Lucía Galán abre la puerta de su casa, donde su hermano Joaquín espera en el living. Juntos, invitan a pasar un rato largo en una canción de Pimpinela. Los cuadros y los portarretratos hablan de recuerdos familiares, esos sobre los que construyeron los pilares de su recorrido artístico y donde asentaron sus valores frente a la vida. Durante la charla con Teleshow van a discutir, a veces en serio, la mayoría en broma, jugando el ingrediente decisivo de esa fórmula que marcó una era en la canción romántica. Pero también se van a amar, como marca la ley primera, como heredaron de sus padres y como transmitieron a sus hijos, mostrando ese corazón amiguero y solidario a prueba de frustraciones.
En un tour que debió ser postergado en reiteradas oportunidades por la pandemia, el dúo continúa celebrando sus 40 años con la música. Luego de pasar por Estados Unidos, México y Colombia se prepara para el esperado reencuentro con el público argentino, que tendrá lugar el 20 y 21 de mayo en el Luna Park, seguirá en el Interior y se embarcará rumbo a España. Lucía y Joaquín miran hacia atrás, repasan a los costados, otean el horizonte y no logran poner en palabras las emociones vividas en este tiempo. “La vida es eso que está sucediendo mientras hacemos planes para el futuro”, arriesga él, aferrándose a John Lennon para intentar explicar una de esas cosas que no tienen demasiada explicación.
La pandemia frenó las actuaciones en vivo, pero no la maquinaria interna de Pimpinela, que siguió construyendo historias a través de sus canciones y abordando temáticas cada vez más profundas, como el amor entre personas del mismo sexo o de diferentes edades. Siempre con esa dramatización de la que hicieron escuela, la que al bajar del escenario se convierte en una relación fraternal indestructible. “Fuimos educados así: tanto los buenos momentos como los malos nos gusta atravesarlos juntos y acompañarnos”, dice Lucía sobre un legado que transmitieron a su hija Rocío y su sobrino Francisco. Porque si bien no hay nada más lindo que la familia unida, también puede ser divertido discutir un rato.
—Empecemos recorriendo estos 40 años maravillosos ¿Hay alguna canción por la que no apostaban y les sorprendió lo que pasó después?
Joaquín: —”A dormir afuera”. (Canta) A dormir afuera, hombre de la noche… una canción un poquito gritona.
Lucía: —Esa gustó mucho. No pensábamos.
Joaquín: —Hay una que yo sé que a la gente le va a gustar mucho que Lucía no la quiere cantar y lo digo públicamente cada vez que tengo una oportunidad (risas). Se llama “El cuento de Superman”, que me parece muy divertida.
Lucía: —No me gusta.
—¿Por qué?
Lucía: —No me gusta. O sea, en 400 canciones que hemos grabado que haya una que no me guste y que me niegue rotundamente a cantarla en vivo no es tan grave.
Joaquín: —Es un hombre que se enamora de una chica jovencita y la mujer le dice “no seas payaso, qué vas a hacer cuando tengas que volar y no tengas alas para...”.
Lucía: —Y se te arruina la capa, no sé qué cosa.
Joaquín: —Algo así, sí.
—Señor, hágase cargo.
Joaquín: —Tiene un sentido gracioso. Y además es una canción del Paz Martínez y mía. Ojo, eh, nos estás diciendo a los dos...
Lucía: —Bueno, Paz, con las cosas maravillosas que has hecho... (risas).
—¿Cuál sienten que es la canción que marcó un quiebre?
Lucía: —Uy, creo que hubo varias. “Olvídame y pega la vuelta” fue sin dudas la canción que vio como clarísimo qué iba a pasar, cómo era el estilo nuestro, esta mezcla de música, teatro. Y después vinieron muchos quiebres.
Joaquín: —”Por ese hombre”.
Lucía: —A mí me lo preguntó. Gracias.
Joaquín: —Sí, pero como estás teniendo una laguna...
