Desde muy chico Enzo Sauthier fue llevando su arte en forma de palabras por las calles de su Necochea, en la escuela y en la plaza, con algunos pocos amigos que estaban en la misma. Y se sentía observado. Porque entonces, para el afuera, Enzo era el raro. Para su familia, sus profesores y la mayoría de sus compañeros, que lo miraban con tono burlón, que no entendían esos códigos que estaban brotando al mismo tiempo en otras escuelas, en otras plazas y en otras casas por todo el país.
Pero poco le importaba, porque Enzo tenía todo claro y sabía que era por el lado de la música. “Mi inquietud viene desde muy chico”, suelta al principio de la entrevista con Teleshow, viajando hacia la casa de su niñez y los CDs que ponía su madre, bien variados: de Marc Anthony a Il Divo, de Leo Mattioli a La Oreja de Van Gogh. Hasta que empezó a armar su propia discoteca, en torno al reggaetón, y fue moldeando su cabeza de artista. Y apareció Eminem con la película 8 Mile. Y las batallas de freestyle Y el FMK como alias improvisado. El encuentro decisivo con el productor Big One. Y en poco tiempo, millones de personas conocían su arte.
Esta historia de talento y perseverancia se reflejará este sábado 16 de abril con su primer show en Buenos Aires, en el escenario Movistar Arena. “Siento que lo que le estamos ofreciendo a mi público es algo muy lindo. Es un reto muy grande, pero me siento muy bien junto con la banda, con la puesta en escena, con el mensaje que va a tener el show. Es un show urbano de mucha calidad”, asegura FMK, uno de los artistas más completos de su generación.
—¿Cómo se convierte ese pibe de Necochea en un fenómeno que se escucha por todos lados?
—En base a trabajo y el de la gente que me acompaña que me ayuda a traccionar un montón. El tema que me dio impulso fue “Perdóname”, que fue el primero que hicimos con Big One. Nos juntamos, y a partir de ahí empezó todo.
—¿Vos pensabas que iba a explotar “Perdóname”?
—No. Es más: yo no lo quería sacar. Me pasó con las dos primeras canciones que saqué, que fueron las que explotaron: yo estaba negado a sacarlas.
—¿Por qué?
—Quería sacarla con video y no tenía plata. Big me decía que iba a ser un hit en América Latina, pero a mí no me copaba tanto, había tirado los dos temas como para joder. Le dije que lo saque, y al mes había tenido 150.000 reproducciones. Me empieza a seguir un montón de gente, recibo mensajes, me dicen “Coscu reaccionó a tu canción”. Y en ese momento era palabra santa lo que decía, lo hizo parte de la Coscu Army, y ahí hacía un millón cada tres días.
—¿Qué pasó con la segunda canción?
—”Ahora no”. Me gustaba, pero no me gustaba cómo salía el video. Quizás por inseguridades mías.
—¿Con qué tienen que ver esas inseguridades?
—Con cómo se ve uno, cómo afrontar la situación de este nuevo mundo, que quizás se basa mucho en las redes, donde cualquiera puede opinar bien o mal sobre vos y no todos tenemos la actitud para levantarnos de repente con diez mensajes que te digan que sos un boludo.
—¿Te pasó alguna vez?
—Sí. Me pasó mucho tiempo de estar inseguro. Entraba al estudio y no podía sacar nada porque estaba pensando demasiado en lo que iba a decir la otra persona. Y si a un tema no le iba tan bien, como que me tocaba en cierto punto el ego.
—¿Eso tiene que ver con que la vara había quedado tan alta por esos primeros temas?
—Sí, había quedado muy alta. Fueron años de aprendizaje y construcción para decir: “Bueno, si yo saco un tema me tiene que gustar a mí, después está el recibimiento”. Y entender también que hoy estamos acá y después estamos más arriba, y después podemos estar dos años abajo. Eso me ayudó a evolucionar mi producto y a estar más contento.
—¿Cómo fue tu relación con el freestyle?
—Me volví loco con la batalla de Tata y Kódigo en 2010, y me empecé a meter en el rap y estuve unos tres años. Cuando sentí que ya podía fluir por mí mismo me alejé de las batallas porque era un ambiente que no me gustaba, eso de mirarme cara a cara con uno y bardearme porque en ese momento era así, no estaba tan desarrollado y era todo bastante tóxico. Pero nunca dejé el freestyle, improvisaba en casa, en el colegio, donde se juntaban para vernos en los recreos, y otros se cagaban de risa, y ver esas personas, quizás los que se nos cagaban de risa hoy son los que nos suben el videíto ahí escuchando las canciones. Es una locura.
