Hubo un momento en el que Peter Lanzani decidió probarse en esa profesión que lo había encontrado de casualidad y que cada vez lo interpelaba con más profundidad. Esas situaciones que plantea la vida, y uno elige la opción de salir de la zona de confort. Y la suya sí que era tentadora: galancito de Casi Ángeles, furor en el público teen, el éxito asegurado en piloto automático al menos por un largo tiempo. “Es muy difícil elegir. Es un click que hice en un momento, y también es una búsqueda”, explica el actor en diálogo con Teleshow, mirando hacia atrás y sin arrepentirse para nada del camino elegido
Ese recorrido lo llevó a papeles jugados, bien diferentes cada uno entre sí, pero articulados por su manera de interpretarlos y ponerles el cuerpo. El Alejandro Puccio de El clan, el Jorge Cyterspiller de Maradona, Sueño Bendito, el Tadeo Vázquez de El reino, que está rodando su segunda temporada. En esta línea se proyecta el estreno de Argentina, 1985, la película de Santiago Mitre ambientada en el histórico Juicio a las Juntas, en la que interpretará al fiscal Luis Moreno Ocampo. “Es una película necesaria, muy profunda y muy delicada. La gente va a acompañar”, se entusiasma el actor de 31 años. “Conocía el tema porque es la historia de nuestro país, pero me metí mucho más en profundidad cuando empezamos a hacer la película. Hablé con Moreno Ocampo y me resultó muy cálido”, agrega.
En teatro, Peter protagoniza Las cosas maravillosas, los lunes y martes en el Multiteatro Comafi, que le presenta un ejercicio distinto. Aquí va y viene entre el público y el escenario, con una cercanía que no le permiten las megaproducciones. “Es una historia muy profunda sobre la salud mental, un tema muy delicado después de una pandemia que nos arrasó. Y la obra invita a encontrar las cosas maravillosas que existen en el mundo como para poder afianzarse a eso”, sentencia Lanzani, e invita a cuestionarnos qué cosas nos hacen felices.
—Es un momento también en el que se está cuestionando mucho la Ley de Salud Mental a raíz de algunos casos mediáticos.
—Pasa de todo. El tema es poder conversarlo con respeto y que existan las maneras de que la gente que lo sufre en grados más fuertes esté amparada de alguna manera, que podamos sacarnos los estigmas, pensarnos de verdad y replantearnos de qué manera queremos vivir. Tiene que ver mucho con la educación, con darnos herramientas para ayudarnos entre nosotros.
—La pandemia también nos hizo pensar en las cosas lindas que tenemos y desde ahí darnos cuenta del lugar de privilegio que ocupamos. Porque faltar, nos falta un montón.
—Faltar nos falta siempre de todo. Digo, nunca sabemos nada en realidad de lo que creemos que sabemos y creemos que lo tenemos todo, y no. Es muy fina la línea. Pero dicho esto, la obra habla sobre la luz en la oscuridad, las pequeñas cosas que te dan aire para reenamorarte.
—¿A vos, qué cosas te hacen bien?
—Juntarme con mis amigos. Mirar películas. Leer. Tomarme una cerveza, un vino. Me hace bien mi familia. Me hace bien la vida.
—¿Cuál sentís que es el personaje que te cambió?
—Hay un proceso de personajes. Pero con Alan Strang, de Equus, empecé a entender desde otro lado la actuación. A la vez estaba haciendo El clan, Alejandro Puccio, que también fue otro papel importante.
—¿En qué momento te enamorás de la carrera?
—Todos los días de mi vida. O sea, enamorarse para mí es una elección. No es algo que te sucede una vez y es para siempre. Hay que laburar para eso, es algo espiritual. Quizás el segundo año de Casi Ángeles estaba un poco abrumado y lo quería dejar porque tenía más ganas de estar con mis amigos, y encima estaba en quinto año de colegio, y se cruzaron un montón de cuestiones. Pero a partir de ese año empecé a encontrar un oficio, y en el encontrar el oficio empecé a tirar un poco más a ver qué había, y a medida que iba tirando iba encontrando un montón de cosas. Y la cuerda era infinita.
—¿Qué te pasaba en ese momento de dudas?
