“Pensé que no volvía: me había predispuesto a no volver, casi juramentado. Pero cambió mi situación después de un año y sentí que estaba listo. Es lo único que sé hacer, es mi vida esto. Es mi esencia”. Parece imposible que este hombre que habla con esta pasión del periodismo haya pensado un año atrás en dejarlo todo. En viajar, quizás. En retirarse, seguro. Y más raro aún es que ese hombre sea Jorge Rial, una figura indiscutida de los últimos años de la televisión argentina que necesitaba amigarse con su propia historia. Recibió el llamado de Radio 10, su radio, y se reagrupó en Argenzuela; primero en el regreso, después en la segunda mañana. Más tarde, la conducción de Sobredosis de TV. Y ahora prepara la vuelta a la batalla diaria con el desembarco de Argenzuela en C5N, en el horario de 15 a 17 que tan bien conoce.
Mientras se volvía a enamorar del medio y del oficio, en su vida personal estaba terminando su historia con Romina Pereiro después de cinco años de una relación con la que recuperó el concepto de familia. “El amor es un rayo que te parte y a veces el dolor también. A mí me partió y no lo pude sostener. Ni física ni mentalmente”, repasa, conmovido. Pero el tiempo cura todo y hoy disfruta de la armonía en la relación con sus hijas, de su revitalizante rol de abuelo y de su soltería. “No estoy ni para salir a tomar un café”, admite, en esta charla íntima con Teleshow.
Con su estilo recargado, Rial va a hablar de todo. De los rumores actuales y pasados sobre sus relaciones, y del deterioro de la farándula local que lo llevó al hartazgo. Del periodista temerario que supo construir y de las batallas que vale la pena dar. Del fútbol como cable a tierra, de la política como arena de discusión y de la argentinidad como marca de orgullo. Y en ese recorrido cobrará forma su proyecto de Argenzuela, con el que se propone abordar la actualidad desde todos los ángulos posibles: “No puedo ir contra lo que soy: un bicho de los medios”, resume, con más orgullo que resignación.
—Al final es eso: te gusta. ¿No tiene que ver con la plata ni con el poder?
—No. Pasa que cuando vos tenés una cercanía con el poder, se mantiene más allá de dónde estés. El poder no pasa por los medios, pasa por la cabeza. Y eso nunca dejé de tenerlo. Pero no lo hago ni por el poder ni por la guita, ni por revancha. Hubo una cosa piola de reivindicación, de mis nuevos compañeros que me están conociendo y de gente de los medios. Y dije: “Pará. Hice una carrera importante, no soy un gil”.
—¿En algún momento pensaste que eras un gil?
—Sí, pensé que era una mierda, que se me había terminado la carrera. Hoy me doy cuenta de que había cometido un error, pero bueno, me lo hicieron creer y yo dejé que pasara eso. Tuvieron que pasar un montón de cosas en el medio para darme cuenta de que algo en los medios hice. Hoy, cuando hablás de la televisión, no podés obviarme. Ni por Intrusos, 20 años de un programa que hoy todavía sigue. Ni por los 50 puntos de Gran Hermano.
—Ya vamos a hablar de eso, pero me quiero quedar en esta vuelta. Hoy ya no hay mucha diferencia entre un canal de aire y un canal de cable: vas contra Intrusos.
—No me había dado cuenta. Me di cuenta cuando le pedí un favor a América y no me lo cedieron.
—¿Estefi Berardi?
—Sí. Y dijeron que no. Y cuando empezaron a balbucear para tratar de explicarme me dijeron: “Vas contra Intrusos”. Y ahí caí y dije: “Ah, qué lindo”. Igual no voy a competir contra Intrusos, voy a hacer otra totalmente distinta. Para mí Intrusos era otro, no es este.
—¿Esto que ves hoy ya no es Intrusos?
—No lo veo.
—¿No lo viste nunca con Flor De La V?
—Sí, alguna vez, muy poco, por una cuestión de horarios. Pero ya no es lo mismo porque cambió el espectáculo también, que no es interesante: las figuras son bastante, digamos, outlet.