—En la escuela eras el raro.
—Sí, era muy raro. Entrábamos a las 7.15 de la mañana, y desde las 6 estábamos rapeando en la plaza: los profesores se pensaban que nos juntábamos a fumar porro. Y a la salida era rapear y rapear hasta llegar a casa. Después empecé con un amigo con la guitarra a componer, a ver beats de Internet y a llevarlo más a la música.
—¿Es verdad que en un momento les dijiste a tus papás que querías dejar el colegio?
—Sí, fue antes de pasar a sexto. Mis viejos la peleaban mucho para llevar el plato a la mesa. Papá es electricista y mamá tenía una feria de ropa, iban todos los días a la mañana para que alcanzara para comer. Nunca me faltó nada y ellos siempre me insistieron para que estudiara. Y cuando les vine con esa noticia fue un baldazo de agua fría, calculo.
Mi primer millón. En ese verano que apostó fuerte por la música, FMK se permitió soñar en grande. “Para mitad de año voy a tener un tema con 20 millones”, le dijo a Estani, uno de los productores, durante un asado. Se lo creyó y trabajó para eso. En marzo conoció a Big One, hicieron “Perdóname” y le cambió la vida, pero no se olvidó de dónde venía. Con la primera plata que ganó, ayudó a sus padres a mudarse y les pudo regalar un auto como retribución al sacrificio, y por haber entendido su decisión y acompañarlo, aún en el disenso.
—¿En un momento se vuelve muy exigente? Porque te dejaste la vara tan alta vos mismo que las métricas complican.
—En parte sí, y a mí me pegó bastante mal. Entiendo que a todos nos pasa que si ya pusiste un tema ahí vas a tener ganas de poner otro. Y más allá de que hay unión, se torna una competencia, y los que te escuchan sienten que tienen el derecho de criticar. Los artistas de hoy en día luchamos mucho con eso: Twitter es todo el día bardear a la gente, opinar de la vida del otro. Y eso genera un público bastante tóxico y yo no soy muy partícipe de eso.
—¿Cómo hiciste para manejarlo?
—Me llevó mucho tiempo. Estaba enojadísimo con la vida y me costaba mucho afrontar cualquier situación. Estaba tocando en los Premios Gardel, que fui uno de los primeros artistas urbanos que estuvo ahí, o abriendo un show a Bad Bunny, y ni los disfruté. Hoy miro para atrás y pienso cómo lo hubiera afrontado con la cabeza que tengo hoy. Pero quizás también es parte del proceso y del crecimiento.
—¿Qué te sacó de esa angustia, de ese malestar?
—El tiempo, volver a poner los pies sobre la tierra. Fue darme cuenta de que todo no va en base a un número. Y también, empezar a componer para otros. Me convencí de que si esto es una competencia, mi canción compite con cualquiera de las que está número 1. Ese convencimiento lo tengo y ese amor por mi arte lo tengo. Y después de un año y pico, como a principios del 2021, me animé a volver más con lo mío, y salieron “Yo sé que tú” y “Prende la cámara”.
—¿Y volviste a disfrutarlo? Que es lo más importante.
—Y vuelvo a disfrutarlo, sí. Obviamente: todavía tengo eso de que me exijo mucho y eso me nubla un poco. Pero estoy más contento con cómo estoy yo con mi millón de reproducciones que como estaba antes, con 100 millones.
—Hoy hay una democratización que permite que uno pueda llegar con su música sin que la discográfica te haya elegido. Pero a la vez, con esto que contás, veo que también hay una competencia en eso, que puede ser muy pesada.
—Es que sí, desde el momento que un artista está buscando llegar a un número 1, a tocar en cierto festival más alto en el line-up, ya es una competencia. Estamos todos en la buena con todos, pero al mismo tiempo a vos te gustaría que tu canción esté primero, más allá de las de otros. Y la verdad, hoy en día siento que me gustaría tener un número 1 por todo lo que vengo trabajando y buscándolo, pero no es el premio principal.
—Y cuál es el premio principal hoy.
