“Espero quedarme en Argentina por mucho tiempo”, dice Juan José Campanella, y la frase es tanto una manifestación de deseos como una invitación para ponernos al día. El prestigioso director pasó la etapa más dura de la pandemia y la cuarentena trabajando en el exterior, pero esta distancia, lejos de minar su relación con el país, estableció lazos mucho más profundos que se encarga de alimentar. Extraña cada vez más a sus amigos y sufre por los vaivenes de la actualidad política, cuya mirada crítica y ácida le valió unos cuantos dolores de cabeza. “Donde uno está físicamente no tiene nada que ver con dónde está espiritual, anímica y afectivamente”, resume el director en la entrevista con Teleshow.
En la presentación de la programación anual de Paramount+, una de las plataformas que marcan el ritmo de la nueva manera de consumir la ficción, Campanella se muestra feliz con Los enviados, una serie con escenografía itinerante, cuya primera temporada se filmó en México y la segunda arrancará en octubre en España. Como una marca registrada del director, es un producto en el que la calidad y el éxito van de la mano, y sirve como disparador para reflexionar sobre el cine y la televisión tal como los conocimos y nos enamoraron, del permanente desafío que representan las nuevas tecnologías y, de paso, para saber cómo consume la ficción un director ganador del premio Oscar.
La trama de Los enviados sigue el recorrido de dos sacerdotes -interpretados por el español Miguel Ángel Silvestre y el mexicano Luis Gerardo Méndez- que son elegidos por el Vaticano para investigar un presunto milagro en un pueblo de México, pero en el proceso de este descubrimiento saldrán a la luz algunas verdades ocultas.
Es la primera vez que Campanella trabaja con estos actores, y sintió que había una química especial, como si lo hubieran hecho juntos durante toda la vida. “Conocía su trabajo, ellos conocían el mío, y nos llevamos espectacularmente. Uno siempre cuando trabaja con gente de otros lados, se preocupa por si se entenderá el código de humor. Y todo resultó perfecto”, explica el director de El secreto de sus ojos y Metegol, que se acomoda en su sillón y busca relajarse, como para tomar un descanso del hombre inquieto que lo habita, que no para de generar proyectos ni de cosechar elogios.
—En relación al fenómeno de las plataformas, hoy pensaba que fuiste un visionario porque, siendo un número uno en el cine, nunca menospreciaste el trabajo en la televisión. Y siempre estuvo en el aire esa distancia.
—Nunca menosprecié a la televisión, y en mi carrera empezaron los dos caminos en paralelo, no es que porque me fue bien en uno me llamaron del otro. Empecé en el año 1991 con The Boy Who Cried Bitch, mi primer largo, y con Lifestories, mi primer programa de televisión para HBO. Y yo sigo llamándole televisión a todo lo que se ve por el televisor de la casa, ¿no?, por más que sea plataforma o YouTube o lo que vos digas. Para mí, es televisión.
—Las plataformas permiten es una calidad y una factura que era muy difícil de conseguir de otra manera.
—Sí, esto pasó. Hubo una migración de talento también, que se fue yendo del cine a la televisión, que empezó en los 90 y se aceleró en los años 2000, principalmente en Estados Unidos. El cine empezó a ser más espectáculo, más superhéroe, más comedia, y mucha gente que quería escribir cosas con un poco más de carne, se pasa a la televisión. Empiezan a aparecer grandes series, y eso que surge en Estados Unidos, esa migración de público, se empieza a trasladar al resto de los países. Y lo podemos ver en nuestra vida privada, en la que uno habla más de series que de películas.
—¿Y qué va a pasar con el cine?
—Es una buena pregunta. Estamos en un momento de gran transición. No sé qué pasará. Creo que se está polarizando mucho el público en los grandes espectáculos del cine, abandonando casi por completo a las películas dramáticas, por llamarlas de alguna manera. Esto por supuesto se aceleró muchísimo por la pandemia y la cuarentena. No sé si habrá una reacción, si la gente querrá volver a salir, porque es obviamente una experiencia no replicable ver una ficción en nuestra casa que hacerlo en un cine lleno, con la pantalla grande.
—Es cierto también que actualmente muchas películas, cuando se estrenan, ya van con un acuerdo con la plataforma.