—Algo te venía aburriendo ya del espectáculo cuando te fuiste de Intrusos.
—Me empecé a aburrir dos o tres años antes. Me sentaba con gente que no sabía quién era, no sabía qué hacía y dije: “Hasta acá llegué”. Hoy me divierto con la política, con el espectáculo, con el deporte, pero en un conjunto de cosas. También evolucioné mucho como periodista y puedo hablar de todos los temas.
—¿Y por qué terminaste TV Nostra? Tu salida fue una sorpresa para todos. Para el público, para el equipo, para el canal.
—Lo dejé porque la segunda parte de la pandemia me rompió psicológicamente de una manera espantosa. De verdad: pensé que me iba a morir. Tenía miedo, y eso también influyó en mi familia. Y un día dejé todo. Con los únicos que hablé, 24 horas antes, fue con el canal. Tomé la decisión acompañado solamente por un habano y el Indio Solari cantando. El viernes fui, senté al equipo de producción y a los chicos que me acompañaban, y les dije que era el último programa. Y que era una decisión absolutamente mía, no un tema de rating, porque finalmente los números eran como los de ahora. Primero llamé a mi mujer y a mis dos hijas, que no sabían nada, para avisarles. Y así fue: terminé el programa, cerré mi camarín de toda la vida y me fui a mi casa.
—Hace poco estuvo acá Agustín Vila y dijo que él no descarta que en algún momento vuelvas a América. Que vos sos América.
—Yo le agradezco a Agustín.
—¿Terminó todo bien?
—Sí, terminó bien porque yo quise. Pero uno cuando se sienta acá dice un montón de cosas y después la realidad te muestra otra. A mí no me llamó nadie de América durante este año ni para ver cómo estaba. Y le di todo al canal.
—¿Cuántos años?
—Con Intrusos 20, y otros cinco antes. América se construyó alrededor de Intrusos, era el que más facturaba. Me hubiese gustado una llamada personal y no me llamó nadie, salvo Gabriel Hochbaum porque es amigo personal. Ni los que trabajaban conmigo. Nadie se preocupó por mí, pero los entiendo. Cero rencor.
—¿Te arrepentís de algo de lo que hiciste en Intrusos?
—Por ahí cosas puntuales, pero en la general, no. Fue un gran programa Intrusos: hoy veo videos viejos e hicimos cosas absolutamente locas. Inventamos estrellas: Wanda Nara fue un invento nuestro, sin ir más lejos. Le dimos vida a un montón de carreras que parecían terminadas.
—Dijiste recién que nuestra farándula es outlet. ¿Y nuestra política?
—Y... se está transformando en outlet. Está bajando la calidad de una manera... Salvo muy poquitas excepciones, como el discurso del otro día de Cristina en Avellaneda en el que podés odiarla o no, pero igual te quedás hipnotizado. Pero después, se farandulizó la política.
—¿Qué quilombos te gustan más: los del espectáculo o los de la política?
—Los de la política son maravillosos, con un puterío peor que en el espectáculo. El problema es que los quilombos del espectáculo no te afectan a vos como ciudadano; los de la política, sí. Entonces ya no es tan bueno eso. Carmen Barbieri se pelea con alguien y la vida sigue, no aumentan los impuestos, no sube el Riesgo País, el dólar no se va a la mierda. Pero cuando se pelean los políticos, sí.
—Cuando tirás cosas como lo de Susana Giménez, por ejemplo, ¿te divierte cuando se enoja por lo que vos decís? Más allá del caso puntual, sabés que la gente está esperando tu opinión.
—Pero claro que me divierte, porque entran como giles y no lo puedo creer. ¿De verdad se lo toman en serio? Con Susana sí tengo una diferencia ideológica: me molesta cuando desde afuera habla mal del país que le dio de comer. Este país nos mató el hambre a todos y tenemos que ser un poquito más generosos. Pero sí, me divierto, y sigo siendo importante para ellos, indudablemente. Los que me quisieron matar me siguen dando vida.
