Cuando mira hacia atrás y se imagina una línea de tiempo alternativa para su vida, Jesica Cirio hoy sería bailarina del Teatro Colón. Para eso viajaba dos horas de ida y dos horas de vuelta desde su casa de Lanús hasta la Escuela de Danza Clásica, ubicada en el centro porteño. Pero una docente le dijo que no tenía cuerpo para ser bailarina, un mazazo para una adolescente de 14 años que veía cómo se esfumaba su sueño y empezaba peligrosamente a coquetear con los desórdenes alimenticios. “En esa época, esa exigencia era normal. Gracias a Dios hemos evolucionado”, dice hoy, con alivio.
Lo que no imaginaba esa Jesica inquieta y decidida, que tenía en su madre el sostén de cada una de sus aventuras, era desarrollar un camino en los medios de comunicación hasta afianzarse como conductora. Tampoco lo creía la mujer madura, con años de escenario y un nombre consolidado en la escena. Hasta que Gerardo Rozín la convocó para que la acompañara en La peña de morfi, y la animó a que se soltara cada vez más. Y cuando el talentoso productor supo que se acercaba su partida, le dio el respaldo necesario para que continuara su legado.
Hoy los días de Jesica transitan entre la tele, las clases fitness por Internet, su agenda cargada de modelo y la crianza de su hija Chloé, fruto de la familia que formó y ensambló hace nueve años con Martín Insaurralde, jefe de Gabinete de Ministros de la Provincia de Buenos Aires. Y en cada paso se refleja en la adolescente perseverante y orgullosa que fue y que moldeó a la mujer que se construye día a día: “He pasado por distintas etapas de mi vida donde me golpeé, me choqué, y todas esas cosas me hicieron crecer. Me hicieron entender qué es lo que estaba mal y qué hacer para modificarlo”, asegura Cirio, dispuesta a desandar con Teleshow los caminos de su vida.
—¿Por dónde pasaba ese aprendizaje?
—Viví muy rápido. Empecé a trabajar muy de chica, empecé a tener mi propia economía, me fui de mi casa muy jovencita y vivía muy rápido. Trabajaba solo por mi ego, vivía a mil, no tenía un minuto para relajarme, para salir con mis amigas. En parte fue así porque mi mamá me puso tantas actividades y tantas responsabilidades desde tan chiquita que mi cabeza creció así. Que por un lado está buenísimo porque me dio mucha conducta, mucha responsabilidad: “Si no te esforzás no vas a conseguir nada”, “Nunca dependas de un hombre”, son frases de mi mamá que me quedaron grabadas y crecí con eso. Pero, por otro lado, por el afán de trabajar y querer ser mejor, te olvidás de lo más importante, de disfrutar las cosas más simples.
—No sabía ese paso por la danza tan exigente de chica.
—Por la danza y por todo. Nosotros vivíamos en Lanús, en la semana estudiaba en la Escuela Nacional de Danza, lo sábados tenía circo, teatro y tap, y mi único día libre eran los domingos. Igual me encantaba, no era un sacrificio. Yo amaba lo que hacía y lo disfrutaba mucho
—Leí unas declaraciones que me sorprendieron, que tenían que ver con la delgadez como parte del talento.
—Para ser bailarina clásica estaba esa exigencia pautada. Me acuerdo que iba a la Escuela Nacional de Danza y paraba al mediodía, y mi mamá me daba plata para la comida y yo, para bajar de peso, no me olvido más... me compraba arvejas, mayonesa, y comía eso.
—¿Qué tenías edad en ese momento?
—Re niña: tenía 14 años. Pero bueno, la profe de ese momento me decía: “Tenés mucha cola y cuando bajás, caés pesada”. Esa exigencia en esa época era normal.
—Hoy es imposible pensar que tu hija tenga que pasar por una cosa así.
—No, un delirio. Yo amaba la danza clásica y nunca pude aspirar a ir al Colón porque no me daba ni la estatura ni el peso.
—Se me ocurren varias cosas a partir de esto que decís. Por un lado, decirle a esa profesora que esa cola que caía pesada nos ha dado mucho...
—Nos ha dado de comer (risas). Pero mirá cómo te acomplejan. Es fatal.
—Y más allá del chiste, preguntarte eso: ¿cuánto te impactó que te dijeran algo así siendo tan chica?
—No lo notaba, pero hacía estas cosas de comer arvejas… Igual nunca estuve desnutrida, porque llegaba a mi casa y comía. Nunca me metí los dedos para vomitar, pero tenía una presión psicológica para mejorar.
—¿Y había espacio para tener amigos?