—Es más, están producidas por la plataforma. Es como que la plataforma te deja, casi por lástima, dos semanas para que vayas al cine, y después va a la televisión (risas). Yo creo que, de las nominadas al Oscar, casi todas eran de plataformas. Esta es la parte que a mí me duele como director de cine, pero ahora hablemos de lo positivo que tiene esto, que es que la televisión subió muchísimo la calidad. Además, ya no estamos atados a qué van a poner en el otro canal en el mismo horario: eso de que si me veían a mí no veían al otro, y si veían al otro no me veían a mí, era una lucha de suma cero. Entonces hay lugar para proyectos más arriesgados, que no sean tan masivos, por ahí, que todo encuentra su nicho. Y eso me encanta.
—Hay unos productos con una calidad maravillosa, pero al mismo tiempo ahora tenés tantas plataformas como canales de televisión. Para el usuario es un poco agotador también.
—Es indudable que hay mucha oferta, para nosotros es genial porque significa mucho más trabajo. Pero entiendo que para el público, porque también soy espectador de televisión, puede volverse confuso: uno empieza a anotarse en muchas cosas… No sé lo que pasará en el futuro, si emergerán solo dos o tres plataformas, o si habrá lugar para todas. Esa tarea se la dejo a los analistas del mercado.
—¿Sos de maratonear o te gusta ver los capítulos espaciados?
—Esa es otra de las grandes ventajas que trajo la plataforma: ahora uno mira televisión como leía un libro, a su propio ritmo. Hoy veo un capítulo, después una semana no veo, y a la semana veo cinco seguidos. Y eso me encanta.
—¿Cómo mira series Campanella?
—Nosotros vemos una todas las noches. En familia elegimos alguna y la vemos hasta terminar, y después pasamos a la próxima.
—En familia tenemos que ponernos todos de acuerdo con el horario. ¿Qué pasa cuando el resto se va a dormir y vos querés seguir?
—Ahí yo veo alguna. También nos acordamos cuáles son las que los otros no quieren ver (risas).
—Recién te decía que me sorprendió que volvieras a hacer animación. Cuando charlamos en la época de Metegol, que por supuesto te dio tantos placeres pero también tantos dolores de cabeza, me dijiste que nunca más te ibas a meter con esto.
—No, bueno, me agarraste también en el medio de la producción… Lo que ocurre es que la animación es muy distinta que el vivo. Entonces, los problemas que yo estaba teniendo eran por exceso de tecnología. Sucede lo mismo al revés, cuando alguien de la animación pasa al cine y tiene como un exceso de humanidad (risas). Entonces los tiempos, principalmente, que para los que hacemos cine en la animación son muy lentos, para la persona de animación cuando pasa al cine son muy rápidos y ocurre ese cortocircuito. Pero con la productora Mundo Loco seguimos a full con Mini Beat Power Rockers. Ahora salió la serie de Metegol, así que sí, estamos con todo.
—Tomo nota que cuando te agarro tan metido no te tengo que hacer caso en esas determinaciones porque todo puede cambiar. Siguiendo con los proyectos, ¿es verdad que estás charlando con Eduardo Sacheri para volver a hacer algo juntos?
—Bueno, estamos en un proyecto que tomamos, abandonamos, tomamos, abandonamos a lo largo del tiempo, así que espero que ahora podamos. Además, con la productora 100 bares empecé una sociedad con Viacom International Studio, con quienes nos llevamos bárbaro creativamente, y creo que ahí se puede encontrar lugar para desarrollarlo.
—¿Qué más se viene con 100 bares?
—El teatro Politeama, en Paraná y Corrientes. Estamos construyendo el primer teatro nuevo como en 80 años. Es otro hijito.
—Que inquieto que sos.
—Pero uno se va cansando (risas).
—¿Sí? ¿Te siguen dando las mismas ganas?
—Sí. Lo digo en chiste. El placer está, y me encanta. Seguimos el camino de nuestro ídolo Mirtha Legrand: hay que mantenerse trabajando para vivir para siempre. Ella nos va marcando el camino.
—¿Qué extrañas cuando estás afuera?
—Lo que extraño mucho es al grupo de mejores amigos. Muchísimo. Ayer fui a cenar con dos de mis hermanos de la vida, Eduardo Blanco y Fernando Castex; estuvimos desde las siete y media de la tarde hasta la una y media de la mañana, cosa que allá es imposible. Eso es lo que más se extraña.
—¿Cuántos problemas te trae cada vez que opinás de política?
—Ah, bueno, bastantes. Por eso no quiero opinar. Ahora dejemos que hagan el trabajo ellos, ya opiné en la época de las elecciones. Estoy mirando a ver qué pasa, cómo se van acomodando los muchachos (risas).
Mirá la entrevista completa: