Luis Corbacho: “No hay nada peor que ser pobre y famoso”

Querido diario, su nueva novela, encabeza la lista de más vendidos. Y otro libro suyo, se convertirá en serie. Aquí, recuerda su vínculo con Jaime Bayly pero también analiza la farándula local: “Me parece absurda la doble vara con la que se juzgó a la China Suárez”, sostiene

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Entrevista a Luis Corbacho

En su infancia en San Isidro, entre clubes de rugby y colegios católicos, Luis Corbacho jamás imaginó este presente. En el horizonte aparecían un diploma de abogado, una familia con esposa e hijos, los fines de semana en el club, los parámetros para lo que entonces se definía como “normal”. Pero él decidió patear el tablero y dejarse llevar por lo que sentía en el cuerpo y en el alma. El periodismo fue la salida de emergencia que le permitió descubrir un mundo desconocido. Una herramienta de liberación económica, sexual, profesional. Y que a sus 44 años no deja de sorprenderlo.

A horas de publicar Querido diario, su quinta novela, se convirtió en número uno en ventas. “Me enamoré de un tipo casado con una mujer y con familia, un político muy importante, y escribí historias en Instagram para reírme de lo que estaba pasando porque no lo podía creer”, cuenta Luis en una entrevista con Teleshow. Las historias no pasaron desapercibidas y generó una demanda voraz en sus seguidores que querían saber más de esa relación, en este escenario difuso y complejo entre la ficción y la realidad que plantean las redes sociales.

Con lujo de detalles, pero con la prolijidad inalterable de no dar nombres ni demasiadas pistas, Luis armó el rompecabezas de su diario no tan íntimo y esas historias urgentes se volvieron una sola. “Los que entienden van a saber quién es. Pero el objetivo del libro no es ese, sino disfrutar de una historia de amor que está buena”, explica el autor.

—A todos nos pasaba algo con esta historia...

—Fue tremendo. Y me encantó porque pude hacer negocio con eso. Lo esperaban tanto que decidí explotarlo. La gente quería romance en Instagram. Eso es revelador, ¿no?

—Me gusta esto que decís, rompiendo un poco con esta cosa romántica de que todo se hace por amor al arte.

—Siempre hice lo que me gusta, desde chico. Vengo de una familia en la que me hubiera convenido ser abogado y siempre hice la mía. Iba a la facultad de Filosofía y Letras, pero también me interesó el mundillo de las marcas. Ahora saco el libro y hago un evento que está auspiciado por cinco marcas.

—Hay algo ahí también que aprendiste de este nuevo momento que se vive, donde la demanda del público es inmediata.

—Totalmente, porque el circuito tradicional de las editoriales es agotador. Para publicar en una editorial grande estás dos años. Va a corrección, a imprenta, se forma una bola larguísima en la que recibís una regalía cinco años después. ¿Por qué esperar todo eso si estoy escribiendo algo que a la gente le está encantando ahora?

—En aquella infancia de San Isidro era imposible pensar en esto que te pasa hoy.

—Nunca. Siempre fue todo lo contrario: familia súper católica, colegio de curas, el típico cliché de Zona Norte. Yo siempre me sentí incómodo en ese papel.

—¿La pasaste mal de chico?

—Muy mal. Porque jugabas al rugby o te ibas a tu casa, no había otro deporte. Tengo un papá muy fanático del rugby, y su mayor felicidad era que su hijo jugara al rugby, pero a los 12 años abandoné. Nunca cumplí con las expectativas de nada, pero esto no es reproche a mi familia; ellos son súper amorosos, lo que pasa es que fueron criados así y se movieron en esa estructura.

—Había que romper un montón de prejuicios y de estereotipos.

—Yo los rompí, pero sin darme cuenta. Simplemente hice mi vida y se fue dando y fui amoldando, porque no es que me fui de mi casa y no los vi nunca más. Metí mi mundo en San Isidro.

—¿Cómo fue el paso por el colegio de curas?

—Iba con Iván de Pineda, somos de la misma clase. Hasta hoy somos amigos y mantenemos el grupo, comemos asados. Pero la pasaba mal… ¿te acordás del Angel Face?

—Sí claro.

—Bueno, me gustaba ponerme base y una vez me cagaron a trompadas por eso. Y aprendí. No hay que ponerse el Angel Face. Entonces uno va como cuidándose: te gusta mucha la ropa pero no lo digas; ¿te gusta esto? no lo digas. Y así ibas encontrando tu caminito. Obviamente, quedás con la cabeza frita después de eso. El trauma post cagadas a palos que te queda cuando sos grande en algún momento te vuelve. En forma de ataques de pánico, en forma de agresividad, en forma de adicción a las drogas. A mí me vino tranqui, por suerte no derivó en ninguna adicción.