—Siempre fui muy inconsciente, siempre fui muy kamikaze. Lo disfrutaba muchísimo, la pasaba increíble; digo, teníamos un grupazo. Es el día de hoy que seguimos unidos y nos seguimos encontrando, conversando o apoyando en lo que hacemos. Pero también tenía 16, 17 años, no tenía idea de nada.
—Y empezás a generar mucha plata también. ¿Quiénes te ayudaron a acomodarte?
—Mis padres son mi cable a tierra. Siempre me acompañaron, me aconsejaron y somos muy perfil bajo. Digo, no nos interesa ni mostrar ni nada. O sea, nos mantenemos ahí, tranquilos.
—No te la reventaste.
—No, todo lo contrario. Siempre fui muy sencillo.
—El amor por la profesión siempre estuvo. Algo se termina ahí de armar con Equus y con El clan.
—Son esos proyectos en donde empecé a correrme un poco del lugar en donde estaba y fui a una búsqueda más profunda de lo que quería de la actuación. Y fueron proyectos punta de lanza. Después vinieron un montón más que me hicieron aprender muchísimo y por suerte me tocó laburar con directores muy grosos y aprendiendo mucho también. Encontré un oficio, y hoy no sé si puedo hacer otra cosa.
—De ese grupo de amigos que armaron en Casi Ángeles y sigue hoy, ¿hay reencuentro de todos?
—No, entre todos no. Nunca se planteó tampoco. Si sucede, yo creo que recontra. Pero estamos en contacto.
—Hace poquito saliste a bancar a la China Suárez y también a un concepto que me pareció importante.
—Sí. No lo entienden, igual, porque se habla más de lo que yo puedo llegar a decir sobre ella que de lo que es el concepto en general. Somos muy opinólogos todos, por eso de las cosas que no sé, trato de no opinar. Pero tratemos de no…
—Salgamos de ahí.
—Salgamos, porque si no, se transforma todo en el dedo acusador de quién hace las cosas bien y quién mal, y eso me parece que no ayuda. Atrasa.
—Nos está faltando ser un poco más amables entre todos.
—Sí. Nos está faltando también ser amables con nosotros. Entonces, es muy difícil también ser amable con el otro. Nos está faltando querernos un poco más.
—¿Con qué crees que tiene que ver?
—Las realidades que estamos viviendo como país, como sociedad. La pandemia que nos acaba de pasar por encima y no nos damos cuenta de la que vivimos, y quizás nos vamos a dar cuenta de acá a dos años. Creo que estamos muy dispersos, muy peleados y nos cuesta empatizar.
—¿Viste que cuando empezó la pandemia parecía que íbamos a salir mejores?
—Sí, somos mejores, pero también recibimos golpes.
—Pero parecía que íbamos a estar menos peleados, y terminó la pandemia y empezó una guerra, y había países en los que sobraban las vacunas y países a los que no había llegado una vacuna. Y como argentinos empezamos con una foto de la política unida que nos unía como sociedad y terminamos recontra peleados de vuelta.
—¿Pero queremos estar unidos o no? Digo en general, no me quiero meter en política. ¿Queremos ayudarnos? ¿Queremos acompañarnos? ¿Queremos querernos? No lo sé. Y dudo de mí también. A lo largo de nuestra historia como humanidad hemos evolucionado mucho, pero el primer homo sapiens que agarró un palo y se dio cuenta de que se lo podía partir en la cabeza a otro para marcar un territorio, lo hacía. Nuestro trabajo es trascender a eso porque ahí está nuestra evolución.
—¿Sos muy enojón?
—Sí, soy cabrón. Pero a ese nivel no. La verdad es que por lo general me ofende algo y termino enojándome más conmigo del por qué me ofendí. Es rarísimo lo que me pasa. Hoy soy mucho más tranquilo, pero de chico sí era más cabrón.
—¿Te agarrabas a trompadas?
—No. Me han venido a buscar un par de veces: era ‘el pibe de la tele’. Y hoy, los que me han querido venir a cagar a trompadas me los he cruzado por la calle y tenemos buena relación.
—¿Había algo de envidia, algo de celos, algo de querer pegar por pegar?
—No te sabría decir; es una cuestión de ego, calculo. Pero con lo amplio que es el ego debe haber un poco de todo.
