La música como ejercicio para sanar. Como motor para cumplir sueños. Como instrumento para agradecer. A poco menos de cumplirse el primer aniversario de la muerte de su papá, El Polaco publicó El ángel que me guía del cielo, su primer trabajo en siete años un título explícito para homenajear a Jorge Carlos, que falleció a los 59 años. Con canciones inspiradas en él y otras que escuchaban juntos, el álbum muestra a un artista maduro y solvente al frente de una big band. “Mi viejo estaría muy orgulloso”, resume con una sonrisa durante la entrevista con Teleshow.
El Polaco es Ezequiel Iván Cwirkaluk, un nombre que sostiene a pesar del apodo que lo hizo famoso, como para no olvidarse de dónde viene. Para mantener el ancla en esa infancia de carencias y dificultades, en la que siempre confió en sus posibilidades para salir adelante y para que la gente lo quiera. Primero, y siempre, fue la música, desde que firmó su contrato inaugural a los 17 años y ya no paró. Después, desfachatado y carismático, se animó a casi todo. Participó en Masterchef Celebrity y en La Academia de ShowMatch, y ahora está al frente de Un viaje inolvidable, un ciclo mensual de entrevistas por América. “Siempre poniendo garra y tomado de la mano de Dios”, dice como para compartir los créditos entre el esfuerzo personal y su fuerte sostén en la fe.
El disco llegó en un momento que lo encuentra separado de Barby Silenzi, la madre de su hija menor, Abril, con quien luego de varias idas y vueltas decidieron ponerle fin a la relación. Pero lejos de los escándalos pasados, El Polaco muestra la madurez de sus 35 años, en una buena relación con sus otras exparejas –Karina La Princesita, mamá de Sol, y Valeria Aquino, con quien tuvo a Alma-, y disfrutando del rol de padre. Justo cuando, como hijo, se dio el gusto de compartir un rato de música con su viejo.
—¿Qué sentiste grabando este disco pensando en tu papá?
—Lo canté con muchas ganas. Llegaba al estudio y salían los temas al toque. Eso pasa cuando uno lo hace de corazón. El 24 de junio se cumple un año y lo recuerdo con todo el amor del mundo. Lo extraño un montón, y pude entender muchas cosas con este mensaje de irse tan rápido, para que pueda tratar de no cometer sus mismos errores.
—Sentís que te cuidó.
—Sí.
—¿Lo soñás?
—Lo sueño siempre. Es terrible. Y me levanto con angustia. Soñé que charlamos y que en un momento él se estaba despidiendo y yo le decía: “No, no te vayas”. Y me levantaba como si lo tuviera al lado mío, abrazándome. Y se tenía que ir. ¿Y viste cuando sentís que se te va algo, que te levantás con esa angustia que te mata? Trato de no pensar mucho porque si pienso, uno se va maquinando, y a veces hay que cortar algunos pensamientos.
—¿Qué diría tu papá de este disco?
—Estaría re feliz porque grabé con Leo Dan, que es su máximo ídolo. Cuando falleció mi viejo estuve una semana hecho pelota. De repente veo que un teléfono raro me estaba llamando y era Leo Dan. No lo podía creer. Me hizo un chiste, me dice: “Tu papá era muy inteligente porque escuchaba mis temas”. Pegamos onda, empezamos a hablar, y lo volví loco para grabar un tema, para que me deje cumplir este sueño.
—Y algo tal vez tuvo que ver, ¿no?
—Es increíble, para mí que sí. Por eso le puse así: El ángel que me guía del cielo.
—¿Cómo se vivía esa infancia con muchas necesidades y con un papá que estaba enfermo?
—Yo trato siempre de olvidarme, porque es una etapa que ya cerré en mi vida, y que no me gusta remover. Lo bueno es que uno puede salir adelante y puede ver la luz con la ayuda de Dios, que esos chicos que ven todo oscuro sepan que pueden salir adelante. Yo siempre digo que Dios le da pan no al que no tiene dientes, sino al que tiene hambre y ganas.
—También hay que decir que no es fácil, que te costó un montón.
—No es fácil pero tampoco imposible. Y a medida que uno va creciendo y va logrando cosas, es más lindo cuando no te lo regalaron y te lo ganaste. Yo no soy “hijo de...”, me hice solo, gracias a Dios que me fue guiando, y a mis padres que, como pudieron, me enseñaron el camino. Capaz que mi viejo no fue el padre que te acompañaba al colegio todos los días, pero el chabón como podía, en su locura, en sus mambos, me tiraba un par de tips para que pueda ser lo que soy.