—Hoy estamos mucho más alertas, me parece. Pero tu forma de resolverlo fue esconderte. Te podría haber costado mucho después encontrarte, ¿no? Porque en la adolescencia, donde uno está acomodándose para adentro, tener que pilotearla para afuera es un montón.

—Sí. Yo me encontré con mi profesión, es lo que me salvó, porque antes no encontraba mi lugar en el mundo. Tomaba diuréticos pensando: “Listo, me voy a matar”, con 16 años. Me sentía un paria, no quería vivir más esa existencia de puto de mierda todo el día. Nunca concebí la posibilidad de ser gay en un ambiente en el que me crie. Porque no sabía cómo lo iba a tomar mi familia, percibía que iba a estar todo mal, aunque después fue todo amor.

—¿Te querías morir?

—Sí, claro. Después de eso tuve novias, con las que no llegaba al sexo. Chicas amorosas con las que hoy somos amigos. No terminaba de entender qué me pasaba, pero estaba bien visto tener novia. Era como lo que había que hacer. Una novia iba a tu casa a comer. Un novio, no.

—¿Cuándo lo entendiste?

—Lo resolví con mi primera relación.

"Nunca tuve adultez porque pasé de la casa de San Isidro a la mansión en Key Biscayne, Miami, con Jaime Bayly que era una celebridad latina de Telemundo. Un tipo muy, muy valorado y muy millonario"
"Nunca tuve adultez porque pasé de la casa de San Isidro a la mansión en Key Biscayne, Miami, con Jaime Bayly que era una celebridad latina de Telemundo. Un tipo muy, muy valorado y muy millonario"

Luis tenía 22 años y hacía sus primeras armas en el periodismo. “Era re pendejito, re pasante”, dice, para poner en situación. En ese contexto le asignan una nota con el periodista Jaime Bayly, ya una figura en los medios de América Latina. La cita fue en el Hotel Plaza. La expectativa superó largamente a la realidad: “Estuvimos diez años de novios”, cuenta sobre el origen de una relación de la que habló un continente.

—Mi salida del closet fue irme a Miami a vivir con Jaime. Lo escribí en mi primera novela, Mi amado Mister B.

—Y a partir de ahí una forma de contar tu vida con los libros.

—Totalmente. Con los libros y después con las redes sociales. Ahí incorporé a Jaime a San Isidro. En vez de salirme, lo incorporé y estuvo todo bien.

—¿Cómo fueron los diez años con Jaime?

—Nunca tuve adultez porque pasé de la casa de San Isidro a la mansión en Key Biscayne, Miami, con Jaime que era una celebridad latina de Telemundo. Un tipo muy, muy valorado y muy millonario (risas).

—¿Qué te enseñó ser pareja de un tipo tan plantado en la profesión?

—Todo lo que sé ahora, de hecho, esto de contar todo a través de los libros, surgió por Jaime. A mí nunca se me hubiera ocurrido escribir. La parte de lo que implica ser famoso también lo viví con Jaime. Él en Perú era como Tinelli. Fue candidato a presidente. O sea, era una estrella, y vi lo que era ser rico y famoso. Con sus cosas buenas y sus cosas malas.

—¿Tuviste más parejas famosas?

—Tuve dos parejas nada más, Jaime y un diplomático a quien le dediqué Yo no quiero ser Ricky Martin, mi cuarta novela.

—¿El diplomático sabe que va a llegar a la pantalla, en una serie?

—No, se está enterando ahora.

—¿Quién hace de vos?

—No está cerrado. Tiene que ser un argentino y me gustaría que sea Juan Minujín, que es mi amigo y también se está enterando ahora.

—¿Y de él?

—¿Quién me gustaría? Mario Casas. Lo estoy halagando un montón. No sé si él se parece. O sea, que agradezca que le estoy haciendo este homenaje.

—¿Quién fue el gran amor de tu vida? ¿O todavía no llegó?

—Pensé que me iba a morir con Jaime, pero me enamoré del diplomático también. Mirá, la última vez que entrevisté a (Adrián) Suar, me dijo que te podés enamorar tres veces en la vida. Estamos los dos esperando la tercera.

