Espacios amplios, sillones de cuero y muebles de primera linea: Luciano Castro y Jorgelina Aruzzi reciben a Teleshow en una escenografía ambientada en la gran apuesta de Telefe para este año. Desde esta noche la ficción vuelve al canal con El primero de nosotros, una serie que se emitirá también por Paramount+ y que interpela de manera particular a quienes andan por sus 40. Todo se dispara a partir de lo que le sucede a Santiago (Benjamín Vicuña), que tiene la mitad de la vida por delante, un presente hermoso y un grupo de amigos de fierro. Hasta que, en una comida como tantas, se desploma y debe ser internado de urgencia, con sus amigos compartiendo la sala de espera y con una angustia que se materializa cuando se entera que tiene una enfermedad terminal. A partir de entonces, su mundo y el de quienes lo rodean ya no será el mismo.
Luciano y Jorgelina son parte de ese grupo -en un protagónico coral que completan Paola Krum, Damián de Santo y Mercedes Funes- que se ve obligado a contener y contenerse. Y al mismo tiempo, a lidiar con sus propias historias y con lo que les pasa con ese amor reprimido por diferentes motivos. En la ficción, son Nicolás y Valeria, que representan dos puntos opuestos con un pasado en común y el cimbronazo de la enfermedad de Santiago les plantea un futuro incierto que los empuja a pensarse juntos.
En la realidad, los actores viven momentos de plenitud afectiva y profesional que transmiten en cada una de sus respuestas y en una química que se percibe más allá de lo que muestra la pantalla. Luego de protagonizar el éxito teatral Desnudos, Luciano disfruta de su relación con Flor Vigna abriendo como nunca antes las puertas de su intimidad, mientras mantiene un vínculo saludable y ensamblado con Sabrina Rojas, la madre de sus dos hijos menores. Más celosa de su vida privada, Jorgelina la rompe como coguionista y directora de Pura sangre, la obra que protagoniza Griselda Siciliani en el Multitabaris Comafi, y que se propone poner en cuestionamiento algunos mandatos de género. Como en El primero de nosotros, la ficción y la realidad son barreras difusas que obligan a repensar todo el tiempo algunas de las cuestiones más trascendentales de la vida.
—Para empezar, ¿me cuentan cómo son sus personajes?
Luciano: —Nicolás quedó huérfano de muy chico y fue como el hermanastro de la vida del personaje de Vicuña. Heredó millones, nunca se supo por qué, pero los tuvo, y siempre vivió escapándole al compromiso, a cualquier tipo de relación. Valeria es su amiga de toda la vida y siempre estuvo enamorado de ella, pero decidió que lo mejor era esquivarla para que no le pasara nada. Ella a la vez tiene su mambo paralelo y a través de lo que pasa con el primero de nosotros, se aceleran los tiempos y empiezan otra búsqueda.
—¿Y Valeria?
Jorgelina: —Es una mujer muy independiente, peleó siempre por ello, y ahora está buscando ser madre sola. Y bueno, se topa con esta noticia que los modifica a todos los amigos, que es la finitud de la vida del grupo, que también hace ver en ellos que la vida es muy corta y se preguntan qué están haciendo para ser felices, cuáles son los deseos que quedan. Y también se topa con el amor que siente por su mejor amigo, con lo que eso implica, porque son muy opuestos en lo que piensan y en cómo viven.
—¿En sus vidas personales les pasó alguna vez tener que acompañar a un amigo en esta situación? Porque todos vamos creciendo y a todos nos va pasando más cerca.
Jorgelina: —Y sí, a veces no tiene que ver con la edad sino con lo que te toca transitar. A mí me tocó y acompañé. Y me parece que en esos momentos de la vida te gusta estar acompañada o acompañado por la gente que te quiere y tenés confianza. Es difícil, pero hay que estar.
Luciano: —A mí también me tocó. No sé cómo acompañé: la pasaba fatal cada vez que tenía que ir. Pero un día un amigo me dijo: “Yo tampoco elijo acompañar, eh”. Y eso también fue una frase que choreé bastante, porque a veces para trabajar en la ficción, uno no elige estar en el lugar donde está.
—Hay algo de lo que decías, Jorgelina, que tiene que ver con la finitud, y me gustan ficciones como esta que propone repensar qué estamos haciendo con nuestra vida. ¿Ustedes sienten que están haciendo lo que eligen hacer?
Jorgelina: —Yo sí. Y si fueran mis últimos días quisiera estar donde estoy.
Luciano: —Yo, más que nunca. Y si fueran mis últimos días quisiera estar donde estoy, o si puedo estar un poco más adelante en esta nueva etapa, mejor. Pero si no, estoy súper agradecido.
—Venís de pasar unos cuantos días de vacaciones con tus hijos en la playa. ¿Cómo está ese Luciano papá?
Luciano: —Uh, no sé, habría que preguntarle con el tiempo a Espe y a Fausto. Pero creo que todos hacemos lo mejor que podemos o intentamos. Tengo un montón de errores. Pero bueno, tengo una gran madre que me acompaña y me da una mano, no estoy solo. Sabri estaba laburando acá, y entonces iba y venía. Pero sí, a veces me encuentro en situaciones que me cuesta resolver y después me siento re mal (risas).
—Con Sabrina lograron un vínculo como familia que son la envidia de muchos separados que no lo logran.
Luciano: —Está bien, pero es bueno que se sepa que esto data de años. Sabri y yo venimos trabajando hace años para estar hoy como estamos. No es que dijimos: “Chau, se terminó y somos dos genios”. No. La pasamos como el culo y trabajamos un montón. Lo bueno es que nos haya dado un resultado y que hoy podamos estar bien, nada más que eso.
