"Un momento de mucho despilfarro, mucho lujo, mucho placer". Esas fueron las palabras que usó Guillermo Cóppola, sentado en el living de Intrusos, para referirse a sus momentos de gloria junto a Diego Maradona. Se conocieron en 1985 y forjaron una intensa amistad que terminó, como ya todos saben, de la peor manera: sin dirigirse la palabra.
"Rompíamos la plata, le faltábamos el respeto", comentó Guillote, como se lo conoce cariñosamente, usando su retórica imbatible. "Yo viví buenísima época del 85 al 90. Títulos, mejor del mundo, copas… y después me tocó del 2000 en adelante y fines del 2003 una época durísima: enfermedad, Cuba, Punta del Este", agregó reconociendo los dos lados de la moneda.
La historia de Cóppola es realmente de película. Nació en la Isla Maciel, cerca de la cancha de San Telmo, hijo de padre camionero, envuelto en la humildad trabajadora. Mientras iba a la escuela en La Boca, vendía naranjas y mandarinas en un carro. Luego, con quince años, entró como cadete a un banco.
Ahí cambió todo. Su lucidez y viveza lo llevaron a ganarse una beca para estudiar la Licenciatura en Administración de Empresas en la UCA, lugar donde se recibió. Empezó a representar jugadores hasta que le presentaron a "El Diez", quien le puso una única condición: que no representara a nadie más.
"No teníamos para la nafta", comentó en Intrusos, frente a la mirada atenta de Jorge Rial y trodos los panelistas. "De tener Royces, Lamborghinis, Ferraris y varias camionetas pasé al Ford Ka de Analía Franchín durante cuatro años y pico", arremetió después, nombrando a la panelista de Los Ángeles de la Mañana, que en aquel entonces fue su pareja.
Así lo contó, con el rostro serio, recordando el calvario y todo lo que vino después. "No se me cayó ningún anillo. Siento que no traicioné", agregó, para que quede en claro que siempre va a respetar a Maradona y que no se arrepiente de nada. ¿Qué pensará él?