—¿Cuál es el peor dolor de cabeza que le diste a tu mamá?
—Yo no jodía a nadie: de mis cagadas de guachín no se enteraban nunca. Me fui de mi casa muy chico, andaba en la calle con los pibes, y me pasaron un montón de cosas. Mejor que no se enteró.
—¿Estuviste en riesgo en algún momento?
—Sí, muchas veces. Cuando uno es chico no se da cuenta porque piensa que se lleva el mundo por delante, pero cuando tomás conciencia te das cuenta de lo frágil que somos.
—¿Con qué tenía que ver el riesgo?
—Con la calle. Hacía cosas que no haría nunca más.
—Como papá de una adolescente, ¿cómo cuidás a Sol?
—Lo hablo desde el amor y le cuento mis experiencias. Es charlar, es abrazar, es amar, es escuchar y es estar.
—¿Qué hiciste con la primera plata que ganaste?
—Mi viejo tenía un Lotus, unos autos que eran unos prototipos que le re gustaban. Lo había dejado en un garaje y una vez que lo internaron, no sé qué quilombo tuvo, tenía una deuda en el garaje y lo dejó ahí. Cuando cobré, lo primero que hice fue sacar el auto y dejárselo en la puerta.
—Me imagino también una cierta gratificación cuando uno puede empezar a ayudar en una casa en la que todo costaba.
—Con mis hermanos siempre fuimos muy compinches y muy unidos. De hecho, de chicos éramos igual de unidos que ahora, solamente que no teníamos lo material, pero el amor está intacto. A veces somos más felices como éramos antes que ahora, porque a veces uno cuando más tiene más quilombos tiene, y es todo un despelote. Nosotros éramos felices con nuestra Pelopincho verde: con mi hermano tirábamos detergente en el pasillo y nos tirábamos de pecho. Esa era nuestra diversión. Tuve la oportunidad, la suerte de llevar a mis hermanos por primera vez al cine. Con poco hacíamos mucho. Ahora, que Dios nos ayudó, nos va bien y podemos tener lo que queremos, imaginate cómo somos de unidos. Nada nos separó. Es más, todo nos hizo más fuertes y todo nos hizo más unidos.
—¿En algún momento hubo alguna ayuda de algún plan social?
—Sí. Mi papá tenía un negocio de aberturas y perdió todo, lo internaron en Open Door, un hospital neurosiquiátrico de Luján, donde estuvo como ocho meses por drogadependencia y alcohol. Ahí vivíamos con 150 pesos del Plan de Familia, que en esa época íbamos a buscar la leche a La Manzanera, nos daban la fécula de maíz y los fideos. Sobrevivimos.
—Me parece importante esta parte, porque mucha gente necesita ayuda para poder salir adelante y tiene un talento después para explotar. Y a veces es muy cuestionado el necesitar ayuda del Estado.
—El Estado tendría que ayudar a los más necesitados, y de hecho los ayuda un montón. Nosotros con esos 150 pesos que teníamos de Plan de Familia vivíamos, más la ayuda de la mercadería… Esa era otra época, igual.
—Era otro momento del país.
—Pero el hambre es la misma y las ganas de vivir son las mismas. Solamente cambian los años, pero la necesidad es la misma.
—¿Cuándo supiste que te ibas a poder dedicar a la música y que nadie te iba a mover de ahí?
—Siempre pensé que iba a durar poco, un año o dos. Y me fui superando a mí mismo, haciendo cosas diferentes para que la gente me pueda seguir conociendo. Y ya van casi 18 años... Poder entrar en la casa de todos los argentinos y que te sigan queriendo es el mejor regalo y el mejor premio que me podría haber pasado en mi vida. Que la gente me acepte como soy, con mis defectos y con mis virtudes
—¿Cuánto fue la mayor cantidad de recitales o de shows que hiciste un fin de semana?
—Mirá, antes se tocaba mucho, había muchos shows. Cuando yo salí, en 2005, 2006, teníamos un baile al lado de otro, y llegué a hacer 14 shows.
—En un fin de semana…
—En un sábado... Fin de semana llegamos a hacer 30 bailes.
—¿Cómo se hacen 14 shows en un sábado?
—Eran otros tiempos. Arrancamos re temprano y terminamos a las siete de la mañana. Tenía 20 años, y energías para 14 shows y para después ir con mis amigos a tomar algo.
