Bebe Contepomi: “Fui un busca y logré tener el mejor trabajo del mundo”

Una aventura que comenzó durante su adolescencia, en plena efervescencia por la vuelta de la democracia, cuando escuchó la música que le cambió la vida

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Bebe Contepomi: "Fui un busca y logré tener el mejor trabajo del mundo”

Durante los últimos 30 años, Carlos Bebe Contepomi estuvo convencido de tener el mejor trabajo del mundo. Con el permiso de Los Auténticos Decadentes, entre los tantos amigos que hizo en este recorrido, quería tocar la guitarra todo el día y que la gente se enamorara de su voz. Y lo logró a su manera, sin ser músico ni cantante, pero desarrollando un estilo único en el periodismo de rock en televisión que le permitió entrevistar a los mejores artistas de acá y del mundo, poblar su vitrina de premios y reconocimientos, y llevar su estilo carismático y desprejuiciado al noticiero de ElTrece en horario prime time.

Una aventura que comenzó durante su adolescencia, en plena efervescencia por la vuelta de la democracia, cuando escuchó la música que le cambió la vida. Los Abuelos de la Nada, ante todo, pero también Virus, Charly García, Soda Stereo, los Redondos, Fito Páez. El rock argentino en uno de sus momentos de mayor expansión, que lo hacía viajar en colectivo de San Isidro adonde fuera que sonara la música. Andrés Calamaro le abrió las puertas de su amistad y, a través de él, conoció a la bohemia periodística que daba forma a Página/12. Y vio que en ese cruce de mundos podía encontrar su destino.

La relación con El Salmón empezó de manera epistolar y se cimentó a salvo de cualquier avatar de estos años. “Hoy es mi mejor amigo”, sentencia el Bebe, cuando pasaron un millón de años luz, entrevistas, viajes, coberturas, anécdotas. Tantas como para permitirse sospechar de aquel rótulo que todos le envidian, que cada vez le gusta menos y que valoró definitivamente una vez que formó su familia con Florencia Cardarelli, con quien es papá de Elena, Vicente y Camilo. “Hoy me cuesta hacerlo, por eso lo vivo como un trabajo. Entonces sí, tengo el mejor trabajo del mundo”, sentencia quien hace 30 años no paga una entrada para un concierto. Pero que, ante cada show importante, le estalla el celular con los pedidos más insólitos.

—¿Te garronean muchas entradas?

—¡Huy! Mirá, diste en el clavo. Cuando veo que vienen los Rolling Stones, Paul McCartney o quién sea, es una fiaca. Me llama gente que no hablo hace cinco años, y soy tan bueno que les contesto y me involucro. Y algunos multimillonarios. Si los chicos de limpieza del canal me piden para Metallica, me pongo las pilas y les consigo porque no sé si lo pueden pagar. Pero gente que tiene muchísima plata y te la pide cuatro meses antes cuando puede comprarlas. Es un tema para psicólogo.

—No quisiera estar en tu lugar con un Coldplay agotado, por ejemplo.

—Mirá, el último Lollapalooza, justamente esperando esta pregunta, anoté la cantidad que me pidieron. De todos lados: funcionarios, políticos, deportistas, gente que no sé cómo consiguió mi teléfono. 234 entradas me pidieron para un show que se anuncia en septiembre y se hace en marzo. A veces me pregunto si será mejor el show si van con entradas que consiguió Bebe en vez de pagarlas de su bolsillo.

La verdad detrás de la nota con Coldplay

—Estamos en un momento de muchos shows, pero el otro día estuvo acá Daniel Grinbank y me contaba que se está empezando a notar una cierta recesión. Las entradas agotadas de Coldplay se vendieron hace un año, y para los empresarios es dificilísimo pensar en traer a un artista internacional con reglas que cambian constantemente.

