Un día Florencia Bertotti sintió que tenía que parar la pelota y reordenar sus prioridades. A partir del éxito mundial de Floricienta, su carrera estaba en un nivel de popularidad, prestigio y exigencia que jamás había imaginado. Amaba el cariño de esos chicos que llenaban teatros y estadios por todo el mundo, que la paraban por la calle para llevarse el recuerdo de su vida. Nunca renegó de eso. Era una búsqueda mucho más interna. Había sido mamá, y a pesar de recibir ofertas tentadoras económica y profesionalmente, decidió organizar su brújula para que el trabajo y el placer se acercaran lo máximo posible.
Pero hay cosas como la espontaneidad y la chispa que se mantienen inalterables en la Florencia de antes y en la de hoy, esa misma con la que dotó a sus personajes, del más histriónico al más dramático. Así llega al estudio de Infobae, mirando con ojos curiosos lo que ocurre a su alrededor y, de alguna manera, conecta con su actualidad en su debut en radio, renovando el vínculo con su público desde otro lugar y descubriendo nuevas maneras de sentir. “No entiendo cómo tardé tanto. Lo disfruto sin conocer el paño y es muy relajante para mí”, dice la actriz para explicar esa magia inexplicable de la radio que transita a diario en Días y Flores, por Vale 97.5.
En esa búsqueda personal inalterable, entre enfocar las energías y desarrollar un plan b que permita afrontar la inestabilidad de la profesión, continúa con Pancha, el proyecto de indumentaria infantil que nació en 2013, atravesó los vaivenes económicos y pandémicos, y creció mucho más de lo imaginado. “Es un orgullo enorme decir que tenemos una pyme, que somos industria argentina y damos trabajo a un montón de familias”, dice Flor en esta charla relajada y profunda con Teleshow, donde hablará de los idas y vueltas en su relación con Cris Morena, de su familia ensamblada con Federico Amador, de la maternidad compartida con su ex, Guido Kaczka, y del futuro que imagina lejos de la ciudad.
—Es un espacio súper cálido el que construyeron en la radio: tienen unas charlas hermosas en un momento tan álgido del país.
—El programa tiene un momento de reflexión, de buscar en lo mínimo algo potenciador de nuestro día. Que puede parecer pretencioso o chiquito, pero son las dos cosas, porque con muy poco podés cambiar tu día. Y siento que la gente lo re agradece y se re copa. Quise bajar al programa la manera en la que miro las cosas, y se fue armando este Días y Flores que se volvió medio terapéutico.
—¿Vos sos así?
—Soy bastante optimista: me sale natural mirar siempre el vaso medio lleno. Fede me dice que soy una negadora, pero no puedo evitar quedarme con el lado que sí. Y al llevarlo a la radio se arma una red.
—Te escucho en la radio y me acuerdo de ese momento de híper popularidad y propuestas en el que te tomaste las cosas con más calma. ¿Cómo fue esa decisión?
—Muy natural, no fue algo planeado. Fue escuchar mi pulso de lo que tenía ganas de hacer, sentir que estaba más abocada a la maternidad, y queriendo diluir toda la cosa más expuesta que tenía mi vida. Y me pude escuchar, lo pude sentir y ver. En este medio terminás un programa, aparece otro, y a veces te cuesta ver si estás yendo en la dirección que querés.
—Me consta que tenías un montón de propuestas y de a poquito fuiste parando la pelota, eligiendo la que querías. Y en general nos cuesta ver que alguien que está en un momento de tanto éxito puede elegir que el éxito pasa por otro lado también, y no solo por esa masividad del proyecto televisivo.
—A mí me re decían: “Pero qué lástima que no te llaman más, si eras buena actriz”. Nunca podía ser una decisión mía: si no trabajaba era porque no me llamaban. Hay algo del éxito que parece que estás súper disfrutando, pero cuánta gente escuchamos que dice que no, que se siente vacío, que no ve a sus hijos. Yo siempre tuve mucha conexión con mi pulso y con mi disfrute, y ser mamá me hizo dimensionar eso. Cuando estaba embarazada de Romeo, estaba re creativa, y tenía proyectos para después de que él naciera, pero no tenía idea lo que era ser mamá ni ocuparme de una persona que dependiera de mí permanentemente. Y cuando él era muy chiquito estaba comprometida con un trabajo y me re costó.
—¿Y lo pudiste hacer o pudiste correrte?