—Hoy en día siento que tomé otro rol. Cuando empecé a componer ayudé bastante desde mi lado. Y el premio quizás sea seguir siendo esa persona que aporta su granito de arena directamente a la industria y al bienestar de todos, y para que esto sea más grande que de repente agarrar solo y clavar un número 1.
Los de la casa. El sentido colectivo va más allá de cruzar voces, beats y escenarios. Hay una amistad que se declama en los dichos y se ratifica en los hechos hasta llegar al punto de la convivencia. Y que no demuestra otra cosa que la voracidad creativa de un grupo de jóvenes que marca el pulso de la música de hoy. “Eso fue idea de Lit (Killah), que estaba viviendo solo y tenía ganas de vivir con amigos artistas para potenciarse. Me dijo a mí, después le dijo a Tiago (PZK), y después a Tommy (Rusherking). Sacamos “Yo sé que tú” y ahí los de la casa empezaron a ser el nuevo grupo: era increíble cómo nos relacionaban a los cuatro. Mari (Becerra) estaba enlazada con nosotros; vinieron, Duko, Emi (Mernes) y un montón de artistas que se hicieron amigos y terminaron colaborando”, explica el músico.
—Es loco, porque pueden convivir la competencia con la amistad.
—La competencia la generan los números que están después. Nosotros somos amigos que hacen música. Quizás ahí entra como el negocio en una parte de la amistad cuando soltás un tema entre los dos. Pero de repente vamos a un show en un boliche en Salta todos arriba de un micro y nos acompañamos sin importar nada. Vamos juntos para todos lados, somos pibes disfrutando de lo que hacen. Y por suerte nos va bien y podemos vivir bien.
—¿Cómo vivieron lo que pasó con María Becerra en los Grammy?
—La verdad que todos contentos, siempre nos bancamos muchísimo. Vi que algunas personas tiraban comentarios malos, pero siempre es más lo bueno lo que nos gana. Y la verdad que tener a una artista con 22 años que salió de acá cantando en los Grammy es 100% para aplaudirlo y para tenerlo como referente porque hoy Mari es quien nos representa mundialmente.
—¿Con quién te gustaría hacer una colaboración?
—Me gusta Justin Quiles: fue una inspiración para mí cuando escuchaba sus temas de reggaetón y creo que me influenció bastante en la narrativa de sus letras. Después, obviamente, toda la escena de afuera de los grandes como Daddy Yankee, Nicky Jam, Farruco, Wisin y Yandel, que son artistas que estuvieron muy presentes en mi crecimiento. Y artistas de acá, con Nicki Nicole.
—¿Lo que le pasó a Paulo Londra con su contrato los alertó al resto de los artistas?
—Sí. En mi caso personal, yo ya tengo un equipo que es mi familia. Pero calculo que puede servir para prestar más atención a los pasos que damos. Debe haber sido muy importante para esos artistas y creo que para él también, seguramente.
—¿Qué lugar le das a las redes sociales?
—Hoy son muy importantes, creo que hoy todo pasa por las redes sociales. Pero los medios tradicionales también te sirven y está bueno comunicar a los dos públicos porque mi vieja no mira Twitch, mucha gente no tiene Instagram, y está bueno que la gente conozca cómo nos estamos desarrollando y nuestro punto de vista.
—No les hablan únicamente a los propios, a los del palo: también buscan traer gente nueva.
—Obviamente. Porque quizás nosotros también pasamos mucho tiempo por ser el género de los pibes que son unos inadaptados que no saben ni hacer música, que son dos boludos con una compu, y quizás hoy en día se está demostrando que no es así. Yo puedo componer reggaetón porque me gusta, pero si querés hacer una salsa, vamos que te escribo una salsa. Y los productores de hoy en día te puedo asegurar que pueden producir y dejar sonando a la banda de rock que sonaban antes como la hostia.
—¿Hay un placer en esa reivindicación?
—Está bueno. La verdad que nos alegra que hoy en día se estén dando cuenta de que nosotros también somos artistas, pero estamos haciendo la nuestra, y si te ponés a fijar en cada uno que comenta…
—Si charlamos en cinco años y salió todo genial ¿cómo te voy a encontrar?
—En cinco años… No sé. No sé la semana que viene si me decís dónde voy a estar la verdad. Pero haciendo música, seguro. Y disfrutando siempre.
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