“La tele es un mundo nuevo todavía, ya hace un par de años que estoy pero llegué medio de casualidad. Me sigo autodefiniendo como una periodista de política que viene de la gráfica y todos los días aprendo”, afirma Mariana Verón, conductora de Telenueve e Identidades.
No son muchas las mujeres que se dedican al análisis político, y ganarse un lugar le resultó difícil: “A las mujeres les interesa igual que a los hombres la política y la economía. Es un prejuicio que no. Hoy hay mucha más participación en los medios, aunque todavía falta un montón”.
Entre ese crecimiento profesional y el amor con el periodista Gabriel Sued, llegó el deseo de la maternidad. “Fue tardío. Yo trabajaba muchas horas, he viajado con presidentes, una vida que hoy no veo compatible. La disfruté muchísimo. Pero siempre fue un deseo ser mamá, estaba ahí”, cuenta Verón, dispuesta a entregarse en esta charla con Teleshow a narrar cómo fue el proceso de adopción que para muchos tanto miedo genera.
Juntos desde el 2005, Mariana y Gabriel compartían el proyecto pero debían encontrar el tiempo. Cuando el deseo se hizo presente, querían tener un hijo y no esperar demasiado: “Todo el mundo puede ser padre biológico con el avance de la ciencia, pero muchas veces lleva tiempo, desgaste emocional, físico, y nosotros no queríamos esperar 10 años más”, recuerda la periodista sobre cómo decidieron ir por el camino a tomar justo antes del inicio de la pandemia. El desastre que paralizó al mundo casualmente los encontró a ellos en su momento más expansivo, y formando una familia junto a Valentín, que hoy tiene poco más de dos años y medio.
—¿Cuándo empieza todo?
—Justo antes de la pandemia. Cuando estábamos en pandemia nos dieron el alta en el RUAGA, que es el registro único para adoptantes. Habíamos hecho los papeles antes, nos estábamos mudando, no teníamos casa, estuvimos viviendo en un monoambiente hasta que terminaban de refaccionar la casa que habíamos comprado, así que se nos demoraba un poco el tema de la presentación de papeles.
—¿Qué aprendizaje sentís que te dejó?
—Lo primero que tiene ese proceso es sacarse prejuicios. Vas a tres charlas que son extensas, obligatorias. Son muy importantes porque es la puerta de entrada a la adopción y ahí vos decidís: “Sigo o no sigo”. La adopción tiene eso que parece que es solamente un actor de amor y los padres que adoptan son buenas personas y la verdad es que se trata de un acto de responsabilidad, como cualquier otra maternidad o paternidad. No tiene nada que ver con un acto de caridad, como muchas veces está instalado en la sociedad. Cuando entrás en ese proceso te abre mucho la cabeza. Te encontrás con tus propios miedos. Historias de otros casos, de otros padres, madres, incluso monoparentales que han adoptado. Te vas metiendo y derribando los prejuicios que tenemos todos respecto del tema, muchas veces por desinformación. Se habla mucho de los tiempos en la adopción, pero hay un juez o jueza que tiene que decidir, antes de elegir una familia para ese niño, si ese niño está en situación de adoptabilidad, es decir, que no pueda estar con su familia biológica. Yo no le puedo exigir a ese juez que se apure en tomar esa decisión. Sería una irresponsabilidad: es una decisión de vida para ese nene, ¿no?
—En relación a eso, aparece una contradicción, porque lo esperable es que esos chicos sean adoptados lo más pronto posible, que no lleguen a la adolescencia sin familia, es su derecho. Pero es una decisión compleja.
—Absolutamente. Una vez que el niño está en situación de adoptabilidad es porque la Justicia ya tomó esa decisión y ahí no hay marcha atrás. Después está todo el otro proceso que tiene que ver con la adopción y ahí sí me parece que está la responsabilidad de los adultos. La realidad es que la gran mayoría, cerca del 85% de los padres que quieren adoptar, eligen nenes de hasta dos años.
—Uno solo, y sin ninguna patología...
—Claro, con lo cual, eso seguro es una dificultad y es un cuello de botella, porque hay la misma cantidad de personas adultas que quieren adoptar y la misma cantidad, o más, de chicos en situación de adoptabilidad. Ahí tiene que haber algún tipo de flexibilidad de parte de uno. Está saliendo una campaña respecto de adoptar niños grandes.
—Sí, “Adopten niñes grandes”, que cuenta unas historias hermosas, reales, de cómo son esas situaciones.
—Escuchaba a un papá diciendo: “Yo tuve una primera vez con mi hijo de 11 años, que fue que él anduviera en bicicleta. Siempre hay una primera vez”. Me pareció fantástico como mensaje. Nosotros tuvimos a Valen muy chiquito, pero ya tenía cinco meses, y hay un montón de cosas que yo también siento que me perdí de un bebé. Está muy presente esa idea de: “Le quiero transmitir, le quiero enseñar, quiero ser parte de su vida”, y vas a poder serlo en cualquier momento de la vida de él.