—No, yo nunca tuve amigos. O sea, en mi infancia tenía a mis amigas de la casa de mi abuela que las veía cuando iba a la casa de mi abuela. Un fin de semana, si no tenía actividades, porque como te dije los sábados nos íbamos a Capital, teníamos dos horas de colectivo, entonces para no hacer una actividad sola me ponía varias actividades para no ir por una clase. Mi único día libre eran los domingos. Igual me encantaba, no era un sacrificio. Yo amaba lo que hacía y lo disfrutaba mucho y no percibía este conflicto de alimentación en ese momento tampoco. Esto fue después de muchos años.
—¿Pero no tenías cumpleaños de compañeritos del colegio, ir a la casa de amigas a jugar, a dormir?
—Cuando era más chiquita, sí. En el primario. Después, cuando ya profesionalmente necesitaba exigirme más por tiempos, por estudio... A los 11 empecé a trabajar en Las Trillizas y en ese momento se grababan muchas horas.
—¿Y por qué creés que tu mamá buscaba tantas actividades?
—Porque yo se las pedía: era insoportable (risas). A mí me encantaba. Mi mamá limpiaba en mi casa y yo bailaba en el living, me ponía pelucas, disfraces, miraba videos de Madonna, de Culture Club, de Michael Jackson. Me fascinaba.
—No había una necesidad económica de que vos aportaras en tu casa y que empezaras a trabajar de chica.
—No. De hecho, yo nunca me imaginé trabajar en televisión. Yo quería ser o bailarina clásica o profesora de danzas clásicas, desde chica quería tener un estudio cerca de casa, dar clases todo el día y que mi mamá trabajara en la recepción.
—¿Qué le decís hoy a esa nena?
—Fui una nena muy feliz. Más allá de estas exigencias, siempre disfruté todo lo que hacía. Y estoy súper orgullosa.
—Recién hablábamos de las exigencias y hay cuestiones estéticas hacia las mujeres que están cambiando. ¿Cómo te llevás hoy con vos?
—Amo todo lo que tenga que ver con la estética, lo que esté relacionado con la evolución de la belleza, la tecnología que hay para mejorar. Me gusta todo lo que tenga que ver con el bienestar, porque si uno se ve bien, se trata bien.
—¿Te bancás si tenés tres kilos de más o te volvés loca?
—Me los re banco. Ni me peso: no hay balanzas en mi casa. Si me veo bien en el espejo, suficiente. Hago actividad física porque realmente lo disfruto y no tomo más clases porque no me da el tiempo.
—Si te tenés que hacer un retoque te lo hacés, pero no hay una obsesión tampoco de “me opero cada seis meses”.
—No. Y no lo necesito tampoco, porque mi cuerpo se ve bien por toda la actividad que hago. Y también, llevo una vida saludable a nivel alimentación. Con el tiempo aprendí a comer, no para estar más flaca sino para estar más saludable.
—Es muy difícil lo que está pasando con las redes. Todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre la vida y el cuerpo de los otros.
—Tremendo. A mí me escriben y dicen que no pueden creer que coma chocolate... ¿Cómo no voy a comer una torta? ¿Dónde está el disfrute y el placer? Llevo una alimentación saludable, entonces, si un día me quiero comer una factura, una torta, no está mal.
—Quiero hablar un poco de la familia hermosa que formaron con Martín. ¿Dudaste cuando te propuso matrimonio?
—No, ni un segundo. Porque ya me había hecho la difícil un montón. Nosotros nunca estuvimos peleados ni una semana. Obviamente, tenemos discusiones, tampoco somos la pareja perfecta. Pero después dos años de ir y venir, de conocernos tanto sin estar en pareja, fue la clave para elegirnos de verdad.
—¿Cómo te llevas con la mamá que sos?
—Me llevo súper bien. También soy una mamá muy melosa, muy insoportable. Le digo a Chloé muchas veces que la amo, la besuqueo todo el día, la consiento.
—¿Te cansa que te pregunten si van a tener otro?
—No, no me cansa. Es que me encantaría, pero a la vez no. Nos pasa que Chloé ya tiene cuatro y empezamos como otra vez a recuperar nuestra vida social, y eso es lo que nos detiene un poco, más allá de que él ya tiene otros tres hijos, Martín, Rodrigo y Bautista, que aman a Chloé, es su hermanita mujer.
—¿De algo de lo que hiciste en tu carrera te arrepentís? ¿Algo que pueda ver Chloé y no te cope tanto?
—No. A Chloé se le explica. Me parece que la conducta tiene que empezar por las casas y yo le hablo mucho. Justo el otro día hubo un comentario de una nena del jardín por el vestido del Martín Fierro, estábamos cenando y Chloé nos cuenta: “Dijo que estabas en pelotas”. Yo le dije que no le dé bolilla, que son cosas que se dicen. ¿Tiene culpa la nena? No.