—Lo hice. Pero me quemé con leche, y después no me pasó más. No me importaba nada si me criticaban o no. Cuando hice La dueña muchos años después era imposible en cuestión de horarios. Mirtha (Legrand) estaba muy acostumbrada a los programas, tipo 1 ponele, y yo tenía que irme a las 3 porque a las 4 salía mi hijo del jardín y esa era mi única condición. Esa era mi única prioridad.
—Se habló de ese tema en el momento.
—Llegábamos a la 1, Mirtha llegaba, entre que pasábamos las escenas, había una corrección de luces, algo, no sé qué, y por ahí teníamos puestas siete escenas y habíamos hecho una. “Pero a mí me dejan el pibe en la vereda”, pensaba, ¿entendés? Tenía que ir a buscarlo al colegio. Y era como: “Bueno, ¿pero cómo te vas a ir?”. Era muy difícil. Por eso a veces es más difícil estar en eje uno con las prioridades de uno y tratar de cumplir eso que a vos te pasa.
—¿Cómo hacías? ¿Te ibas o te aguantabas?
—Me iba con toda la culpa del mundo porque sabía lo que iba a pasar. Después salía en algún lado: “Se va y la deja a Mirtha plantada”. Y no, no la había plantado. Con Mirtha la mejor, igual; todo estaba re sabido. Pero hay momentos en donde es difícil sintonizar lo que vos estás dispuesto a dar de acuerdo a tus prioridades con lo que se necesita de vos en un trabajo. Entonces, es mejor dar un paso al costado.
—¿Y cómo compiten las culpas de la profesional con la culpa de la mamá? Es dejar el trabajo o dejar al chico en la calle.
—Es muy difícil, pero se puede buscar un equilibrio. Obvio que pisé los extremos: le decía que no a todos los trabajos y después fui encontrando. Hice proyectos en Polka como Silencios de familia o Guapas, que eran por seis meses y me permitían organizarme.
El boom. A la hora de repasar su carrera, que ya supera largamente los 25 años, Flor elige el personaje que más la marcó en una suerte de voto cantado. “Floricienta me va a acompañar toda la vida, lo disfruté un montón y me abrió puertas a giras por todo el mundo. Fue como todo muy surrealista y muy único”, dice sobre la tira que protagonizó entre 2004 y 2005, y que renovó su público con reposiciones en canales de aire y visualizaciones en YouTube que se cuentan por millones.
—¿No te agotó nunca?
—Sí, me pasó después que terminó. Pero nunca renegué, me encantaba porque era súper cariñoso el recuerdo, es una energía linda.
—Pero hay que despegarse también de ese personaje.
—Nunca tuve ese miedo ni ese prejuicio. Por ahí sí podía ponerme más estratégica y pensar qué personaje me convenía, cuál me iba a divertir o disfrutar más, no si me despegaba.
—¿Cómo estás hoy con Cris Morena? Hace poco hubo un acercamiento después del conflicto judicial.
—Sí, cuando se iban a cumplir 15 años de Floricienta ahí me llamó Cris y me dijo que ella quería hacer como una especie de evento. Nunca habíamos dejado de hablar: siempre había más ruido de afuera que de adentro. Fue algo muy puntual en un momento, parece que sigue re vigente, pero en nuestra realidad de personas pasaron diez millones de cosas en cada una de las vidas. Pero sí, volvimos a hablar, ella tenía la idea de hacer un evento, pero después por una cuestión contractual no pudo avanzar. Después íbamos a hacer un reencuentro tipo Friends para el lanzamiento de una plataforma, y tampoco lo abordamos. Pero siempre está latente la posibilidad de volver a hacer algo.
—Después vino Niní, que también fue una serie importante para vos en un montón de cosas.
—Fue re linda porque me animé a mostrar mis canciones. Siempre había escrito, pero fue la primera vez que me animé a escribir para otros y después lo seguí haciendo.
—En Niní conociste a quien hoy es tu amor. ¿Cómo va esa familia ensamblada?
—Nosotros lo disfrutamos, lo vivimos con mucha naturalidad. Nos disfrutamos mucho.
—Vos tenés a Romeo, Federico tiene dos hijos. ¿Tienen momentos de estar todos juntos?
—Sí, y de estar solos también. Los chicos cuando están juntos la pasan re bien, se divierten. Son hermanos hace mil años, son como amigos. Y cuando están con sus respectivos padres, nosotros estamos de novios y es importantísimo poder estar solos, tranquilos, nos cocinamos, nos tomamos un vinito. Es un momento que resguardamos.
—¿Cómo sos como mamá?
—Culposa soy. Me da mucha pena o mucha cosa perderme de ciertas cosas y estoy muy pendiente de eso. Pobrecito Romeo, quizás soy medio sobreprotectora…
—Romeo tiene 14 ya, es un insolente.
