En un paisaje recóndito de Mendoza Natalia Oreiro y Mercedes Morán se encontraron por primera vez compartiendo un proyecto juntas. Dos mujeres de trayectoria indiscutida que se deslumbraban a la distancia y que hoy se descubren como una dupla que llegó para quedarse. Dice la muñeca brava que “trabajar con Mercedes es un upgrade” para su carrera, y la admiración es correspondida. “Natalia es una referencia de estas mujeres, estas mujercitas, que van en busca de su destino de una manera muy notable, muy inspiradora”, le responde la actriz.
Ahora se sientan en el sillón de un hotel porteño dispuestas a abrir por un ratito las puertas de su intimidad a Teleshow. Se miran y se entienden, está a la vista. Es como si el vínculo entre ellas no fuera reciente, como si ya se hubieran cruzado antes en el camino. Sin embargo, Las Rojas fue el motivo de este primer encuentro. La película dirigida por Matías Lucchesi se filmó por completo en exteriores, con la provincia cuyana como único decorado, y las reúne como sus protagonistas. Dos paleontólogas que se enfrentarán primero entre ellas, para después darle un giro a esa relación que parecía haber empezado con el pie izquierdo.
“Es un arco interesante. Empezamos como dos personajes muy contrapuestos, casi adversarias, pero a medida que avanza la historia nos provoca revelaciones que van modificando el vínculo”, explica Morán, y Oreiro agrega que se trata de una transformación: “Somos como antagonistas que tenemos la misma pasión pero distintas maneras de aplicarla”.
—Llevado a la vida, a las mujeres que son y no a los personajes, ¿les pasó también de cambiar una primera impresión en algún vínculo?
Morán: —A lo largo de mi vida he sido víctima de prejuicios, por supuesto, y en general, es un camino que no conduce a ningún sitio. Ir venciendo prejuicios es una manera de crecer. La primera lección me la dio el maestro de teatro (Augusto) Fernández. Critiqué un atuendo de alguien, no sé qué dije… “Anillo de sello”, una cosa así. Tenía veintipocos. Me trajo una foto de Marlon Brando con un anillo de sello y me dice: “Mirá que te podés perder de alguien interesante por un prejuicio”. Pero saberlo no implica que no volvamos a caer en la misma trampa. Con ella no, porque siempre supe que era una grosa.
Oreiro: —¡Ay, callate! Hermosa, gracias. Me vas a hacer llorar. Una actriz hermosa, talentosa, compañera generosa, ganadora del Konex. Me gusta mucho lo que plantea del prejuicio porque está en esta sociedad, pero se está perdiendo en las nuevas generaciones. Veo a las chicas más jóvenes y ya no se tiene ese prejuicio que se tenía cuando comencé, que de repente venía más del palo de la tele o del teatro o del cine. Después sorprendía cuando uno pasaba de uno al otro. Yo siempre decía: “Soy actriz, no importa el formato”. Siento que hoy eso no está.
Artistas de dos generaciones distintas que supieron conquistar al público local, pero también internacional, el 2022 las encuentra con agenda completa. Oreiro va a conducir un formato nuevo en Telefe, además de estrenar la serie Santa Evita, en la que encarna ni más ni menos que a la líder de los descamisados. Y Morán no se queda atrás. “Los dos próximos años vienen bastante comprometidos”, adelanta. Rodar una película con Darío Grandinetti y las segundas temporadas de El reino y Sueño bendito son algunas de las citas de su agenda.
—¿Proyectos juntas?
Morán: —Vamos a compartir una serie.
Oreiro: —De Amazon. Estamos muy contentas, me encanta trabajar con ella.
Morán: —Nos da mucha alegría.
—Retomemos algunos momentos de la película. Hay algunas frases como “vos no me conoces enojada a mí”. En la vida real, ¿son de enojarse, son bravas?
Morán: —Me enojo cada vez menos, pero sé por mis hijas que cuando me enojo meto un poco de miedo. No por explosiva sino porque aparece un rictus, una cosa indisimulable, inmanejable…
Oreiro: —Le cambia la cara, traba la mandíbula.
Morán: —Pero me hace mal enojarme: quedo devastada. El enojo, a veces, es el resultado de muchas sobreadaptaciones que vas juntando, hasta que en un momento te descontrolás. Lo que he cambiado es eso: estoy más atenta a poder manifestar mi desacuerdo antes de estar muy exigida.
—Otra frase es: “Cada vez que te distraes, el mundo se viene abajo”. ¿Sos dispersa en la vida, Natalia?
Oreiro: —No. Debería ser un poco más dispersa.
—¿Muy controladora?
Oreiro: —Sí, también (risas), bastante, cosa que no me hace mucha gracia ni me da orgullo en lo más mínimo. Siempre tuve una imagen errónea de mí misma. Creía que era muy hippie y por ahí lo fui. Me gustaría volver un poco a esa parte mía. A partir de que me convertí en mamá hubo algo en mí que se modificó, y no para bien. Lo reconozco: me puse un poco más tensa; antes era mucho más relajada. Ahora escucho a Mercedes y quiero aprender. Yo me enojo cada vez más y no quiero, porque te perdés de disfrutar el momento.
—Ambas han hecho un trabajo muy importante desde la maternidad. Natalia, con un hijo varón.