—Es muy difícil. Hay mucha competencia en la oferta, en un mismo día pueden tocar Tini, Coldplay, Andrés Calamaro, más todos los shows para 500 o 1000 personas. Obviamente que post pandemia hubo un boom y pese a cómo está el país se vendieron muchísimas entradas, porque lo primero que necesitó la gente fue reencontrarse con el otro en un clima festivo. Lo que te dijo Grinbank no creo que sea desacertado. Hay que ver qué pasa ahora que ya volvimos a sentirnos y a tocarnos.

—Hablando de Coldplay, ¿cuánto hubo de cierto en los comentarios sobre las rispideces con Juana Viale?

—Qué bueno que me lo preguntes. Yo soy periodista hace 30 años, estoy de este lado y sé cómo se genera una notica. Yo puedo decir que en Lollapalooza hay 80.000 personas cuando en realidad hay 60.000, puedo colorear la noticia, pero no puedo decir que hay un Lollapalooza si no lo hay. Y Guido Záffora inventó 100% una noticia y se lo dije: tiró varios datos y ninguno fue verdad. Que la nota en principio era solo para Juana y yo llamé al mánager de Coldplay; no tengo ni el teléfono del mánager, la nota la organizó Warner Music Argentina. Desde el primer día éramos Bebe y Juanita, nunca tuve un problema con ella. Llegué y ella estaba en los camarines, un poco nerviosa, y la invité a tomar un vodka y le sugerí que preguntara sobre ecología; (Záffora) dijo que me enojé cuando preguntó de ecología. Cualquier cosa, ni un punto en común con la realidad. Y sigo aprendiendo del periodismo, porque esta nota la levantaron sin chequear veinte medios más. Todo “según Guido de América”. ¿Nadie levanta el teléfono para preguntarme? No me quiero imaginar lo que les pasa a los famosos de verdad.

—Más allá de estas cosas, ¿te sigue gustando tanto este trabajo como al principio?

—No, para nada. Si me gano el Loto o lo que sea, no trabajo más. No quiero ser más famoso. No quiero ir más a ningún show trabajando. No quiero tomarme un avión más. Estoy agotado y lo digo con mucha felicidad, porque cuando me toca, lo hago con alegría, pero yo fui un busca y logré vivir de la música sin ser músico. Y hoy me gusta estar en mi casa. Estoy muy bien con mi mujer y con mis hijos, y no hacer nada.

—Un poquito de golf.

—Obviamente. Pero hoy me decís que hay nota con Coldplay y ya lo entrevisté… No es de soberbio, es que ya superé todas mis expectativas. Yo pensé que iba a terminar viviendo de mis viejos en un zanjón e hice la carrera que hice.

Renacer

La frase, contundente, inapelable, resuena aún más llamativa en el vozarrón de Bebe, siempre arriba y buena onda. Pero el caradura que inventó el trabajo más hermoso del mundo sufrió un cuadro severo de depresión cuando promediaba los veinte. “Estuve dos años afuera del sistema. Yo creía que la depresión era que perdiera tu equipo de fútbol y no, es una enfermedad muy seria”, afirma a la distancia.

El Bebe no entendía lo que pasaba con su vida y pensó que nunca iba a volver a ser él. Se apoyó en su familia, “lo más grande del mundo”. Papá Carlos, mamá María Elena y sus 12 hijos, los ocho Contepomis y los cuatro Villegas, que adoptaron cuando un matrimonio amigo falleció en un accidente. “Somos todos muy distintos, pero es apasionante”, dice con emoción, recordando esas mesas largas, que forjaron un carácter que lo ayudó a imponerse en cualquier situación. Porque había que hablar alto para contar cómo te había ido en el colegio y ser rápido para no perderte la tanda de las milanesas.

En la casa de los Contepomi no había ningún gen musical más que en un abuelo que tocaba el acordeón pero ejercía como médico. Ni tocadiscos había. El primero lo compró mamá, cuando el Bebe le contó el big bang que le había provocado el rock argentino, con dos vinilos, el primero de Los Abuelos y Agujero interior, de Virus. Después, lo llevó a ver a Les Luthiers para que conociera otra forma de música. Y así, incentivó a sus hermanos en sus respectivas pasiones. “Yo no sé cómo hizo, pero hoy somos 12 hermanos felices, unidos y cada uno se desarrolló bien en lo suyo”, cuenta el periodista con admiración.