—¿Te bancás la crítica cuando se meten con vos? Porque vos te metiste con mucha gente.
—Lo único que me molesta es que me acusen de un delito tipificado. Ahí me enoja. Después, si soy buen conductor, mal conductor, me separé, no me separé... Me molestaron algunas cosas puntuales de gente que me conoce, que tiene llegada directa a mí y se cagaron en mí. Después, cuando se las devolvés, se enojan. O nos enojamos todos, o no se enoja nadie.
—¿Estás hablando de Pallares?
—Por ejemplo.
—Te dolió porque era cercano.
—Sí. Pero no importa: está todo bien, fue un momento de calentura. Ya me olvidé de eso.
—¿Te gusta dar un poquito de miedo?
—No. Me causa gracia que me tengan miedo. Después cuando me conocen saben que soy un osito de peluche. Pero bueno, también construí mi imagen en base a eso.
—Vos sabés que hay un respeto: da miedo hacerte enojar.
—Bueno, pero que lo intenten. Me pueden hacer enojar; después hay que bancar el vuelto, como me lo banqué yo 500 veces el vuelto. Igual ya no hay mucha gente para pelearse. A los enemigos se los elige por la inteligencia y hoy no veo muchos enemigos en el horizonte. Me peleé en su momento con Gerardo (Sofovich), eso era pelearse. Era un tipo brillante y hasta disfrutamos esa pelea. ¿Hoy, con quién me voy a pelear?
—¿Se amigaron con Gerardo al final?
—Sí. Por suerte sí.
—¿Con Ventura te vas a amigar?
—Seguramente. Yo lo quiero mucho a Ventura y él a mí también. No sé si hoy necesitamos estar juntos. Es un tipo al que no voy a dejar de querer nunca. Y él puede decir las cosas mías y a mí me divierte porque sé quién es el Gordo. Lo quiero. Y él me quiere a mí. Y sé que lo dice solamente para joderme un rato.
—Es una reconciliación que en algún momento va a llegar.
—Seguramente se va a dar, pero tiene que ser naturalmente. Yo no quiero que me insistan ni que me ofrezcan una nota o una tapa con Ventura. Nos encontramos 500 veces ya, nos abrazamos, charlamos. Después, tenemos diferencias: APTRA, Martín Fierro. Pero es para la gilada eso, no es contra él.
—¿Quién puede ser tu sucesor?
—El único que hoy genera información en el espectáculo es Ángel de Brito. Todos los demás hacen color del espectáculo. Igual todavía no me fui, no me velen todavía.
—Vos me dejaste muy claro: “Yo no voy a hacer espectáculos, voy a hacer actualidad...”.
—Pero no me velen. No quiero sucesores, todavía la herencia no está. El activo que tengo es mío y lo voy a gastar hasta el final. Como con mis hijas, un día les dije: “Hijas, ustedes van a heredar todo. Ahora, hasta que me muera... me la gasto yo”.
—¿Cómo andan las chicas?
—Muy bien. Morena, embarazada: me va a dar un segundo nieto, viviendo en Córdoba. Y la Chini, Rocío, laburando conmigo en la productora.
Amor de abuelo. Parte de este cambio integral que experimentó Jorge tiene que ver con la relación con su nieto, Francisco, el hijo de Morena. En ese vínculo se reencontró con parte de su infancia y también con ese padre que le hubiera gustado ser. “He descubierto que si Dios fuese muy inteligente eliminaría a los hijos y nos llevaría directamente a los nietos”, dice, antes de abrir la puerta a su intimidad.
—¿Sos mejor abuelo que papá?
—Lamentablemente, sí. Soy muchísimo mejor abuelo porque cuando sos padre estás en una vorágine y cuando sos abuelo tenés la tranquilidad, el relax: me agarra con 60 años...
—¿Pensás en tener más hijos?
—No. Mi libertad hoy no se la entrego a nadie. A la única persona que le entregaría mi libertad es a Fran. Ni a una mujer, ni a un hijo, ni a un perro, ni a un laburo. Descubrí que lo más valioso que tengo es la libertad de hacer lo que se me cante.