—¿El ritmo lo exigía el posicionarse en ese momento en la industria?
—No, yo quería trabajar.
—¿Era para facturar?
—La movida tropical en esa época era cuantos más shows tenés, mejor; más crack sos. Era normal hacer esa cantidad de shows. Hoy las cosas cambiaron y estamos grandes. Yo puedo hacer como máximo tres shows por noche porque me canso. Hago show más largos, antes eran 15 minutos y nos íbamos. Era taca, taca, taca, los temas de punta, ya nos estaban esperando tres juegos de sonido que íbamos intercalando en la noche. Un quilombo.
—¿No atentaba un poco contra la salud?
—No, porque uno también quería trabajar. Muchos nos cagamos de hambre, entonces, pensando que mañana se terminaba, queríamos hacer todo junto.
—¿Pero para tener ese ritmo no estabas exigido a tomar algo? ¿A estar al palo en la ruta?
—Al palo en la ruta sí, porque sino, no llegás. Pero tomar algo, no.
—¿Cómo ves lo que está pasando con la nueva escena de los ritmos urbanos?
—Me encanta, está bueno. A los chicos les encanta.
—¿Y los cambios en la industria? Hay algo en sacar un tema cada dos semanas, y una competencia con los números en las plataformas que no sé cuán bueno está.
—Capaz que ustedes no lo veían, pero en nuestra época era parecido porque salían muchos grupos. Pasó en mi camada, antes con la cumbia villera.
—Apuntaba más a las redes que a los géneros. Por un lado, está bueno porque democratizan el contenido, pero a la vez todos estamos viendo cuántas reproducciones tiene un tema y hay mucha presión detrás.
—Las redes sociales son un medio de difusión gratuito: cuando nosotros arrancamos teníamos que depender de un medio televisivo o un medio radial para que la gente nos conozca. Eso hace que salgan muchos grupos y que sean pocos los que quedan. Pero eso también pasaba con nosotros, que íbamos 20 grupos por día a cada radio.
—¿Cómo sos como papá?
—Eso te lo tienen que decir mis hijas. Yo te puedo decir cómo son mis hijas conmigo. Soy muy feliz siendo papá y cuando estoy con ellas me llena el alma.
—¿Cómo lográs la interacción entre ellas, las hermanas, siendo de tres mamás distintas?
—Y son cuatro, porque también está Elenita, la hija de Barby. Son re compañeras.
—Ustedes hoy están separados.
—Estamos separados.
—¿Y con Elena seguís teniendo vínculo?
—Sí, porque viene a casa con Abril. Se llevan rebien, son hermanas, y que nosotros estemos separados por cuestiones de adultos no tiene nada que ver con los chicos.
—¿La separación es definitiva?
—No sé. Hoy estamos separados.
—Se habló de terceros en la separación.
—No, eso no sé de dónde salió. Cuando dos personas no se ponen de acuerdo lo más sano es cada uno que vaya por su camino. Barby es una mujer excelente. Yo la sigo amando y le deseo siempre lo mejor porque se lo merece, es una buena mina, una buena madre, y a mí me hizo muy feliz.
—¿Lográs juntar a Sol y Alma? A veces cuesta ensamblar las familias.
—Pero ahí es donde los adultos tienen que ceder un poquito y pensar en los chicos. ¿Por qué vamos a sacarles esa felicidad y eso hermoso de la unidad? Tenemos que dar el ejemplo y saber separar las cosas.
—¿Cómo está el vínculo con tus ex?
—De ex. Un día bien, un día mal, pero estamos bien.
—En algún momento fue más complicado.
—Hoy estamos bien.
—¿La situación judicial está terminada, está todo bien?
—Increíble. Sí, estamos bien.
—¿Estás con ganas de seguir soltero?
—Me separé hace 20 días...
—¿Estás recibiendo muchos mensajes?
—No, nada.
—Si tenés una charla con ese nene que eras en la Pelopincho cuando todo costaba un poco más, con tu viejo enfermo, con una mamá que se esforzaba un montón, ¿qué le decís?
—(Piensa) Lo miraría, no más. Le diría que se prepare, que se ponga fuerte para afrontar los momentos difíciles. Pero que se puede salir.
—Y si charlamos en cinco años y salió todo genial, ¿cómo te encuentro, Ezequiel?
—Me veo parecido a como estoy ahora. Mi sueño lo tengo en mi cabeza, ya lo sabrán. Si lo llego a cumplir, voy a venir acá y te lo voy a decir.
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