Rocío Igarzábal y las “locuras” que hizo por amor: “Fueron situaciones extremas que me llevaron a un lugar muy oscuro”

Después del mega éxito de Casi ángeles, dejó todo y se fue a México para poder sanar su cuerpo y su alma. Se enamoró, fue mamá y volvió con muchas cosas para decir en forma de canciones, que plasmó en el disco Que me hablen de amor

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Rocío Igarzábal: "Tuve momentos de amar con locura y que ese amor no fuera correspondido"

Un día Rocío Igarzábal sacó un pasaje a México dispuesta a empezar de nuevo. O de cero, tal vez. Había terminado el ciclo de Casi ángeles, reventando el rating de las tardes y llenando teatros y estadios con los Teen Angels, y daba sus primeros pasos como actriz adulta, pero una serie de alertas le hicieron ver que todo no estaba tan bien. Terminó su relación con Tacho Riera, su compañero en las producciones de Cris Morena, y escuchó a su cuerpo, que decía basta. Y resolvió que para tener que arreglarlo, había que tomar una decisión de las fuertes.

En México, se encontró con ella misma. Y encontró el amor. Conoció al músico Milton Cámara, y las canciones fueron el remedio que estaban buscando. “La escritura fue una gran aliada para mí en esos momentos de oscuridad o de soledad”, confiesa Rochi en una charla íntima con Teleshow. Un día llegó Lupe, y su vida se terminó de acomodar. El concepto amor tomó otra dimensión y empezó a darle el debido interés a las simples cosas. Volvió en 2021 a la exposición pública, con sus pasos por La Academia de ShowMatch y la temporada teatral de Carlos Paz, pero ya había aprendido la lección y no se dejó atropellar por el medio.

Hoy sus días pasan por el disco Que me hablen de amor, que va a presentar el 8 de octubre en La Tangente, una invitación a conversar y también, una descarga. Porque escribe y canta sobre amores tóxicos e imposibles, con historias muy personales que salen bien de adentro, pero que buscan refugio y diálogo para volverse universales. Una aventura en la que resignifica el concepto de amor romántico para transitar un camino de rosas, pero también con espinas. “Me gusta darle un tinte de humor a sentimientos tan extremos como angustias y broncas, como creo que es el arco iris de emociones”, asegura la artista sobre el single “Caja de cartón”, que refleja el espíritu del material.

—¿Te pasó a vos en algún momento?

—Sí. Me ha pasado de tener estas relaciones en donde de repente amás con locura, con esta cosa muy posesiva, pero creo que desde un lugar de que algo me está pasando internamente que estoy depositando en el otro. ¿Se entiende? Como: “¿Por qué no puedo estar sola?”. Creo que va más por ahí la cuestión.

—¿Lloraste mirándote al espejo?

—(Risas) Ay, Dios mío... Sí, pero cuando era más chica. Esto de clavarme los auriculares y ponerme canciones de Sin Bandera o Alejandro Sanz, esos artistas fuertes de los 90 que te hacían llorar con sus canciones, y si estabas un poquito movilizada, era como una catarata. Es muy sanador hacer propias las canciones y que te ayuden a canalizar un poco.

—¿Fuiste más de dejar o de que te dejaran?

—Yo creo que fue bastante equilibrado el asunto. Tuve momentos de amar con locura y que no sea correspondido ese amor, que no me den bola.

—¿Amar con locura es literal?

—Sí, hice locuras por amor.

—¿Por ejemplo?

—Tomarme un taxi a las cuatro de la mañana, ir a tocarle el timbre y quedarme afuera horas, hasta que aparezca. O llamar 1500 mil veces a la persona hasta que me atienda. O escenas en la calle frente a mucha gente… Situaciones extremas que, con el tiempo veo, me estaba pasando algo a mí. Siempre trato de traerlo hacia mi persona y no depositar la culpa en el otro.

—Hoy lo vemos mucho más claro y entendemos que no es sano y que hay que salir de ahí, pero muchas pasamos por esas situaciones

—Por supuesto. Porque también te pasa que de repente tenés una relación sana y decís: “Che, algo estaba mal en eso”. Algo estaba mal en la forma de vincularnos y a mí me llevaba a un lugar muy oscuro que no estaba bueno. Y el otro tiene mucho que ver en eso también. Sin culparme o responsabilizarme a mí al 100% siempre hablando de relaciones en donde no se ha llegado a lugares violentos. Relaciones locas en el sentido que estás como en la adolescencia, donde todo se vive de otra manera, muy pasional, muy hormonal.

—Sí. Está bien la aclaración de sin llegar a situaciones de violencia física, pero lugares que está bueno identificar y correrse.