Lucía: —No estoy teniendo una laguna, estoy desarrollando la respuesta. Después hubo dos quiebres, uno con “El amor no se puede olvidar”, dedicada a nuestro padre, que sabíamos que podía gustar, pero no tanto. Y cuando hicimos el trío cantando “Por ese hombre”, con Django, porque en esa época no se estilaba que artistas se juntaran como ahora a cantar.
Joaquín: —Era un lindo desafío poner una tercera persona a nuestro estilo dialogado, donde cada uno tiene su conflicto, con Django amigo mío aconsejándome, yo pidiéndole que hable con la chica para que vuelva y él me consolaba, pero en definitiva era él, que se la estaba llevando…
—Fueron pioneros en aquel entonces: no era tan común el tema de las colaboraciones.
Joaquín: —Era un desafío para nosotros. No sabíamos si éramos los primeros, creo que también en esa época el Puma (Rodríguez) con Julio Iglesias hacían cosas, pero eran dos solistas mirando a cámara, cada uno con su estilo, cantando una canción. Pero esto de tener tres hablándose era un desafío y salió bárbaro, fue realmente un quiebre en nuestra historia.
—¿Les gusta algo de esta nueva camada de trap, de las colaboraciones nuevas, de todo lo nuevo que está surgiendo?
Lucía: —Me gustan algunas cosas. Dentro de este género urbano, el que más me gusta sin dudas es René (Pérez), Residente. Creo que es el genio de este estilo de comunicar, de letras con profundidad, con un mensaje, con un propósito, con un por qué. Y después hay cosas puntuales que me gustan de Karol G, de Nicki Nicole, de María Becerra. Me parece muy interesante Nathy Peluso, su personalidad. Me gusta el artista que crea un estilo.
—Hablemos de las últimas canciones. En “Cuando lo veo” te chapaste a Benjamín Vicuña, Lucía...
Lucía: —Y si Dios quiere me lo seguiré chapando si hay una segunda parte (risas). Es la historia de una mujer que de golpe se enamora sin saber de un hombre mucho más joven que ella y para que sea creíble solo podía ser él, con esa mirada, con esa ternura y esa forma de hablar y de contener.
—En “Traición”, hablaron de una historia de amor gay, una temática que no estaba en canciones anteriores.
Joaquín: —Las canciones salen cuando tienen que salir, no es un tema que se planea, y es difícil componer como un sastre a medida. Nunca habíamos tratado la cuestión de la relación de pareja igualitaria y esa historia fue tomando forma mientras se iba componiendo: no me propuse hacer una canción que contara la relación entre dos hombres, sino que de pronto tomó ese viraje. Estuvo buenísima la adhesión del público, por ahí uno pensaba que la gente de nuestra generación se iba a resistir un poco más a ese final, pero no: más de 20 mil comentarios, 40 y pico de millones de visitas, y todos valorando el tratamiento de la canción.
—¿Cómo la pasaron en Perú con La Voz senior?
Lucía: —Muy bien, es un formato que nos encanta porque le da la oportunidad a gente, a partir de 50 años, de poder cumplir su sueño de cantar, de estar frente a una cámara, de arreglarse. Las historias de vida son maravillosas. Amas de casa que siempre quisieron cantar y los padres no las dejaban porque en ese momento era como un pecado. O tenían que trabajar para mantenerse. Nos recibieron súper bien, fue primero en audiencia y ganó muchos premios.
Joaquín: —Sí, es un programa muy emocionante: taxistas, colectiveros, personas a los que la vida los llevó por otro camino, pero siempre les quedó la asignatura pendiente de cantar.
—Si tuvieran que hacer un reality buscando a los nuevos Pimpinela, ¿quiénes podrían ser?
Lucía: —¡Wow! que buena pregunta. Por temperamento, de mí podría hacer Lali. Es actriz y canta muy bien. El hombre, Joaquín…
Joaquín: —No tengo idea. Que sea actor, que cante, y que secunde…
Lucía: —Nico Vázquez por ahí.
Joaquín: —¿Pero canta?