—En ese momento en que tienen que llenar los papeles, ¿ustedes se llenan de preguntas también, ¿no?
—Es la instancia más difícil porque juntar los papeles y todo lo demás son trámites burocráticos, pero sentarse a pensar esa circunstancia es un desafío y es asumir las propias limitaciones y está muy bien. Es muy cruel saber que hay familias adoptivas que devuelven niños. Nosotros nos habíamos tirado un poco a la pileta: cuando llenamos los papeles fuimos flexibles en el requerimiento.
—¿En qué ampliaron? ¿En hermanos, en edad?
—Exacto. Por lo que te decía antes, que nosotros queríamos ser padres en ese momento y no queríamos esperar. Teníamos en la cabeza todo aquello de que había que esperar mucho y que los tiempos eran eternos y demás. Y bueno, la verdad es que tuvimos suerte, vino muy rápido.
—¿Cómo fue el día de aquel llamado esperado?
—Nos llegó en medio de la pandemia. No me olvido más porque fue un 6 de julio, que es el cumpleaños de mi papá. Nos llamaron desde el RUAGA diciendo que iban a mandar nuestro legajo junto con otros 10 al juzgado. Y ahí dijimos: “¡Sí, fantástico!”. No nos dieron ninguna información, salvo que era un solo niño. Después tuvimos audiencias por Zoom y en la última nos llamaron porque nos quería conocer la jueza personalmente. Ahí fue una emoción muy grande porque, bueno... pensábamos que se iba a dar.
—¿Qué te acordás?
—Fuimos a Tribunales, todo estaba completamente vacío. Era agosto del 2020, no andaba nadie en la calle. Yo no le había contado a mis familiares, todos sabían que estábamos en el proceso de adopción pero no que nos habían llamado. Tenía una amiga a la que le iba contando todas las instancias y ella me decía: “Es ahora, es ahora”. Llegamos ahí y nos comunicaron que éramos los papás elegidos, que empezábamos el proceso de vinculación. Nos dijeron el nombre y nos mostraron una foto que tenían en el celular del defensor. Fue un momento único y no lo podíamos creer. Me emociono de recordar ese momento. Ahí sí ya llamé a mamá y empezamos a contarle a todos. Y más o menos una semana después, que fue eterna, lo conocimos.
—¿Cómo fue ese primer encuentro?
—¡Ay! El primer encuentro fue por Zoom, después, ya lo conocimos físicamente. Él estaba con una familia de tránsito. A los bebés en general tratan de que estén con familias de tránsito, que también hacen un laburazo. Lo conocimos y el gordo, tan bueno, nunca lloró. Como nosotros habíamos sido flexibles respecto del tema de la edad, yo ya me había sacado de la cabeza la idea de todo lo que implicaba un bebé, con lo cual en principio había un miedo a que te pase algo, que se te caiga, que empiece a llorar, qué sé yo. Fue con muchísimo miedo, obviamente, pero con muchísima emoción.
—Empezar a stockearte de cosas de bebé.
—Sí, es que fue todo muy rápido. Me acuerdo que unos amigos tenían un bebé chiquito y les dije: “¿Puedo cambiarle el pañal? Necesito ver cómo se hace esto porque me va a tocar en una semana”. O sea, a ese nivel estaba. Después fui al trabajo y le dije a mi jefe, por esto de que no hay licencias para las madres y los padres adoptivos: “Mirá, me está pasando esto, tengo que vincular la semana que viene no sé en qué horario, no sé a qué hora, no sé cuánto me va a llevar, no sé qué va a pasar”. Y mi jefe me dijo: “Chau, no vengas más”. El Estado está muy ausente respecto de lo que tiene que ver con los derechos de los padres adoptivos. Salvo algunos gremios; creo que el docente tiene. Pero esto no está en las generales de la ley.
—¿Cuándo te sentiste su mamá por primera vez?
—El segundo día que lo conocí. Las vinculaciones son un día, una hora; otro día, dos horas; otro día, cuatro horas, y así. Y el segundo día -hoy veo las fotos y digo: “Mirá la cara de miedo que teníamos los dos”-, nos dijeron que vayamos a la mañana así lo veíamos cuando se despertaba. Y estaba despertándose y lo saqué de la cunita y ahí fue: ese contacto físico y encontrarme en esa situación. Para mí, fue el comienzo de la maternidad.
—¿Y la llegada a casa?
—Una semana después ya fuimos a casa y bueno, empezar a aprender todo lo referido a cuidar a un bebé . Que era para nosotros lo más extraño. Por suerte pudimos tomarnos licencias los dos y eso hizo que pudiésemos estar mucho presentes. Todas mis amigas y las psicólogas me decían: “Tenelo todo el tiempo a upa, en tu cama”. Los profesionales del RUAGA también te lo dicen: necesitás ese contacto físico.
