Habría que dar vuelta la frase, tristemente. Porque en El Marginal 2 (como también pasó en la primera temporada) la realidad siempre supera a la ficción. Lo que muestra la serie de la TV Pública sobre lo que ocurre en el interior del penal San Onofre está apenas cerca de lo que realmente sucede en las cárceles de la Argentina.
Por algo Gerardo Romano, quien interpreta al director de la prisión (Antín), advirtió días atrás en una entrevista con Teleshow que la realización de Underground "es la justa realidad, lo menos que uno puede atreverse a soportar ver" en televisión. Y esa definición del actor era cierta, al menos hasta el capítulo tres de El Marginal 2.
Emitido este martes, el episodio muestra cómo se desata la guerra entre la banda de los Borges (Claudio Rissi y Nico Furtado) y la del Sapo (Roly Serrano). Pero la escena más escalofriante sucede al final, durante la fiesta de 15 años de la hija del personaje de Serrano. Y es Patricio (Esteban Lamothe) quien no puede evitar la cara de desconcierto cuando ve a los invitados comiendo unas empanadas preparadas en el mismo penal. Porque él sabía que se habían elaborado con la carne de Ontiveros, el guardiacárcel que Diosito (Furtado) había asesinado en el capítulo anterior. En esas empanadas encontraron la manera de deshacerse del cadáver.
El argumento parece inspirado en el motín de Sierra Chica, que se inició en la Semana Santa de 1996 en la cárcel ubicada en las inmediaciones de Olavarría. Se desató cuando 13 presos intentaron fugarse tras haber tomado como rehenes a un grupo de guardias, y contando con el respaldo de otros 1500 detenidos. Amotinados, surgió entonces un enfrentamiento entre dos facciones: una conocida como los Apóstoles, y la otra lideraba por Agapito Gapo Lencina.
Fue desmedidamente sangriento. Los Apóstoles asesinaron a ocho rivales, los descuartizaron para luego incinerar los cuerpos en el horno de la panadería del penal. Quedó en el imaginario popular que los rehenes habrían terminado comiendo empanadas elaboradas con carne de los reclusos muertos. Así se desprendió de los testimonio que brindaron los guardias una vez terminado el motín.
También de una entrevista que el asesino serial Carlos Robledo Puch concedió al periodista Rodolfo Palacios, para Infobae. Al recibirlo en el penal de Sierra Chica, Robledo Puch ofreció una empanada que sirvió en una servilleta de papel.
—Comela tranquilo —me dijo con la boca llena, masticando con rapidez su empanada.
—Riquísima —le dije. Era verdad.
—Las cociné anoche. Tienen carne picada, huevo, aceituna, papa y cebolla que le pedí a un paria del pabellón. Les puse todo lo que encontré a mano.
Cuando estaba por comer la segunda empanada, Robledo me miró fijo y me advirtió:
—Por las dudas te aclaro que no las cociné en el horno famoso.
—¿Cuál?
—El horno donde cocinaron empanadas rellenas con delincuentes.
El antecedente. En la primera temporada de El Marginal ya se había visto una escena en la que a Mario Borges le llega a su plato de comida la cadenita de su cuñado, que estaba preso en otra cárcel y la Sub 21 lo manda a matar. También encuentra un dedo de su mano.
Furioso, se levanta de la silla y les habla a los otros presos del comedor. "Oigan bien todos ustedes: Algún hijo de p… condimentó mi comida con este dedo. Se ve que debe haber algún buchón de la Sub 21 por acá. Quiero que le avisen a todos esos soretes de ahí afuera que Borges no se cag… con estas pelotudeces", dice, mientras recorre las mesas sosteniendo el dedo de su cuñado.
"Que cuando sus pu… madres estaban pensando entre abortarlos o tirarlos en una sanja yo ya había ido y vuelto -continúa-. ¿Pueden avisarle a todas esas mierdas de ahí afuera (por la banda que vive en el patio del penal) que cuando Dios creó la luz, Borges ya debía dos facturas?". Al terminar su parlamento, le da un mordisco al dedo.
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