Lucía: —Creo que sí. Tampoco tendría que cantar demasiado (risas).
Joaquín: —Es muy mala. Tendría que componer demasiado.
—Ojo con el reality de buscando a los Pimpinela, tomen nota. ¿Qué piensan que hubiera pasado con la carrera de cada uno si decidían ser solistas?
Lucía: —Yo no hubiera seguido cantando, hubiera sido actriz. Y si no, maestra.
Joaquín: —Yo, productor de música, seguramente. Buscar crear cosas distintas. El dúo absorbió mi tiempo absolutamente; son pocas las cosas que he realizado. Lo que más me gustó fue con Lola Ponce, que después tuvo una carrera maravillosa en Europa. Con el dúo es imposible porque hay que armar la cocina y luego ir a vender el pescado, hay que estar en los dos frentes.
—Hablemos de amores. Vos, Joaquín, siempre en pareja.
—Sí, no es bueno que el hombre esté solo. Como la película.
—¿Lucía? ¿Andas feliz, soltera, andas con ganas de enamorarte?
—Estoy bien, soltera. Estoy con ganas de tener un compañero, si aparece. Vivo y transcurro sin desesperación, sin buscar a propósito dónde o de qué manera. Yo soy de la idea de que cuando tenga que aparecer o cuando tenga que conocer a alguien se va a dar como se dio siempre.
—Y mientras la estás pasando muy bien.
—Sí, estoy… Obviamente, separarse no es fácil, y pasaron menos de dos años. Cuando era joven atravesaba las cosas sin profundizarlas y sin vivirlas, y sin poner el acento donde lo tenía que poner. Y ahora, después de muchas cosas, aprendí que tengo que atravesar el dolor: lo tengo que transitar, lo tengo que analizar… Me pongo afónica hablando de estas cosas.
—Salgamos de ahí.
—Lo que es la cabeza. Pero no me hace daño.
—Se queda afónica y tiene un show que yo voy a estar ahí. No te me pongas afónica.
—Estoy en eso: el duelo de nuestra madre, mi separación. Estoy sanando.
Convivencia. Con la misma complicidad que demuestran en el escenario, los Pimpinela se prestan a un juego viral para ver cuánto se conocen. Sabremos de la generosidad de Joaquín y también de su coquetería, que camina peligrosamente por la frontera de la impuntualidad antes de salir a escena. Y quién tiene la última palabra en esas discusiones que ya pertenecen a un continente. Pero también se ponen serios a la hora de reflexionar sobre lo que pasa en el país y el mundo, y al palpitar lo que viene, al caer en el que será el primer concierto en Buenos Aires desde la partida de su madre. “No lo había pensado”, admite Lucía, y viaja al recuerdo del último Luna Park: “Ella está a un costado en la silla de ruedas viendo el show. Y Rocío, agachada al lado”, acota Joaquín. Toda una postal del dúo, que hizo de la familia un motor de vida, y del culto a la amistad, una actitud innegociable.
—Después de todo este tiempo realmente son muy queridos en la industria. ¿Qué es lo mejor que le dejó a cada uno la música?
Lucía: —A mí, eso que decís: el poder llegar a personas y seleccionarlas también a lo largo de la vida. Y me dio la posibilidad de vivir de lo que amo, que es un privilegio, un regalo divino. Poder viajar y poder ver a mi hija bien. Y a través de Pimpinela, también el tema del Hogar: creo que fue muy importante ser conocidos para llegar a muchas cosas en pos de ayudar a los niños y a las niñas.
Joaquín: —Lo más importante que me dio es la palabra, la posibilidad de comunicarme , porque siempre fui bastante introvertido, sobre todo cuando era chico. Era tímido y me costaba bastante meterme en ese mundo de la familia Galán todos con las gaitas, acordeones y ella de chiquita bailando arriba de las mesas y para mí era como una película de Fellini. Pero la música es reparadora y componer me dio la posibilidad de expresarme.