Oreiro: —Me toca una gran responsabilidad: criar un varón feminista, absolutamente. Lo vivo con mucha alegría y convicción, pero las generaciones nuevas vienen con otra cabeza, absorben. Lo que no quiere decir que uno no tenga que acompañar ese proceso y estar presente. Acompañar y soltar, porque son seres independientes.
—¿El papá acompaña en eso?
Oreiro: —Totalmente. Es un mapadre. Me encuentro reflexionando lo groso que es Ricardo (Mollo) como como papá cuando debería ser lo normal, y no lo es. Él es de una generación que se desligaba de ese tipo de responsabilidades.
—Más allá de un tema generacional también es un ídolo del rock que es un ambiente muy machista.
Oreiro: —Ricardo no lo fue nunca, siempre fue un hombre muy de hacerse cargo de su costado femenino, como yo de mi costado masculino. Todas las personas tenemos ese ying y yang, y está buenísimo poder vivirlo libremente.
—Son dos mujeres súper exitosas, premiadas, que pueden darse el lujo de elegir qué trabajos hacen, con qué compañías, formaron lindas familias. ¿Hoy, la felicidad por dónde pasa?
Oreiro: —Por comerme un buen chocolate y una pizza (risas). ¡Qué simple la vida!
Morán: —Por estar sanos. Por algo salud, dinero y amor ha sido el caballito de batalla.
—¿Cómo venimos con las tres: salud, dinero y amor, Mercedes?
Morán: —Venimos bien, en general. Nada para exagerar, pero hay lo suficiente de cada uno como para estar contenta y agradecida.
Oreiro: —Somos mujeres privilegiadas. En un momento donde mundialmente se está viviendo esto que aún no hemos atravesado, y que creemos que sí pero tenemos que estar alertas para seguir cuidándonos, hemos sido muy privilegiadas teniendo trabajo y teniendo la posibilidad de quedarnos en casa. Poner el acento ahí también hace que uno intente disfrutar más. Nosotras hemos trabajado mucho en la pandemia, cosa que a la mayoría de nuestros colegas no les sucedió. Eso también te impacta. Uno quiere disfrutar pero no puede ser ciega a la realidad.
—Mercedes, hace poco me enteré que tenés un superpoder de llamar a los animales.
Morán: —Uff.
Oreiro: —(Risas).
Morán: —Te juro que yo… No voy a explayarme sobre eso porque después, viste las cosas que salen…
Oreiro: —¿Cómo sería igual?
—Ella piensa en el animal y el animal, viene.
Morán: —Digamos que tengo mucho amor por los animales y tengo un vínculo muy interesante y particular con muchos de ellos (risas).
—Si pudieran fantasear un superpoder, ¿cuál les gustaría tener?
Morán: —Ser invisible cuando quiero. Estaría en un montón de lugares sin que me vean para saber qué se dice de mí. Con extraños, porque con la gente cercana y querida no tengo esa necesidad.
Oreiro: —Espectacular, me encantó.
—¿Te buscás en las redes sociales para ver lo que la gente está opinando?
Morán: —No, cero. Con respecto al trabajo, no. Es para asociar curiosidades más personales, algún muchacho que... ¿no? Para saber qué dijo.
Oreiro: —Como estar en el propio velorio para ver quién te llora de verdad.
—¿Nati?
Oreiro: —Por un lado, el poder de la transmutación: transmutar energía. Llegar a un lugar y que la situación esté pesada y uno poder tirar buena onda y que eso, vuelva. Como la amatista, transmutar la energía en algo limpio. Y por el otro lado, me gustaría... Si tuviera que volver, volver como un pájaro: poder volar y ver las cosas desde el aire, tener otra perspectiva del mundo.
—Hay un posteo tuyo, Nati, que dice: “Si nos besamos más, sonreímos más, la cosa se pone más linda”. ¿Nos está faltando eso?
Oreiro: —La pandemia fue lo primero que nos alejó. Es muy emocionante porque lo que uno siente que tiene ya adquirido a veces lo descuida, y cuando lo perdés, te das cuenta del verdadero valor de la presencia. También lo dije en un sentido más armónico, poético. En general, las cosas que pongo quiero que sean un espejo para mí de mis errores. Tomarme las cosas con más humor, con más amor.
—Como todos los eventos cruciales de la vida, la pandemia nos debiera estar dejando un aprendizaje. En un principio parecía que nos reconciliábamos como sociedad, pero hoy estamos más peleados que nunca, nuevamente.
Oreiro: —En ese sentido mi hijo me ayuda un montón. Me trae una cura que tienen los niños y me dice: “No es tan grave, mamá”. Porque a veces me enrosco con tonterías. Es mi pequeño budita, muy parecido al papá. El papá también es muy simple y muy relajado. La única loca de la casa soy yo, básicamente.
—En la película, al final, hay un planteo muy interesante sobre todo lo que no sabemos del mundo, todo lo que nos falta aprender.
Morán: —Probablemente nosotras, por nuestra naturaleza como actrices y por nuestra curiosidad, que es un instrumento importante, mientras nos está sucediendo algo estamos viendo qué es lo que pasa. Me parece que eso es así, no te alcanza la vida para… desde un punto de vista más filosófico. Y desde un punto de vista más realista, como ciudadanas, es tan poco lo que sabemos. Somos tan víctimas y al mismo tiempo tan inocentes de los manejos de los superpoderes del mundo.
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