—Sí. Y también hablo de una relación puntual en la cual yo tomé la decisión de correrme. Hoy me veo a mí misma y me felicito y valoro mucho esa decisión, porque necesité mucho coraje para tomarla.

—¿Qué te ayudó a poder salir de ese lugar?

La escritura fue una gran aliada para mí en esos momentos de oscuridad, o de soledad. También conectar un poco con la meditación: empecé a hacer talleres y cursos de yoga porque quería encontrar respuestas que no me estaban resultando fáciles. Y mi familia, mis amigas, el gran “no es por ahí, amiga salí de ahí”.

—Todas lo aprendimos, ¿no?

—Sí. Creo que tenés que escuchar a las personas que te conocen y quieren lo mejor para vos.

Rocío Igarzábal: "Todo el tiempo hay que estar volviendo al sentido de por qué hacemos lo que hacemos"

—Hemos charlado en distintas oportunidades y siento que sos una mujer que se escucha, que se va encontrando. Cuando decidís parar todo, irte a México, volver con muchas propuestas de trabajo, hay un poder escuchar el deseo y un aprendizaje de por dónde pasa.

—Sí. También creo que eso se va a ver reflejado en el disco, que justamente se llama Que me hablen de amor, porque creo que le doy mucha importancia a lo que estoy diciendo. Es un disco que tiene un recorrido, que parte de un vínculo que se termina y finaliza en un lugar más propio y completo. No hay ninguna canción que hable de amor a lo Sin Bandera, como decíamos. Creo que no lo pone al amor en un lugar romántico; lo resignifica.

—¿Y cuánto te resignificó el amor la maternidad?

—En un montón de aspectos, pero sobre todo en lo simple. En el valor del gesto, de la palabra, de la mirada. Me doy cuenta de que cuando le digo las cosas a Lupe se le quedan grabadas, y hay una importancia en lo que uno piensa con lo que uno hace y lo que uno dice. Son un reflejo fuerte, y te hacen notar cuando decís una cosa y hacés otra.

—Y cada vez más, prepárate. ¿Le tuviste que pedir disculpas alguna vez a Lupe?

—Sí, por supuesto. También soy muy de hablar con ella, de poner sobre la mesa las cosas que pasan. Hay días en los que estoy agotada, que mi margen de paciencia se acaba más fácil y exploto, pero no es con ella, sino que no me da más el cerebro. Y después hablamos de eso que pasó y le pido disculpas para que entienda.

—Los papás también nos equivocamos.

—Exacto. Somos humanos. Y estamos en una época también en donde hay que perder el miedo de hablar con los hijos de ciertos temas.

—Te espera un camino hermoso por delante. Y sacar un disco también es como parir un hijito, ¿no?

—Sí, en una era en donde hay mil hijos por todos lados (risas). Siento que el disco es muy distinto a la música en general que se escucha hoy en día. Le doy mucha importancia a la letra de las canciones y quiero que la gente las escuche con atención.

—¿En qué situación recomendás escuchar el disco?

—Yo te diría que te prepares: una copita de vino, las luces bajas, que pongas play y vas a viajar un poco.

—¿Los temas son todos tuyos?

—Sí, míos en conjunto con otros autores. Me gusta la experiencia de componer en grupo y de crear historias y encontrar frases. La escritura es un gran momento creativo en el que quiero tomar conciencia de lo que estoy elaborando. Y volver a hablar de la historia de amor en un mundo que habla más del consumo, de lo material.

—Hablaste de la cantidad de material que hay dando vuelta, y siempre hablo con tus colegas sobre cómo cambió la industria y qué exigente es para ustedes. Las plataformas democratizaron porque permiten llegar sin pasar por la discográfica, pero también hay mucha presión y una competencia constante por el número uno, por las visualizaciones.

—Sí, es como que todo el tiempo hay que estar atenta porque te genera tanta ansiedad. Hay días en los que siento como que me falta el aire: quiero que se escuche la canción, que los numeritos, que no sé qué... Y hay que volver al sentido de por qué hacemos lo que hacemos.

—¿Y cómo se hace?

—Para mí es muy importante tener esos momentos para conectar con otra cosa. La maternidad, estar al aire libre, dejar el celular; trato de bajar cambios cuando me noto muy inquieta y muy ansiosa. A la vez, no le quiero quitar valor a lo que estoy haciendo por querer apurar las cosas. Si estás todo el tiempo pendiente de la pantalla, de las redes, los números, dejás de ver eso que es tuyo.

—Es una época de las colaboraciones también. Fuiste compañera de la China Suárez, fuiste compañera de Lali: ¿se pueden venir colaboraciones juntas?