—La música es un mimo al alma, y cómo estamos necesitando ese mimo. Qué momento difícil que estamos atravesando.
Joaquín: —Salimos de una cosa horrible que está siempre como agazapada que es la pandemia, y ahora el mundo con esta amenaza loca de guerra mundial, con el sufrimiento, que uno no puede prender la televisión porque ves a la gente de Ucrania y te angustias realmente.
—Y aquí estamos con nuestros propios problemas, porque hay gente a la que le está costando un montón también.
Joaquín: —Por supuesto, y es tremendo. Estamos en un callejón sin salida en Argentina. Es increíble, en un país con tantos recursos, tan buena gente y tan todo, pero qué mal elegimos a la gente que gobierna. Porque evidentemente, para un lado o para el otro, elegimos mal; esta es la realidad. Entonces, es muy desgastante. Viajamos permanentemente por el mundo, por todos lados, y vemos que la gente no habla de política: habla de la vida, de música, de la amistad, salen, comen, se ríen. Y acá estamos siempre con esa espada de Damocles de a ver qué va a pasar el mes que viene. Es muy desgastante, y te da bronca.
—Y te saca calidad de vida.
Joaquín: —Te saca vida. Va pasando el tiempo y resulta que te pasaste una vida hablando de los deseos y de los proyectos que no se concretan, y cuando se concretan, viene alguien y te los voltea.
—Lucía, recién nombraste al Hogar, un deseo que pudiste concretar con ese costado solidario que tuviste siempre. ¿Cómo está hoy?
—Eso fue un proyecto de los dos hace casi 26 años. Y sigue funcionando con niños y chicas maravillosos, pero con historias tremendas. En estos últimos años han cambiado mucho las historias de los niños que entran al Hogar. Cuando abrimos eran situaciones de padres que ellos mismos pedían a los jueces por favor un tiempo hasta que consigan el trabajo nuevo, hasta que arreglen la casita. De 15 años a esta parte todos, absolutamente todos los nenes que ingresan, son abusados sexualmente por su entorno familiar y con violencia. La droga ha hecho estragos en la sociedad, y los más damnificados son los nenes. Cuando escucho en televisión que hay que aprender a dosificar cómo tomar droga o que tal cosa no hace daño, los invito a ver las historias que nosotros vemos todos los días.
—¿Cuántos chicos hay hoy?
—Como tope, siempre 25, porque es una atención muy personalizada. Otra cosa que pasa es que la gente no se anima a adoptar chicos más grandes pensando que son complicados y que son difíciles y que vienen con un back up, con un bagaje de locura o de violencia, y nada que ver. Siempre animo a la gente a que amplíe la edad en sus expedientes cuando quieren adoptar porque son chicos fantásticos.
—A mí me gusta decir que la responsabilidad del Estado es para con los niños que tienen derecho de tener una familia, no para familias, parejas o personas que quieren tener un bebé.
— No hay bebés. O sea, es una fantasía. Entonces el Estado tendría que ponerse lo que tiene que ponerse para que funcione realmente, para que sea todo mucho más ágil, para que las familias que están inscriptas tengan una respuesta más rápida y para que los nenes que están esperando no se pasen tanto tiempo en instituciones, por más buenas que sean como la nuestra.
—¿Qué te pasa cuando ves chicos en la calle?
—He llamado infinidad de veces a los teléfonos que dan para cuando ves un chico vulnerado en la calle. Me he quedado esperando a ver si venía el móvil. No aparecía. Lo he denunciado. O sea, si no dan abasto porque no hay móviles, pongan más móviles, pero no puede estar una madre con el bebé en la calle con frío, con tres nenes más. Un nene no tiene por qué estar en la calle, tiene que estar en el colegio, en la guardería o con alguna de las muchísimas familias adoptadas para cuidar chicos.
—En estos años hay más de mil chicos a los que les cambiaron la historia, les cambiaron el futuro.
Lucía: —Y aparecen todos en el Luna Park: vienen con sus familias, ya grandes. Es muy lindo.
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