Por fuera de sus novelas, Luis es director de El planeta urbano, una publicación instalada como marca registrada en el mundo del lifestyle y tendencias. Un target en el que aprendió a moverse casi de manera natural, y que lo hizo relacionarse con marcas. También le distancia del barro local. Un espacio que define como atractivo, pero que prefiere consumir desde el lugar del espectador. “Cada vez menos me interesa opinar de la farándula local. Si voy a hacer un chiste va a ser sobre Kim Kardashian, no quiero que nadie se ofenda y estoy harto de que la gente me llame. Yo no podría ser Ángel de Brito, no tengo esa sangre fría”, dice. Y admite embarrarse, aunque sea por un rato.

—Es interesante porque has escrito mucho de lifestyle, viajás y tenés llegada a marcas muy lindas, pero no tenés problemas en blanquear un canje. No te crees esa vida tampoco.

—Y eso está siendo valorado por las marcas, que es la única gente que me interesa, además de mi público. Esas brand manager valoran mucho mi sinceridad. Estamos en una época en la que el caretaje de la vida perfecta de Instagram o de la tapa de revista se derrite. La gente que más éxito que tiene en redes, es la más auténtica. Y eso a la larga se valora.

—¿Y a nuestra farándula la ves muy careta?

—A la cheta, sí, muy careta. Y después el barro me encanta. No hago ese tipo de barro, pero no porque sea despectivo sino porque no es el tipo de medio en el que trabajo. Si el día de mañana soy director de una revista de chimentos me meto a full en eso.

—Te convocaron varias veces para los programas de espectáculos. Ángel, por ejemplo.

—Sí, Ángel es muy amigo mío. Yo no soy el periodista cool que reniega de los programas de la tarde; al contrario, los amo. Soy amigo íntimo de Guido Zaffora, todas las panelistas son mis amigas, me cago de risa. Me encanta ese mundo, pero si trabajás ahí se te cae lo otro. O sea, si vos querés que Jean-Paul Gaultier auspicie la presentación de tu libro, como está ocurriendo, no podés salir en un programa de la tarde. Es una cosa o la otra y eso me llevó un tiempo comprenderlo. Salvo Pampita, que es la única que se banca todas las balas.

—Bancaste mucho a la China Suárez. Sos amigo.

—Somos amigos y nos bancamos en todo. Más allá de eso, me parece absurda la doble vara con la que se la juzgó.

—Si tenés que definir nuestra farándula, ¿cómo es?

—Pobre monetariamente, devaluada en dinero. Como el peso frente al dólar. Cuando veía el otro día a Mónica Farro vendiendo los muebles en LAM dije: “Acá tocamos fondo”. Y la amo a Mónica, me parece un gran personaje.

—Pepe Cibrián, que ahora le está yendo muy bien con Drácula, vendió sus anillos en un momento.

—Esas cosas no pasan en Estados Unidos. La farándula que llegó a cierto lugar, ya tiene sus propiedades, sus inversiones, y listo, descansa retirada por más que le haya ido mal. Acá ser famoso te lleva a la pobreza casi, hay muy pocos que escapan. Tal vez es mejor trabajar en publicidad o en cosas más concretas porque es muy difícil sostener en el tiempo una fama en este país. Y no hay nada peor que ser pobre y famoso, porque te tenés que tomar el bondi y es una devaluación muy fuerte.

—Igual el problema está en el imaginario colectivo que piensa que por salir en televisión ganás muchísimo. Porque viajar en colectivo no tiene nada de malo.

—Obvio, lo malo es que te reconozcan ahí, o buscando la oferta en el supermercado. No digo que esté mal, digo que rompe con el imaginario popular del que vos hablás.

—Vos armaste una cuestión de autogestión que es muy interesante.

—Sí, estoy siempre tratando de generar cosas. También la decisión de no depender más de un hombre fue tema de terapia para mí. Nunca dejen nada por un tipo, porque te da una patada en el orto y te quedas en Pampa y la vía. El día que Jaime me saca mis cosas a la calle, dije: “Nunca más voy a depender de un tipo y nunca más voy a dejar de ganarme mi guita”. Por eso me volví tan laburador.

—Está muy difícil vivir en Argentina hoy realmente.

—Totalmente. También hay que bajarse un poco de los estándares. Porque esto de querer tener tal auto y tal zapatilla, y viajar a tal lado, hace que esta clase media aspiracional se desviva por llegar a eso. ¿Y si relajamos un poquito el tujes y bajamos las expectativas y la pasamos mejor sin tener que estar todo el tiempo persiguiendo la zanahoria de ser regia?

—¿No te juega en contra con las marcas decir “loco, vivamos más felices con lo que tenemos”?

—Es así. Tengo que ser honesto y decir: “Relajemos un poco”. Pero a la vez, si puedo, me voy a esquiar. Me encanta, pero si no voy, no me quedo llorando.

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