—No sé. Admiro mucho el carrerón que está haciendo Lali y la admiro mucho a ella en sí, pero hoy no veo la colaboración por el hecho de que son caminos distintos. Si el día de mañana sucede, genial. Pero también me pasa que saqué esta canción, “Caja de cartón”, que es una salsa medio aflamencada y estoy compartiéndola con Mel Muñiz, que es una flor de artista, muy reconocida en su ambiente pero tal vez no tan popular. Me gusta generar esas conexiones entre artistas, que el público vaya escuchando cosas nuevas.

—¿La China en la música te sorprendió o te la veías venir?

Ella siempre también tuvo la música en su vida, las ganas de cantar. Y la felicito. Me parece que está espectacular que lo haga y siento que su ser artista habla por muchos lugares: por la actuación, por cómo vive su maternidad y también por su música. Está bueno que se anime y que explore ese lugar desde un lugar propio.

—Un lugar también de mucha más exposición.

—Sí, totalmente, coincido. Es sacarte el disfraz.

—Sos vos en tus letras, ¿no? Que son tuyas y es estar desnudita.

—Yo me siento más empoderada en el escenario cuando canto mis canciones que cuando canto canciones de otro.

—Me gusta eso que decís del escenario porque una vez, hablando de la época de los Teen Angels, me dijiste: “Arriba del escenario lo que sucede es mágico, pero se apagaba la luz y yo no me quería”; “Estar tan expuesta me mareó”. Hoy sos otra, completamente.

—Sí, totalmente. Es un recorrido que hoy lo veo y no lo puedo creer. Siento que hay momentos claves en mi vida, que los recuerdo siempre y que me hacen lo que soy hoy.

—¿Cuáles?

—Cuando estaba haciendo Dulce amor, que yo estaba en pareja con Nico Riera, y en su momento Nico fue un gran maestro para mí y la persona que me acompañó muy de cerca cuando estaba en mi peor momento con respecto a mi autopercepción, a mi imagen, a todo el tema de los trastornos alimenticios. Acompañó una terapia 360 te diría, porque había una psicóloga, una médica, una nutricionista, obviamente mis amigas y mi familia. A partir de ese proceso me voy a México, y desde un lugar muy sabio y de amor nos separamos, en una época en donde todavía no estaba toda esta reflexión sobre lo que son los vínculos.

—Toda esa etapa fue muy fundacional entonces de quien sos hoy.

—Sí, totalmente. Y a partir de ese viaje fue empezar a gustarme, saber por dónde quería ir y componer mis canciones.

—Hablaste hace un ratito de Dulce amor. ¿Volviste a hablar con Juan Darthés después de las denuncias?

—No, nunca más tuve contacto con él.

—Me acuerdo que hablaste de Calu Rivero y de que te hubiera gustado poder acompañarla más, entender más claramente lo que estaba pasando en ese momento. Hoy Darthés está en Brasil, el juicio va, viene, ahora se reanuda. ¿Qué te pasa con eso como mujer, como excompañera de trabajo?

—Siempre voy a poner el foco en Calu porque siento que ella hizo un proceso de crecimiento personal muy groso y que hoy está en un lugar en donde supo evolucionar mucho de esa situación, y me da mucha felicidad. Y con Juan nunca tuve relación. Lo único que me enfoqué en su momento fue cuando Calu me llamó años después y me contó lo que le había pasado. Yo sabía que algo le había pasado porque la había notado angustiada, nunca supe bien qué, pero sí la había notado muy incómoda; entonces, obviamente, le di mi apoyo para todo. A ella la noto muy verdadera en su experiencia, y estoy ahí para apoyarla y para acompañarla. Después, hay cosas que me parecen muy injustas de los procesos legales: hay un lugar donde se abandona mucho a la persona cuando está pidiendo ayuda a gritos.

—A mí me sorprende, y me pregunto qué nos pasa como sociedad, que muchos se enojan con Calu o con Thelma Fardin, y no con un tipo que se va a Brasil para no ser juzgado acá. Un poco también tiene que ver con lo que hablábamos antes, con esto que pasa con las redes sociales, que son un monstruito.

—Es muy delicado el asunto para mí. Hay una cosa que yo lo veo como en paralelo a cómo era hace un millón de años, ¿viste?, el tema de la cacería de brujas, esta cosa de la condena social, como que uno dice algo y todos apuntan con eso. Es muy delicado porque hoy en día es muy fácil apretar un botón, compartir una historia en redes sociales, y eso es muy perjudicial para el ser humano: el tema de la condena social. Creo que por un lado se evoluciona y por otro lado, todavía hay una fuerza contraria a la cual hay que estar atentos a que no se desborde.

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