El empresario Juan Suris estuvo preso en la cárcel de Saavedra, en Bahía Blanca, desde enero de 2014 hasta octubre de 2017, acusado de ser el “jefe u organizador” de una asociación ilícita que facilitaba mecanismos de evasión tributaria a través de facturas falsas que eran utilizadas para incrementar los valores de gastos inexistentes de grandes empresas. Durante ese tiempo estuvo en pareja con Mónica Farro, pero poco después de recuperar la libertad se terminó la relación.
En su visita al programa PH, Podemos Hablar el sábado pasado, Farro recordó cómo fue su relación con Suris mientras estaba preso. Según su testimonio, los dos primeros años lo visitaba con regularidad, pero en el último tiempo se “desenamoró” y viajaba con poca frecuencia hasta Bahía Blanca.
“En la cárcel le decían ‘encuentros’ porque ‘visita higiénica’ es feo. Mucha gente se ríe de eso pero yo lo valoro desde el punto de vista que si amás a alguien, ¿qué hacés? Te la cosés o lo engañás… Si podés estar con esa persona, es algo hermoso”, comenzó con su relato Farro en el ciclo conducido por Andy Kusnetzoff.
“Era algo alegre porque iba a ver a la persona. Pero tenías que esperar plantada afuera para entrar al penal, te ponen el sello, hacés la cola, las otras te miran, te quieren cortar la cara porque sos rubia y salís en la tele, te hacen la requisa, tenés que esperar a que abran el portón abajo de la lluvia, después el otro portón y recién ahí podés entrar…”, recordó.
La vedette contó que había turnos programados para las visitas pero que en su caso, al igual que todas las personas que viajaban desde lejos y se quedaban por un tiempo y después no volvían hasta dentro de varios meses, podía sacar turnos hasta tres días seguidos. A veces el turno podía tocar a las ocho de la mañana, y en otras ocasiones a la tarde.
“Cuando llegás no tenés muchas ganas, el encuentro no es solo tener relaciones sexuales. Cuando era a las ocho de la mañana el preso se arma su habitación, que tiene una cama, una mesa y un baño. Vos llevás tu música y el preso lleva la sábana, la almohada, el jabón, el cepillo de dientes, la comida para compartir, el mate y lo que sea para pasar esas dos horas”, detalló.
“Eran seis habitaciones separadas pero pegadas una al lado de la otra -recordó-. Cada uno pone su música, entonces se aísla. Pero levantarme para ir ahí era traumático: te parabas frente a esa puertita en la que todos te veían que ibas a entrar. Yo estaba muy observada ahí adentro. Después ya era normal porque era la mujer de un preso más".
La vedette habló de una “revolución” que se produjo a raíz de su presencia en la cárcel: “Tuve amenazas, pasé cosas feas. Me dijeron como que me iban a lastimar, que me iban a cortar la cara y que la iba a pasar mal. Me llegaban comentarios que decían que no saliera del hotel, que tenga cuidado. Al principio iba con seguridad a la cárcel y de ahí al hotel, que es un pueblito de tres mil y pico de personas”.
Por la trascendencia de su figura, en el 2014, mientras se disputaba el Mundial de Brasil, le hicieron firmar muchas camisetas de fútbol: “Dentro de lo horrible que era yo no la pasé mal. Hubo momentos y momentos. Nunca tuve privilegios”.
Respecto al final del noviazgo, Farro dijo que durante los primeros años tenían una relación frecuente, pero después todo cambió: “Tuve códigos porque esa persona me llamaba y me pedía que no lo dejara, que quería casarse y tener un hijo. Después entendí que le servía tener a Mónica Farro afuera de la cárcel porque yo podía contar lo que le pasaba ahí adentro y lo cuidaban diferente. Me usó, de cierta forma. Cuando salió me di cuenta de que era una persona que no conocía y le dije ‘gracias’ y que se fuera. Y ahora me casé”.
En agosto pasado Farro se casó con su personal trainer, Leandro Herrera, tras dos años en pareja. “Casarme con este hombre maravilloso es un placer”, dijo la uruguaya a Intrusos ni bien dio el “sí”.
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