Sociología-. Hoy pareciera que el discurso que apela a la integración se encuentra atravesado por la necesidad de encontrar en otros aquello que no soportamos ver en nuestra propia escena diaria. Necesitamos ver en un personaje creado estrictamente para el entretenimiento, aquello que siendo propio lo volvemos lejano: la experiencia del sufrimiento”.

“El modelo neoliberal ha sido suelo fértil para alimentar el desarraigo de la empatía humana. Ya no nos importa quién tenemos al lado. Acostumbrados a tener que pisar la cabeza de quien está ahí, es factible que la explotación del sufrimiento como elemento del entretenimiento se vuelva redituable”, agrega Nizza. Y explica que el alto rating de semejante tristeza se explica desde que “las masas intentan ver fuera de sí el dolor de lo que indefectiblemente las atraviesa”.

Pero además de la alta exposición de la aflicción de Cinthia, la postura de su entorno terminó siendo muy criticada: no frenó ni contuvo en ningún momento a la bailarina, provocando que la situación superara límites tan delicados. “Hubo una manipulación de ese momento con la única finalidad de tener rating. No solo es una mujer la que expone públicamente su dolor sino que también hay varones allí interviniendo y generando esa exposición”, define Nicatore.

Programas de este estilo profundizan y reproducen un sistema simbólico absolutamente violento con la figura de la mujer. Insertos en una sociedad machista, lo peligroso de estas estructuras que reproducen violencias entre géneros es que se vuelven imperceptibles a los ojos cotidianos. Lejos de generar un espacio de empoderamiento de la mujer, de ruptura con los cánones impuestos entre los géneros, la exposición de una mujer sufriendo en un programa televisivo que explota dicho sufrimiento como material de entretenimiento profundiza el posicionamiento de las mujeres en un nivel de sumisión absoluto. Como si el colectivo que hoy representamos las mujeres no pudiera presentarse en otro lugar más que en el de la lógica del des-empoderamiento y la victimización”, sostiene la socióloga.

“Al mismo tiempo, se transmiten mensajes cargados de otros tantos tipos de violencia, mensajes que invitan a establecer lazos de continuidad entre la imagen de la mujer y el de la desprotección, porque necesita de alguien que la proteja, de la fragilidad y de la absoluta impotencia. Lo grave de todo ello es que, basándose en el ejercicio de una violencia simbólica y moral, imperceptible en lo cotidiano, se refuerza desde la supuesta inocencia de un programa televisivo destinado al entretenimiento una lógica que romantiza a los vínculos afectivos, la razón por la cual Cinthia Fernández aparece llorando, desde una lógica del sufrimiento, en la cual la figura masculina se muestra intacta y la femenina absolutamente desarmada”, refuerza Nizza.

Así fue el momento en el que Cinthia Fernández y Martín Baclini oficializaron su separación

En cuanto al público, la licenciada Nicatore analiza la posición de los televidentes que, lejos de cambiar de canal, decidieron ver hasta el final la escena que se estaba reflejando en la pantalla: “La situación delata una actitud social, donde se observa que a partir de las redes sociales, las tecnologías y las modalidades de comunicación actuales hay una necesidad de ser visto, de mostrarse, donde está entrelazado lo particular con lo colectivo, porque el rating da cuenta de que a la gente esto le interesa”.

La exposición es conjunta. Hay una situación generada entre todos, donde los demás se muestran como contenedores y consejeros, y queda expuesta la debilidad de una persona, el dolor de alguien de una manera descarnada, hasta perversa, porque se sabe que determinadas preguntas pueden generar determinadas reacciones, por lo que son originadas a propósito. En esta época donde nos cuestionamos que una minifalda no amerita un piropo agresivo, ¿por qué el dolor ajeno merece que alguien se atribuya el derecho de exponerlo?”, agrega Nicatore.

Tener que ser alguien que se muestra cuestiona la dimensión del sujeto y lo pone en lugar de objeto. En la medida que el límite se rompe, se viola la subjetividad y se comete un acto de violencia y agresión encubierto”, sostiene la psicóloga.

Desde la Sociología, el fenómeno se analiza de una manera similar. “La vorágine del logro del producto redituable con la que se maneja la industria cultural se aprovecha de los sentidos comunes con los que nuestra sociedad ordena sus parámetros de lo esperable y lo soportable -argumenta Nizza-. Y lo preocupante es que, en esta escena en particular, el sentido común impuesto y reproducido es absolutamente peyorativo para con la figura, no solo de las mujeres, sino también de la humanidad. Que tu sufrimiento sea lo que necesito para poder empoderar a un programa televisivo del cual formo parte, nos habla mucho de las lógicas que evidentemente están organizando nuestra vida cotidiana en un nivel casi imperceptible por naturalizado”.

La ruptura amorosa amerita un análisis aparte: “La situación de duelo, que tiene que ver con una pérdida significativa, nos pone a los seres humanos en un estado de suma vulnerabilidad. Y utilizar esa vulnerabilidad es una situación abusiva por todos los que estaban participando de ella”, añade Nicatore. “El entramado de valores que se transmite a través de escenas como estas está estrictamente ligado a cuestiones tales como la individualidad, el machismo, el abandono y el egoísmo, que reproduce lógicas de desintegración social y sumisión, difíciles de desarraigar mientras se los imponga silenciosamente a través de una dinámica de supuesto entretenimiento”.

Esta situación solo aporta morbo, esa cuestión de ver pasivamente cómo otra persona sufre activamente, y es acicateado en su dolor para exponerlo frente al resto. Es una posición voyeur, mirar algo que sucede delante nuestro y quedar tomados por esa situación, creyendo que el show sigue después. Pero cuando del dolor se hace un show, el show recién comienza”, concluye Nicatore.

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