—Tu mamá bancó a cada uno en sus decisiones.

—Y bajo el concepto de la libertad. La libertad emocional. La libertad de elegir. Ojo, te exigían ser el mejor, te exigían estudiar, no me mandaban a Villa Gesell a tocar la guitarra. Pero tampoco te imponían qué estudiar.

—Me hace acordar a otra charla que tuvimos, en la que hablábamos del rock and roll y los excesos, y vos me decías que siempre entendiste que esto es un trabajo y que vos a la mañana tenías que estar en el canal.

—Y tiene que ver con esta educación familiar. Cuando reactivé después haber tocado fondo con la depresión, tenía 26 años y me di cuenta de que lo mío era trabajar y ponerle actitud. Cuando uno es amigo o amigote de Andrés, de Charly o de Bono, no te la podés creer un minuto. Esos tipos escribieron “Flaca”, “No bombardeen Buenos Aires”, “One”; pueden estar 20 meses sin trabajar. Yo nunca falté a mi trabajo, es una obsesión que tengo. Y si mi familia se va un fin de semana largo a las Cataratas, yo voy más tarde porque hago los programas en Mega aunque sea feriado. Yo no puedo vivir de los derechos de autor.

Bebe Contepomi: “En San Isidro era un reventado, pero cuando iba al Parakultural era el concheto, no encajaba en ningún lado"

—Además de “Flaca”, a Calamaro le debemos que estés hoy acá. ¿Quién es Andrés Calamaro en tu vida?

—Andrés hoy es mi mejor amigo. Lo adoro, lo admiro. Obviamente, como todo genio tiene sus cosas. Conmigo siempre fue muy bueno, muy didáctico. Nos hicimos amigos a los 15, 16, escribiéndonos cartas, y a través de él conozco a un grupo de periodistas: estaban Rodrigo Fresán, Juancito Forn, que en paz descanse, Jorge Lanata, Alan Pauls, Guillermo Saccomano, todos los creadores de Página/12 en ese momento, y por ellos decidí estudiar Periodismo. Andrés tiene muchísima importancia en mi vida, y es familia. Aparte de que me parece el número uno de la música latinoamericana.

—¿Qué fue más difícil: ir a un colegio como el tuyo y ser el rockero, o ser un cheto en el rock?

—Yo fui al colegio Cardenal Newman, de clase media alta. No sé cómo definirlo... Fue Mauricio Macri, católico, de varones, que recién el año que viene empiezan las mujeres. La pasé bárbaro ahí, y en el medio me iba de San Isidro al Parakultural a ver a los Redondos. En Newman era un reventado, el rockero, y en el Parakultural, o en Prix D´Ami, era el concheto. No encajaba en ninguno de los dos lados porque en mi ambiente escuchaban Dire Straits, Pink Floyd, Yes, y era grasa escuchar a Calamaro, a Fito, a Charly. Pero hoy, todos los que me criticaban me piden entradas para esos conciertos.

—Ahora, ese joven que se formó en un ambiente de músicos y escritores, y medio a contramano de su ambiente, llegó a la tele gracias a una mentira.

—Sabés todo Tatiana (risas)…

El Bebe se ríe solo y se acuerda de sus picardías. En esos años de bohemia en los que estudiaba Comunicación Social en El Salvador, la estricta profesora Terrén le pidió a Pablo Gorondi, Matías Serra y Carlos Contepomi que se quedaran después de clase. Los dos primeros superaban los 9.50 de promedio. Él, arañaba con suerte los 4. Ahí supo que había un nuevo canal de noticias, que sería TN, que buscaba a los mejores promedios para llevarlos de becarios. “Vos, Contepomi, tenés cierto talento para la tele. Lo único que te pido es que digas que tu promedio es 8.80″, le imploró la profesora. No hace falta aclarar quiénes no pasaron la prueba de cámara y quién, 30 años después, es una de las caras de la señal. “Ellos hoy son escritores, eruditos. Y yo, soy lo que soy”, dice con una sonrisa.