—¿Cómo lo viviste?
—Bien, qué sé yo. A veces tenías que hacer frente y a veces, no. Pero gustar no me gustaba: a mí me gustaba salir a bailar con mis amigos, tratar de ligarme alguna piba...
—Era en el boliche.
—Sí, en la calle-calle nunca me pasó.
—¿Andas noviando, Peter?
—No.
—Y es tu tema preferido para que hablemos, ¿no?
—No me molesta. Me encanta el amor, yo soy un apasionado del amor. Si me sucede me tiro a la pileta, pero hoy estoy soltero y sin apuros.
—¿Te gusta que te encaren?
—Soy bastante tímido cuando me encaran, pero me ha pasado y me gusta. Me gusta conversar con la gente y si sucede, conviene. Siempre estoy dispuesto al amor, es lo único que va a salvar al mundo. Y creo que las relaciones se hacen en la conversación y eso está empezando a darse un poco más.
—¿Hay una cosa menos histérica?
—La histeria está siempre, pero de alguna manera está pasando de moda. Es preferible hablar las cosas de frente y como son. Estamos para vernos y para nada más que eso, poner las cosas en claro es lo que nutre y hace a un vínculo.
—¿Cómo te llevas con las redes?
—Normal, no soy un influencer en lo más mínimo. Hay cosas en las que me hallo y otras en las que no. Me gustan, las consumo, pero no son mi fuerte en lo más mínimo.
—Levante por redes sociales: ¿sí o no?
—Puede ser que te charles, pero después el levante tiene que ser mirándose a los ojos: saliendo a tomar algo, descubriendo si te gustan las mismas cosas.
—En esto que hablábamos de la histeria y de la honestidad en el vincularse, las redes sociales a veces la ponen difícil. Hay mucha apariencia y en Instagram somos todos súper felices.
—Sí, eso genera mucha ansiedad también porque nos vemos envueltos en una realidad que es efímera. La felicidad como un concepto de un estado de ánimo. Digo, lo mismo que el enamoramiento. No existe ser feliz para toda la vida, pero la gente tampoco se atreve a mostrarse de otra manera.
—Y afecta lo que hablamos al principio: no es gratuito para la salud mental.
—No, en lo más mínimo. La ansiedad que genera la gente yéndose a dormir con el teléfono...Yo a veces me encuentro así y no me gusta. Estamos ya envueltos en una bola que es inevitable. Desde que apareció Internet no hay vuelta atrás.
—¿Qué puntaje te ponés como actor?
—No creo en los puntajes, creo en las buenas performances, y depende de muchas cuestiones para que tu trabajo esté bien o no.
—¿Sos buen amigo?
—Sí, soy buen amigo. Y soy buen anfitrión: me gusta mucho hacer asados, y cuando viene gente a casa ya tengo mi metodología y no los dejo hacer nada.
—¿Sos buen novio?
—Hace mucho que no soy novio, pero sí.
—¿Sos buen exnovio?
—Sí, también. Todo engloba el tratar de ser buena persona. Tengo mis errores, como todos, pero trato de ser cálido y de no pelearme con nadie. Nunca me pasó de discutir y pelearme para toda la vida con un amigo. Siempre es una discusión que se arregla tomando una cerveza.
—¿No tenés ninguna ex con quien te hayas bloqueado y que no puedas saludar para un cumpleaños?
—No. Hay algunas personas que estuvieron en mi vida que no me sigo hablando, pero eso no quiere decir que esté todo mal.
—¿Y en redes sociales sos de bloquear?
—No, no bloqueo. Y a veces me divierte.
—¿Sí?
—Cuando tienen ingenio me divierte algún meme. Cuando viene con cizaña me da un poco más de bronca. Pero no bloqueo; es gastar pólvora en chimangos.
—¿Y lo que dicen sobre tu trabajo?
—Trato de no leer mucha crítica, la verdad. De la obra leí una nada más, que mandaron a un grupo, y muy por arriba. Si es algo constructivo está bueno, porque no siempre va a ser tu mejor función. Cuando se colocan en el lado de que saben más de lo que se hizo o un lugar muy totalista, ya me aleja un poco, porque hay un laburo grande hecho atrás.
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