—¿A Morena mamá, cómo la ves?
—La verdad: muy bien, me sorprendió. Todo el mundo sabe que mi relación con Morena siempre fue caótica. Pero un día Diana, mi terapeuta, me dijo una frase que me cambió la cabeza: “El objetivo de Morena en tu vida fue traerte a Fran”. Y me reconcilié con ella. Ahora tengo una relación muy armónica, muy en paz.
—Te vemos en las redes que te tomas un avión, te vas a pasar el día con tu nieto, ella lo trae; se te ve un abuelo presente.
—Veo muchas cosas mías en él y él también me ve y se vuelve loco. Hay un amor entre los dos. Estoy terminando de armar mi casa, tiré abajo un montón de cosas y dejé solamente dos habitaciones: la mía y la de Fran. Nadie se va a quedar a dormir en casa salvo Fran.
—¿Nadie se queda hoy en tu casa?
—No. Hoy estoy solo y me encanta la cama grande. Dejar los platos sin lavar hasta el otro día.
—¿Cómo estás con la separación?
—No es bueno divorciarse, es un espanto. No sé si es un fracaso, pero yo estuve muy enamorado de Romina. De hecho, todavía la quiero. Somos familia, sus hijas son mis hijas, las amo. Y la verdad, es doloroso. Lo lamento porque las extraño…
—¿Sentís que pifiaste en algunas cosas?
—Sí, en un montón de cosas. Le pifiamos los dos. En una pareja no hay una separación unilateral. Hoy creo que sabemos dónde nos equivocamos y tenemos una muy buena relación. Charlamos casi todos los días, hablo con las nenas, salimos a comer. Eso no se va a romper.
—¿No hay más chance ahí?
—No lo sé... Hoy estoy en un momento de rearmarme. Renaciendo. Cuando pensé que estaba listo, increíblemente la vida me dio otra oportunidad, me puso un montón de gente adelante que no conocía y que me abrazó, que me cobijó, y eso para mí es muy importante.
—¿Cómo te encontraste soltero y volviendo a salir?
—No estoy saliendo.
—¿Con Josefina Pouso saliste?
—No quiero hablar mucho porque me parece que está todo bien. Fue un encuentro, ella estaba en España, la invité a ver a los Stones dos días y se volvió, y después no nos vimos más. Es una amistad, punto. No estoy listo para estar en pareja. Casi ni para salir a tomar un café. Es la primera vez que estoy solo. Y estoy bien.
—¿Te están tiroteando mucho?
—Sí, pero casi todas podrían ser mis hijas.
—No vas a aparecer con una novia de 20 años…
—Ni en pedo. Te pido por favor: si me ves, pegame un tiro en las rodillas. No sabría de qué hablar. Me dejaría a la media hora. Yo estoy con otro ritmo, otros tiempos. Una relación hoy conmigo es otra cosa.
—¿Por dónde pasa hoy?
—Por la cabeza, la inteligencia, la charla, el acompañarte. No importar nada: ni la hora, ni el rendimiento. Hoy es relax, estar junto con alguien cuando tenés ganas, y cuando no tenés ganas, no estar. No creo más en la convivencia.
—¿Lo firmás ahora?
—Te lo firmo. Creo que casas separadas es lo mejor.
—¿Pareja abierta?
—No lo sé. Soy un hombre de 60 años, no es fácil pensar en eso. Llegado el caso se habla, y por ahí es lo mejor. Tampoco sé si retendría a alguien con exclusividad. No lo sé.
—¿Sos mejor pareja o expareja?
—(Risas) No sé, porque la primera se rajó y no volvió más.
—Más allá del chiste, ¿nunca más habló con las chicas?
—Nada. No importa. Fui generoso, pero no, bueno, aparentemente. Y con Romina recién nos separamos y es totalmente distinto, es otra clase de mujer.
—Sos expareja también de otras relaciones que has tenido en el medio. ¿Terminás bien en general?