—Y cada tanto te llaman y te piden entradas.

—¿Sabés que sí?

—Me gustaría hablar de las nuevas generaciones musicales, porque cambió tanto la industria desde esa época de Los Abuelos y Virus hasta hoy. Acá hablé con artistas de las nuevas camadas, y por un lado hay una democratización en donde no tenés que ser tocado por la varita mágica de una discográfica y los chicos con las redes sociales pueden presentar su música. Por otro lado, los veo con un nivel de presión, sacando un tema cada dos semanas y teniendo que estar siempre arriba, que me…

—Preguntás tan bien y tenemos una charla tan sincera que te voy a contestar con sinceridad a esta pregunta que a veces la esquivo. Los están volviendo locos con la presión que les ponen a los chicos y chicas de 20 años. Que las discográficas tengan que contar con tal algoritmo de Spotify, entonces le piden canciones. Qué sé yo. Fito Páez a los 17 años sacaba un disco cada dos años y después se dedicaba a tocarlo.

—¿Hay talento?

—Hay muchísimo talento. Y se los digo a los productores porque los conozco a todos, y también a los chicos. Cuando entrevisto a Duki, a Paulo Londra, fuera de aire les digo que vayan despacio, que tienen 23 años, que no tienen que sacar un tema por mes.

Bebe Contepomi: "La presión que ponen los algoritmos a los chicos de 20 años es una locura"

—Recién hablábamos de la presión mental. Y a veces me impacta. No pueden disfrutar nada mucho tiempo.

—Esta nueva generación es muy inteligente. No digo que los obligan, porque ellos creen que es así la industria. Y es más grave. Y ya no importa la calidad del tema porque si no, dejan de estar en el rollo del algoritmo y de los clics. Van muy rápido y esto es largo. Bob Dylan tiene 80 años y sigue sacando discos y girando. Los Rolling Stones, 75 años, y siguen. Como decía el general, todo en su medida y armoniosamente viste. Este ritmo de clics no se sostiene. Y por otro lado, andá a saber si son de verdad: 400 millones de escuchas son diez veces Argentina. Y vos salís a la calle y el tema no sé si lo escuchás en la vereda.

—Algo que sí me parece lindo de esta generación es una cierta solidaridad entre ellos, ¿no? Una cosa de colaboraciones que el rock no tenía.

—Es una enseñanza absoluta. Me gustaría que cuando me entierren mi epitafio como periodista diga: “Es el hombre que rompió los prejuicios”. Porque mi generación anterior de periodistas tenía el concepto de qué era rock y qué no. Y lo que no era rock, era feo. Y me banqué muchas puteadas por entrevistar a Ricardo Arjona o a Ricky Martin, tipos que hacen 25 Luna Parks. ¿Cómo es? ¿Hay que escuchar a AC/DC y Pappo solamente? Esta generación es respetuosa de los anteriores. No juzgan a otros géneros, sino que se mezclan. Y yo siempre pensé como piensa esta generación, dejé que juzgar a la gente si le gustaba o no la música. En Argentina la gente dice: “Odio a este músico”. Odiá a un político que te roba la plata, no a un músico. Si no te gusta, no lo escuches. Es tan simple...

—Si hablamos de vuelta en cinco años, ¿cómo te encuentro?

—Con diez kilos menos. Ese es mi desafío. Estoy rebien psíquicamente, comiendo bien, teniendo una vida mucho más sana. Duermo bien. Pero me cuesta mucho la actividad física.

—¿Laburando o ya millonario y retirado?

—En cinco, laburando. En ocho, a los 60, retirado y millonario.

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Entrevista a Bebe Contepomi
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