La asistente social Emma -personificada por la actriz Martina Gusmán– ya no es la misma dos años después del Motín de las Palomas que ocurrió en el penal de San Onofre. Estuvo cautiva como rehén de la banda del asesino Sapo –Roly Serrano– y todo indica que fue violada. En la temporada 3 de El Marginal, que debutó el martes pasado en la Tv Pública con altos picos de rating de 14 puntos, el personaje de "la doctora" sufre las consecuencias de aquellos hechos. Se hizo adicta a las pastillas, se la ve ojerosa, desmejorada, desaliñada, con las uñas sucias y descuidadas.
Obtiene los psicofármacos que toma gracias a un preso de la propia cárcel al que le dicen "Tubito". Es un bioquímico que maneja un laboratorio de la prisión, del que iremos descubriendo cómo manipula la droga que entra allí a través de un cartel del narcotráfico asociado al capo de los reos de la unidad, Mario Borges -Claudio Rissi-, y que pronto le hará cocinar metanfetamina. El hombre en cuestión es interpretado por el actor David Masajnik, y su criatura emula la vida del odontólogo femicida Ricardo Barreda.
Es la primera vez que en esta ficción que es éxito en el mundo, aparece un personaje basado en un delincuente real. Sebastián Ortega es especialista en realizar biopics cinematográficas de asesinos en serie. El clan Puccio y Carlos Robledo Puch fueron llevados al cine y a una miniserie televisiva; pero en ámbito de El Marginal es un hecho novedoso, sobre todo al retratar a uno de los femicidas más tristemente célebres de la Argentina; y a la vez más polémico.
La escena de presentación de Tubito/Barreda apareció a poco de comenzar el primer capítulo. En el gabinete de la doctora Emma, el diálogo entre el químico y ella no dejó dudas para que todos supiéramos que la historia del odontólogo asesino es la misma que la de su personaje. Inspiración, homenaje o simplemente una biografía dentro de la misma serie.
"Una cosa es lo que dicen los diarios y la familia de mi esposa, pero yo siento que hay mucha gente que comulga conmigo. Recibo un montón de cartas de apoyo y muchas son de mujeres que pretenden ser mis novias", es la primera frase del químico preso de El Marginal 3 y la referencia se hace inevitable.
"¿En algún momento te arrepentís por lo que hiciste?", le pregunta la asistente que hace Martina Gusmán, casi en un reportaje friccionado. "Lo que pasa es que usted no las conoció a ellas. Eran tres yeguas reventadas: mi esposa, mi suegra, sobre todo y mi cuñada…". A diferencia de la historia real, en la que el odontólogo platense mató a su mujer, su suegra y sus hijas, aquí el femicida asesinó a su cuñada.
"Ese no es un motivo para matarlas. Te hubieses mandado a mudar…", interrumpe Ema.
"Me hacían la vida imposible. ¿Usted sabe lo que es convivir con gente que lo humilla y denigra a uno constantemente? Decían que yo era una persona estructurada. 'Putito'- me decían-, 'cotorrita', 'formalito'. Y lo paradójico es que acá adentro todo el mundo me respeta. Acá me respetan por lo mismo por lo que ellas se burlaban de mi", admite el asesino, en un parlamento casi informativo para que todos recordemos el caso Barreda, ese femicida al que reivindicaban algunos en la Argentina por su crimen.
"Es importante el reconocimiento, pero también que te arrepientas", le dice la asistente social.
(Video: El Marginal 3, La Tv Pública)
"Me tendría que haber mandado mudar. La macana me la mandé. No me queda otra que cumplir mi condena acá adentro. Prefiero pasar el resto de mi vida acá que aguantar cinco minutos más a esas reverendas hijas de puta", cierra la sesión de terapia el falso Barreda devenido en Tubito para la ficción de El Marginal. En posteriores episodios veremos a través de flashbacks las escenas del femicidio brutal que protagonizó. El impacto es y será obvio, con un golpe de efecto buscado y que el propio potente argumento de la serie no necesitaba explorar.
En la segunda temporada de El Marginal apareció Quique, el cuis; un personaje que parecía también calcado de la vida pública. Se trataba de un cantante de cumbia famoso que interpretó el actor Diego Cremonesi, que cantaba un hit pegadizo llamado Piñata y que fue salvajemente asesinado por El Sapo. Ahora, en la tercera, el de Tubito -inspirado casi hasta el plagio de la propia vida de Barreda- ocupa de algún modo ese lugar,
En la vida real, Ricardo Alberto Barreda es un odontólogo que en 1992 asesinó a su esposa, Gladys McDonald, a sus dos hijas, Cecilia y Adriana Barreda y a su suegra, Elena Arreche. En 1995 fue condenado a prisión perpetua. A principios de 2008 le concedieron el beneficio de arresto domiciliario por su buena conducta y por ser mayor de 70 años, revocada luego por violarla con la excusa de necesitar ir a una farmacia. El 11 de febrero de 2011, el beneficio de prisión domiciliaria le fue devuelto. Luego de violar el arresto domiciliario en marzo de 2011, volvió a la prisión, pero al final de ese mismo mes le fue otorgada la libertad condicional. En la cultura popular argentina el caso Barreda ha sido tomado tanto para denunciar y cuestionar el femicidio como un acto de violencia extrema, y también, lamentablemente, como para justificar y promover la violencia contra la mujer.
Su declaración en el juicio que lo condenó sirvió para recrear las escenas de ficción que se verán en El Marginal 3 para contar la historia del personaje que lo inspiró:
"Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de insectos atrapados que causan una muy mala impresión. O sino, le digo, voy a cortar y atar un poco las puntas de la parra que ya andan jorobando. Voy a sacar primero las telas de araña de la entrada, que es lo que más se ve. Me dice: 'mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que los trabajos de conchita son los que mejor te quedan, es para lo que más servís'. No era la primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera. El asunto viene a que yo me atendía mi ropa, si se me despegaba un botón me cosía el botón. Es decir, me atendía personalmente en todo lo referente a mi indumentaria. Al contestarme ella así, sentí como una especie de rebeldía y entonces le digo: el conchita no va a limpiar nada la entrada. El conchita va a atar la parra. Para hacer eso había que sacar una escalera del garaje. Voy a buscar un casco que estaba en el bajo escalera, porque tuve dos conocidos que haciendo cosas similares se vinieron abajo y tuvieron lesiones serias en la cabeza. Entonces yo me había comprado un casco de esos de obreros de la construcción y voy a buscar el casco y encuentro que afuera del bajo escalera, entre una biblioteca y la puerta, estaba la escopeta parada. Los cartuchos estaban al lado, en el suelo, en una caja, y así habían estado desde hacía mucho tiempo. Y ahí, bueno, fue extraño. Sentí como una fuerza que me impulsaba a tomarla. La tomo, voy hasta la cocina, donde estaba Adriana, y ahí disparo", relató el femicida.
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