—Nadie termina bien: es una mentira. Después rebobinás y arreglás todos los quilombos.
—Hace poco estuviste con Leandro Rud y él se ocupó de aclarar que vos no pediste que no contrataran a Loly Antoniale. ¿Alguna vez pediste que no tenga trabajo una ex pareja tuya?
—Nunca. Al contrario.
—¿Lo contarías?
—Sí. De hecho, últimamente se habló de lo de Romina con Telefe… No voy a contar mucho más pero obviamente que no fui yo.
—¿Romina lo tiene claro?
—Clarísimo. Además, sabe cómo fue: Telefe se lo contó. Yo no tuve nada que ver; al contrario, quiero que labure. Es muy buena en lo que hace y yo siempre me sentí muy orgulloso de ella profesionalmente. Y con Mariana, lo dijo Leandro: no hace falta que lo aclare. Yo también abro muchas puertas, pasa que tampoco quiero que se diga eso porque me termino creyendo que se acercan por algo y termino encerrándome y no saliendo con nadie. No es el caso de Romina, que se consigue todo porque es muy buena.
—¿Cómo te das cuenta cuándo es interés y cuándo se enamoran del hombre?
—Te das cuenta, ya tengo experiencia. Hay palabras, hay gestos. Por eso estoy solo.
Volver a empezar. Argenzuela llega a C5N cuando empieza a cobrar forma el tablero electoral de cara al 2023. Y la charla muta a una actualidad que lo preocupa y ocupa, con una ideología que hizo más visible los últimos tiempos. “Tengo una idea formada pero no me nubla mi pensamiento. En este renacimiento vengo a divertirme”, advierte el conductor, que estará acompañado por Diego Brancatelli en deportes, Mauro Federico en política, Paulo Kablan en policiales, Damián Rojo en espectáculos y el Árabe Ramil en humor.
—Es un año electoral, ¿qué va a pasar con Argentina?
—Y... si no cambia, nos vamos a pegar un palo fenomenal. Y eso me da mucho miedo. Lo peor de todo es que no veo en el futuro qué puede ser, porque la alternativa es más de lo mismo y que vuelva lo que nos arruinó. Yo no quiero Macri, por Dios.
—Con Macri alguna vez fuiste amigo.
—Muy amigo, de venir dos veces por semana.
—¿Y qué pasó?
—Te traiciona como traicionó a todos. No le gustó una crítica. Un día hubo una inundación grande, la de La Plata y la de Buenos Aires, él era Jefe de Gobierno, estaba en San Pablo, salió al aire conmigo y dije: “Tendrías que haber venido en un avión privado, tenés guita, tendrías que haber estado acá”. Se enojó. Me llamó para putearme, que no le podía decir eso porque era su amigo. Le dije: “Soy tu amigo, te puedo decir eso y lo que quiera”. Nos peleamos y después me persiguió durante su mandato de una manera feroz. Me mandó a operar. Pero no pasa nada, la historia lo está enterrando.
—¿Lo ves candidato?
—Él quiere ser candidato. No lo veo. Fue un desastre. Fue el único presidente que no pudo revalidar su presidencia. Es histórico. Y no se fue con una asonada, con un golpe; se fue solito.
—¿Y Alberto va a poder?
—No lo sé.
—¿Quiere?
—No lo sé. Y yo tampoco sé si lo volvería a votar.
—¿Estás más cerca de Cristina que de Alberto?
—No, yo siempre estuve muy lejos de Cristina. Digo que es hipnótica, es lejos la mejor política del país. Ahora, vos me preguntás si me gusta, y no. De hecho, milité en contra de la re reelección de ella.
—El país va a terminar con una inflación superior al 70%.
—Es una locura. Sobre todo con un gobierno peronista. Un gobierno peronista no puede tener la inflación que tiene, los desocupados que tiene y el hambre que tiene. No hay manera. El peronista no puede ver a un compañero sufriendo.
—¿Quién creés que va a ser el candidato?
—No lo sé. Scioli tal vez. De Pedro puede ser.
—¿Saldrías con una política?