—¿Qué sabés de su historia de origen?
—Poco, pero en definitiva está todo en el expediente, disponible y reservado para lo que él necesite o quiera en su momento. Siempre hay información de su origen, para cualquier chico. Eso es importante y está muy presente también desde el momento en el que empezás el proceso de adopción. El compromiso que tenés ante el Estado es que vos le vas a contar su historia, no va a haber engaños ni ocultamiento.
—¿Desde que Valen está con ustedes surgió algún miedo de que alguien te lo pueda sacar, por ejemplo?
—No. Yo no lo tuve ni lo tengo. Me parece que todo es un proceso. A mí me gustaría acompañarlo e incentivarlo a conocer su historia. Creo que si vos lo criás con amor y hablándole del tema, no va existir algo externo que rompa el vínculo. Porque como con todo hijo, el vínculo se trabaja. Antes de adoptar una amiga me dijo: “No te pienses que porque lo parí a mi hijo lo quiero al instante. Todos adoptamos a nuestros hijos”. Y eso a mí me cambió muchísimo la manera de pensar la adopción. Tiene que ver con lo que vos le das, en definitiva, lo que pasa dentro de la propia familia.
—¿En qué momento amás ser mamá y en qué momentos te querés escapar? A todas nos pasa.
—Me encanta ser madre pero bueno, la verdad es que siempre seguí trabajando y me encanta trabajar también. ¿Cuándo me quiero ir? Y... en esos días en los que la intensidad le gana a cualquier otra cosa. Pero yo todavía estoy como muy enamorada de la situación de maternidad y tengo uno solo, qué sé yo, es distinto. Y me acomodé también laboralmente para que no me pesara tanto.
—¿Y Gaby papá, qué tal?
—Excelente. Nunca tuve dudas. Además era el que más empujaba para ser padres, así que súper bien.
—¿Vos sos la mamá que imaginabas que ibas a ser?
—Nunca me imaginé siendo madre. Por eso creo que tampoco me costó la adopción. Yo no me imaginaba embarazada. Me gusta la mamá que soy.
—Si pensás en el país que le estás dejando a Valentín, ¿cómo nos ves?
—Hay una polarización muy extrema en la Argentina. Mi duda respecto de lo que pueda pasar el año que viene es si hay espacio de nuevo para una opción más de centro, como intentó ser Alberto Fernández. Las circunstancias de una alianza política con muchas cuestiones irresueltas desde el vamos, de cómo iba a funcionar esa coalición, derivó en la crisis que estamos viviendo ahora, que es más política que económica, porque la inflación venía controlándose hasta la salida abrupta de Martín Guzmán. El control político hace que vos puedas controlar la economía de manera mucho más fácil. Así es que veo una situación complicada. Si uno mira también lo que pasó en Brasil: los extremos, una elección completamente polarizada. Hay que ver acá todavía qué pasa. Siempre creí que Cristina (Kirchner) no se iba a presentar como presidenta, por hablar con sus allegados que te decían: “No, no tiene ganas, no quiere”. Bueno, ahora ha empezado este “operativo clamor” por ella y eso me genera dudas sobre si se puede llegar a presentar también (Mauricio) Macri. Si los dos contrincantes…
—¿Creés que le importa a los políticos lo mal que la pasa tanta gente?
—Sí, yo creo que a todo político le importa. Me parece que hay ineficiencia en la gestión. Cualquiera, eh: de derecha, de izquierda, kirchnerista, macrista. Todo profesional seguramente quiere ser exitoso y más cuando llegás a la Presidencia de la Nación. Nadie quiere fracasar ahí. Cada uno piensa que el camino para llegar o no al éxito económico y político va por acá o va por allá, pero no creo que haya cuestiones personales o que sean insensibles a las situaciones de crisis.
—Y mientras tanto la oposición también deja mucho que desear, ¿no?
—Sí. La oposición es oposición y está en ese lugar secundario de alguna manera. La mirada periodística tiene que estar puesta, si bien en los dos espacios políticos, en el oficialismo por sobre todas las cosas, en los gobiernos. Y obviamente, a la oposición, marcarle las contradicciones. Cuando viene ahora algún integrante de Juntos por el Cambio que estuvo en el gobierno y lo escuchás decís: “Bueno, ¿por qué no lo hiciste?”. A veces yo veo que los políticos se transforman en panelistas, en opinadores.
—Este es tu primer Mundial con Valen. ¿Tienen todos las camisetas, el merchandising?
—(Risas) No tiene nada. Sí tiene porque es hincha del Rojo, pero de Argentina, no tiene nada. Él grita todos los goles; no sabe de quién pero cuando hay un gol, grita.
—Felicitaciones a ambos. Hay historias que salen bien, otras cuestan más, pero siempre vale la pena.
—Siempre vale la pena. Y es como la vida misma: todas las familias tienen a veces algún tropiezo, nada es color de rosa como nos vendieron en los libros.
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