—Sí, ya me pasó. Calza 42, como que ya es un chabón. Pero siempre va a ser el bebé de mamá, y se lo digo.
—¿Cómo es esa crianza compartida con Guido?
—Súper fluida, natural. Nos cubrimos un montón con Sole, la mujer de Guido, porque él está con mil cosas entonces hablo con ella y organizamos, nos cubrimos y estamos ahí para lo que Romeo necesite.
—Está buenísimo porque a veces cuesta.
—Cada familia es un mundo y cada caso es único. Es recíproco, me parece que eso se va dando con los años cuando hay buena predisposición y generosidad de las dos partes.
—En esa cosa tan empática que tenés, ¿cómo te sentís con todo lo que está pasando hoy en el país?
—Da mucha tristeza porque es muy difícil de entender y es frustrante ver que parece imposible que esas realidades cambien. Es tan trasversal, porque tiene que ver con la educación, con la salud, con un montón de cosas que deberían suceder y no suceden. No hay que perder la esperanza, y hay que tratar de que el entorno esté lo mejor posible. Ser lo más solidario posible. Abrir los ojos desde lo chiquito. Porque si no, ponemos todo en la responsabilidad en el otro, en el afuera. Es verdad que algunos tienen una responsabilidad mayor. Pero ser solidarios, empáticos, generosos te pueden mejorar un poco el día. Es un poco más que no hacer nada.
—¿Cómo es ser emprendedora en esta Argentina?
—Todos los días es un desafío porque es un país con mucha inestabilidad, con mucha inflación, donde los insumos van aumentando. En un momento estuvimos por cerrar, hasta que empezamos a vender online de una manera que no esperábamos. Después de un tiempito que ya estábamos súper establecidos, vino la pandemia que triplicó la manera de comercializar online, porque a los que éramos muy chiquitos nos puso a la altura de los que eran muy grandes, porque estábamos todos en el mismo lugar. Siempre digo que cuando se cierra una puerta sin dudas hay que estar tranquilo y tratar de mirar a ver por dónde se está abriendo…
—¿Por qué Pancha?
—Siempre fui muy acelerada y muy inmediata, y sabía que este camino iba a tener que hacerlo despacio porque me iba a pegar contra la pared varias veces. Por eso el logo es una tortuguita, y así es como va: pancha, tranquila. Es un proyecto a largo plazo, en el que hay que sembrar y después cosecharemos. Fue como un aprendizaje también para mí.
—¿Cómo te llevas con el feminismo?
—Bien. Creo que todos nos vamos reeducando y reinventando inconscientemente con todo lo que va pasando. Es necesario que suceda, porque si no hubiera tanto ruido quizás ni nos pondríamos a reflexionar. Puede ser incómodo para algunos, puede ser demasiado para otros, quizás a veces no es la forma, pero sí es el fondo. En las reestructuraciones, en tratar de sacudir un poco para pensar, me parece que las maneras no se pueden juzgar tanto. El objetivo es otro, es repensarnos y mejorar esas pequeñas cosas. Sobre todo, para dejarle a las próximas generaciones.
—Que lo tienen bastante más claro todo… ¿Te encontraste que te enseñan cosas los chicos? Vos trabajaste mucho con chicos, ¿pero con los propios te pasó?
—Los propios te surten directamente, te dan un golpe de realidad, con una mirada que ellos ya están construyendo su propia lectura de las cosas, que a veces no es exactamente igual a la tuya o tienen otros puntos de vista, entonces para mí eso es lo más enriquecedor.
—Si charlamos en cinco años y salió todo genial, ¿cómo te encuentro?
—Cinco años, no sé. Irme a vivir al campo es para más para adelante.
—¿Hay un proyecto ahí?
—Sí. Es un lugar de desconexión. Nos gusta estar en la naturaleza y sin más estímulo que ese.
—Fede viene trabajando un montón con todo lo que es naturaleza.
—Sí, a él le gusta más que a mí claramente, pero porque a él le gustan los bichos, la selva; a mí me gusta tirarme a leer y que caiga el sol y como eso me parece un montón. Entonces sí a largo plazo tenemos esos planes. Con los chicos estudiando lo que quieran, con una realidad para todos mucho más equitativa. Seguir eligiendo lo que me gusta hacer para trabajar. Poder darle cada vez más espacio al pulso de uno y al disfrute. Revalorizarlo como algo tan importante como el trabajo, estar en conexión con lo que uno disfruta.
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