—La nena no sabe lo que está diciendo.
—Tienen la culpa los padres. Hay cosas que no se hablan adelante de los chicos, y si se hablan, se hablan con educación y respetando a la mujer que está del otro lado porque esa nena va a crecer y tiene que aprender. Y yo sé que Chloé va a ser una chica muy inteligente y va a entender que mostrarse con poca ropa no tiene absolutamente nada de malo. Me suelen preguntar si Martín me dice algo cuando subo fotos en ropa interior. Y no, porque desde el día que lo conocí las cosas estaban claras. Mi trabajo es este, hace 14 años soy imagen de una marca de lencería y de mallas de las más conocidas del país. ¿Cómo no voy a poder subir en bikini o en lencería cuando vamos a la playa y estamos todos en bikini? Y Martín nunca me cuestionó nada; al contrario, me dice que estoy linda.
—Aparte sería querer cambiarte, porque él ya te conoció así.
—Me conoció así, no tiene nada de malo, y no le va a restar en nada a él ni lo va a perjudicar ni en su vida ni en su carrera ni en nada.
Cirio conducción. La primera vez que estuvo en Morfi fue para promocionar el espectáculo para chicos Alicia cae del otro lado. Con su ojo de productor siempre en funciones, Rozín le pidió que hiciera coreografías de zumba, y un día le pregunto si le gustaría volver a conducir. “Yo no me sentía preparada, pero él creía más en mí que yo misma”, admite Jesica emocionada, por el recuerdo de Gerardo, y por un programa que le permitió reconectar con la chica que estudiaba danza y bailaba folclore.
—Si alguien te hubiera dicho en ese momento que Gerardo te iba a preparar para continuar con su programa y que él no iba a estar, hubiera sido totalmente impensado.
—Se me pone la piel de gallina de solo pensarlo... Increíble todo lo que generó en mí, porque él siempre buscaba impulsarme. Quizás yo me quedaba atrás toda modosita, por respeto, porque no me creía ocupar ese lugar, y él me llevaba hacia adelante. Poco a poco fui ganando confianza en mí misma y encontrándome en realidad con algo que había hecho toda la vida, que era estar en un estudio, disfrutando y aprendiendo de uno de los más grandes de la televisión.
—Qué difícil fue su partida.
—No solo por el trabajo sino por la amistad que tenía con él, porque hablaba día por medio de cualquier cosa. Él siempre te ponía la oreja: si le contaba que estaba pensando un evento para 100 personas, me decía que me animara a hacerlo para 400. Una persona brillante como pocas vi en este medio. Un genio.
—¿Cómo te sentís hoy haciendo La peña con otra persona?
—Es raro, pero es parte de un proceso. Fueron años muy duros, además de lo de Gerardo. Se murió mi mejor amigo, Juanky Acosta, que era mi bailarín de toda la vida. Fue un mazazo que una persona de mi edad no esté más de un día para el otro, sin explicación. Al poco tiempo llega la pandemia y muere por covid Daniel Comba, una de las personas que me dio las primeras oportunidades. Y paralelamente a eso me levanta el teléfono Gerardo y me cuenta lo que le estaba pasando…
—El diagnóstico. Ese día que llega a la guardia, es terrible.
—Todo. Fue espantoso, y enfrentándome a hacer un programa que nunca hice sola y con toda la carga emocional que tenía. Fue un año tremendo. Pero creo que me dejó muchas enseñanzas en la vida, estos últimos golpes me enseñaron a disfrutar los momentos. Gerardo nos preparó, y así y todo no se entiende. Es fuerte estar haciendo el programa, pero lo único que me reconforta es que él amaba La peña como nada en el mundo. Él vivía para charlar con los artistas, lo disfrutaba mucho.
—De hecho, quiso pasar su último año haciendo el programa.
—Y él quería que La peña siguiera, como sea. Entonces creo que un poco es devolverle todo lo que me dio, y por eso me esfuerzo para mejorar todo el tiempo. La televisión lo va a extrañar eternamente, pero dejó algo muy lindo, que es una producción craneada por él, un equipo de laburo hermoso que hace un programa hace siete años que acompaña a la gente y da un espacio a los músicos, siempre con la emoción a flor de piel. Así como era él.
—Jesi, si hablamos en cinco años y salió todo genial cómo te encuentro.
—Disfrutando de Chloé. Trabajando como siempre, creo que eso nunca voy a dejar de hacerlo. El trabajo es salud para la cabeza y para el corazón. Pero también el disfrutar de mi familia, de mis perros, de los hijos de Martín, de Martín. Y agradecida, porque la verdad es que la vida me dio mucho más de lo que yo podía esperar. Mucho más.
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