—Sí. Incluso de otra ideología, no tengo drama. Que no sea nazi es lo único. Tengo límites.
Hay equipo. “Soy buen compañero de trabajo, demasiado generoso a veces”, dice Rial, y no quiere pecar de falsa modestia. Al contrario, es una manera de terminar de configurar su reinvención. Escuchando a aquellos que le faltan el respeto a la institución periodística y se animan a decirle que no, y a su hija Rocío, que le abrió la puerta a la revolución feminista. “Me cambió la cabeza con respecto al machismo terrible que tenía. Por ahí tiraba un chiste medio subido de tono y me miraban todas sus amigas. Y ahí me empezó a cambiar la cabeza. Escuchando a los más jóvenes, como deber ser”, celebra.
—Está bueno reconocer que hubo un machista.
—Claro que lo hubo. Todavía estoy en recuperación. No es fácil cambiarte la cabeza cuando la mujer hoy ocupa un lugar preponderante. Donde hay una revolución en marcha imparable. No estamos acostumbrados a eso. Y estoy saliendo gracias a Rocío: ella fue a todas las marchas a favor del aborto, mi pañuelo verde me lo consiguió ella. Las mujeres me están cambiando la cabeza.
—¿Quiénes son las mujeres de tu vida?
—Mis hijas. Pero Romina y sus hijas también me ayudaron a cambiar muchas cosas. Las mujeres que me acompañaron laburando: las cabezas de mis producciones siempre fueron mujeres, incluso en mi época más machista recalcitrante. Son las únicas que pueden ser madres y estar laburando y mirar la tele. La vi a Romina laburando, atendía a las nenas y atendía la casa. Y yo no podía subir los dos pies juntos a la cama.
—Se te ve muy futbolero en redes. ¿Vas al Mundial?
—Sí, me voy a Qatar. El fútbol y River fueron muy importantes en esta etapa.
—¿Por qué?
—Recuperé el amor por el fútbol y me compré dos paddock para llevar a mi nieto y para ir también con Viole, la hija de Romi, que es fanática. En medio de toda esta mierda ir a la cancha para mí fue terapéutico.
—¿Con qué te reencontraste en la cancha?
—Con el Jorge que fue por primera vez con el viejo en el 68, con siete años. Ir en el Belgrano, apretar el freno de mano para que parara en Udaondo y bajar justo en la puerta de la cancha. Si alguna vez dudé de mi esencia, la cancha me volvió a poner en mi lugar.
—¿Qué le decís a ese nene de siete años de Munro que iba con su viejo a la cancha?
—”Mirá dónde llegaste loco, con nada. Cagabas en una letrina, Jorge, apoyado con la manito para no caerte. Y acá estás”. Pasaron un montón de cosas, pero de esa imagen a esto, para mí es fuerte.
—Para ir terminando, me contabas que estás haciendo cosas por fuera de los medios.
—Yo no me quedé quieto. Mientras me enterraban yo estaba laburando, y viajo bastante seguido afuera a armar cosas para las plataformas. Me asocié con productoras y estoy laburando en documentales. Y personalmente, estoy poniéndole la cara a uno.
—¿Qué podemos saber?
—Tiene que ver con el ADN de los argentinos. Es todo lo que voy a decir. Hay un concepto de que este país es de mierda y no es de mierda este país. No quiero que digan eso. Necesitamos sentirnos que pertenecemos a este país. Y a mí me da mucho orgullo decir que soy argentino.
—Este renacer tiene mucho que ver entonces con esa esencia que contabas: “Soy de los medios y me divierto haciendo esto”.
—Cuando me pasó todo lo que me pasó me quedé desnudo emocionalmente. Y quedarte desnudo significa que quedás a tiro de cualquiera y cualquiera se te atreve. Fue difícil, lo superé, y hoy estoy muchísimo más fuerte que antes. La cabeza está más fuerte, mi físico está más fuerte, yo me siento muy bien. Me miro y estoy bien. Estoy en paz conmigo. Estoy en paz conmigo.
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