—Han construido algo que ojalá muchísima gente pueda tener, porque es lo mejor para los hijos.
Luciano: —Está bien. Pero es bueno saber lo que se trabaja, que no es fácil. Que no es grato. Hay un montón de cosas que vas a hacer que no estás de acuerdo, que no elegís, pero sabés que hay que hacerlas. ¿Se entiende lo que digo? Tiene que ver con lo que importa, no con lo que vos querés. Y entrás en esa.
—¿Vos estás planeando un viaje con tu hija, Jorgelina?
Jorgelina: —No sé todavía. Estoy medio con lo que dejó la pandemia y todas las cosas que van pasando es improvisar un poco más. Ya no planifico tanto porque no se puede, entonces voy paso a paso. Me voy fijando mis tiempos, los de ella, el clima, los pasajes…
—En el teatro con Pura sangre planteás una mirada que tiene que ver con los mandatos, y pensaba en esta Valeria que va en busca de su maternidad de una forma diferente. ¿Cómo te llevas hoy con los mandatos? Porque nosotros, todos, crecimos con ciertas imposiciones que hoy nos permitimos cuestionar.
Jorgelina: —Sí. Yo creo que hasta ahora en esta revisión nos quedaron los eslóganes, lo que tenemos que hacer, y ahora hay que cumplirlos y poder abrirse como para llegar a eso. Pura sangre trata un poco de eso, de que si bien somos todas muy empoderadas, después, a la hora de amar, nos ponemos en un lugar que es prehistórico. Entonces, hay que sincerarse con que todo ese aprendizaje: son siglos de machismo y de opresión hacia las mujeres y hacia otras personas. Estoy en eso, aprendiendo, tratando de trasmitirle cosas a mi hija, Ámbar, y ella también me enseña a mí.
—Luciano, cuándo te repensás, ¿ves algunas actitudes machistas que hayas tenido en el pasado?
Luciano: —Miles. Por lógica, estoy en el medio de mi generación y también aprendo mucho de mi sobrino, de mi sobrina, de mi hijo, de mi hija. Repito lo mismo que dije antes: tenés que estar dispuesto a que suceda el cambio. Y tengo un montón de cosas. Por suerte nunca nada que digo “me arrepiento de esto”, pero sí respondiendo a un mandato que no tiene nada que ver ya, que nos permitimos cuestionar, y con mucho orgullo.
—¿Te la encontraste alguna vez Sabrina o a Flor diciéndote: “No me machirulees”?
Luciano: —No. Cagándome a pedos sí, pero diciéndome eso no. Son cosas distintas, porque yo me crie con mujeres también: aunque vengo de otra generación, el respeto se me inculcó en casa desde chico.
—Si pienso para atrás, vos eras más guardado de tu vida privada, más reacio a mostrar. Ahora estás más abierto. ¿Con qué tiene que ver?
Jorgelina: —Se olvida, no sabe. No sabe lo que muestra. No sabe lo que hace (risas).
Luciano: —Bueno, gracias.
—Está entregado.
Luciano: —Estaba buscando la respuesta más elegante pero sí, puede ser eso… Yo qué sé. Crecí. Y también el crecer hace que no me haga tanta mala sangre ni tenga tanto prejuicio, ni por mí ni por nadie.
—Les voy a pedir que se hagan una pregunta mutuamente, ¿se animan?
Luciano: —Sí, claro.
—Les quiero preguntar por el grupo de chat de El primero de nosotros.
Jorgelina: —Él se bajó en cuanto lo armaron (risas).
—¿Armaron un grupo con el elenco y se bajó?
Luciano: —¿Fue así? Bueno, pasó. Yo como que siempre llego tarde a la charla del chat. Y si te tengo que decir algo de verdad, te voy a escribir por privado o te llamo.
—¿Cuándo te fuiste del grupo avisaste? ¿Dijiste: “Chicos, perdón me voy a ir”?
Luciano: —No, directamente me fui. Si los iba a ver a todos al otro día acá…
Jorgelina: —Sí, dijo: “Hablemos personalmente”.
—¿El resto se quedó en el grupo?
Jorgelina: —No, pegó fuerte (risas).
Luciano: —Para mí es un grupo de mierda, eh. Pero bueno…
Jorgelina: —No, pero nos veíamos siempre. No tiene sentido.
—A partir de esto sabés que todos vamos a titular que se llevan pésimo...
Luciano: —No, de verdad no nos hacía falta. Charlamos mucho, comíamos mucho juntos. Hacíamos mucha charla de camarín. Como había muchos tiempos muertos, porque se filmaba con unas lentes nuevas, teníamos miles de charlas. Y aparte, no sé por qué, pero fue un año en el que a todos nos pasó algo. Entonces nos encontrábamos de cierta forma conteniendo, siendo oreja, luchando.
—El ambiente artístico acaba de sufrir la muerte de Gerardo Rozín luego de un tumor cerebral, y no puedo dejar de preguntarles, porque es lo mismo que tiene el personaje de Benjamín en la serie. ¿Los impactó?
Jorgelina: —Sí, claro, si bien nosotros sabíamos que él estaba padeciendo eso. Cuando muere alguien bueno y sobre todo lleno de alegría, queda un vacío enorme.
Luciano: —Hay un paralelismo enorme y no hay forma de que no impacte... Incluso la emisora, los compañeros, todo tiene como un paralelismo enorme. Es inevitable. Yo no lo conocí a Gerardo, pero me imagino que por las formas que tenía, él mismo hubiera dicho: “Adelante”.
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