El encuentro se da en Palermo, café de por medio, y con Benjamín Vicuña dispuesto a hablar de todo: el amor, la paternidad, los vínculos familiares y hasta la guerra en Ucrania estarán presentes en esta charla con Teleshow. Feliz con el incipiente estreno de El primero de nosotros, habla de la serie con la misma pasión y alegría con la que encaró la profesión a los 16 años, pese a la falta de apoyo familiar.
“Es un dramedy, un drama con elementos de comedia -adelanta sobre la ficción que podrá verse de lunes a jueves por Telefe, pero que adelantará los capítulos de la semana entrante en Paramount+-. Es un grupo de amigos que pasa por una situación complicada, que tiene que ver con la enfermedad de uno de ellos, y cómo este grupo se reinventa y se organiza para superar una situación difícil, pero la vida continua. Es interesante cómo los diferentes personajes se intercalan en esta historia que habla sobre amistad, amor, la vida y la muerte”.
—La serie habla de qué pasa cuando en un grupo de amigos uno se enferma: a todos también nos empieza a pasar.
—Absolutamente. Está lleno de lugares reconocibles desde ese chat que se arma para asistir al amigo o el familiar que está pasando un momento difícil. Cómo muchas veces el que está atravesando la situación es mucho más fuerte que el entorno. A veces se ve el horror en los ojos de los otros y no en el que verdaderamente lo está pasando. Pero es una historia ultra luminosa. Familiar. Tiene valores. Está también el deporte de por medio, que de paso debo decir que encontré mi verdadera pasión.
—Atravesar esas situaciones deja un aprendizaje, sobre qué es lo importante y qué no. ¿Tu vida hoy es la que tendrías si tuvieras el tiempo contado?
—Efectivamente creo que la gran moraleja es que todos deberíamos vivir con eso prácticamente tatuado en la piel, y mirarlo y pegar un sticker en el refrigerador o en el espejo del baño de tu casa. A veces se nos olvida y empezamos a vivir empantanados en el pasado o en un futuro, especulando cosas que no suceden. Pero sí, efectivamente esta es una serie que invita a pensar en el presente, a recibir el presente como un regalo, y eso es lo que quisieron hacer los autores y lo que nosotros también transmitimos como actores.
—¿Te sale vivir el aquí y ahora, estar conectado con lo que está sucediendo?
—Muy difícil. Creo que lo logro a través del deporte. Lo logro también cuando estoy con mis hijos. Soy muy consciente de estar con ellos y de sentir que son momentos muy valiosos. Así como cuando estoy en el ensayo de obra, que estoy cuatro horas sin el teléfono. Es verdad que los vicios de estar online o las preocupaciones son difíciles dejarlas afuera. Hay gente que hace yoga; a mí no me funciona. Hay gente que medita; me parece maravilloso pero conmigo no va. Yo logré ciertos estados de tranquilidad mental a través de la respiración, el ejercicio, o en este caso mis hijos, que son como un terreno sagrado que logro también a veces. Estamos todos conscientes de que eso se obtiene, se busca, es el ideal, pero se pierde en el día a día.
—Tu personaje, Santiago, es papá de una adolescente y en la vida real uno de tus hijos acaba de cumplir 14. ¿Cómo te preparas para eso?
—Efectivamente, en esta serie por primera vez en mi vida, y esto denota mi edad, soy padre de una adolescente. En el caso de mi Bautista, para mí se me adelantaron un poquito los tiempos porque en mi época el adolescente arrancaba como a los 16. Ahora este pibe ahora cumplió 14, pero la verdad que ya tiene una vida agitadita social, de responsabilidades. Soy consciente de que es difícil, de que tengo miedo a lo que empiece a pasar con los traslados con los amigos en auto. Todavía no, pero digo, en uno, dos años más. Es como un fantasma que tengo que tiene que ver con una historia mía personal que sé que pueden suceder tragedias.
—¿Qué te pasó?
—Lo cuento porque tiene que ver con esos llamados de alerta. Tuve un amigo mío, salimos del colegio y a los 19 años, un accidente en auto y murió. Y eso por supuesto que me marcó a mí, al entorno más cercano y a toda una generación. A esa edad vos pensás que no te vas a morir nunca. El causal fue en este caso el cansancio, el alcohol. Es difícil para mí hablar, acompañar a su familia en esa situación que fue muy dura. A nosotros como amigos nos unió profundamente. Éramos 12 amigos que vivimos esta situación, y digo vivimos porque sí, porque la viví de forma coral. Es imposible no hacer un paralelismo con la serie.
—Sí, pensaba en eso: es armarse en grupo para sobrevivir a eso.
—Claro. Y él fue el primero de nosotros. Lo comento justamente porque hay que tener mucho cuidado con el alcohol, hay que tener mucho cuidado a la hora de manejar, dejar las llaves. En Chile se han hecho grandes campañas; me imagino que acá también.
—¿Les diste muchos dolores de cabeza a tus padres en tu adolescencia? El querer ser actor fue difícil en ese sentido.
—Yo tengo una vida, arranqué de chico, vivo solo prácticamente desde los 16 años. Me independice, pude trabajar de muchas cosas. Me rebelé a lo que era mi familia y cierto mandato, pude estudiar teatro en la Universidad de Chile, Licenciatura en Arte. Comencé un espacio teatral que me permitió no tener que pedirle plata a nadie y yo poder generar mis recursos haciendo otras cosas. A veces leo que inventan un pasado muy cómodo y la verdad que no fue cómodo. Laburé, siempre he tenido una cultura del trabajo.
—Hay un mito vinculado al dinero de tu familia, pero vos aclarás que hiciste tu propio recorrido.
—Por eso. Hay como una idea o un ademán de, no sé, menospreciar. Para mí es muy lindo lo que pude hacer y no es autobombo pero realmente poder armarme una carrera. Entré en un mundo donde en mi entorno cercano no había un actor, no había un artista. Empecé en ese sentido de cero y fue muy lindo, y hoy me pasa una cosa maravillosa que en la misma familia donde yo nací tengo sobrinos que uno es actor profesional, tiene 20 años, otra que es cellista que estudia en el Conservatorio.
—Abriste un camino artístico.
—No sé si abrí un camino artístico pero por lo menos saben con quién contar y saben que ahí cambió, es una familia que floreció.
—¿Y en qué momento tus padres empezaron a estar orgullosos de vos?
—Costó, costó mucho.
—¿Sí?
—Con mi viejo, que es un rudo, es un vaquero, costó. Costó. ¿Por qué? Porque el arte estaba vinculado a la bohemia y también a lo que le preocupaba, estamos hablando de un Chile que en los 80 sufrió mucho, un país con profundas crisis económicas también. Había un miedo, no tengo idea. Pero sí. Fue luego de terminar todo mi ciclo como universitario, demostrarles el nivel de responsabilidad, y también cierto cholulaje cuando empecé a andar en películas y cosas, claro, les empezó a gustar.
—¿Y tu mamá?
—A mi mamá yo la respeto mucho, pero también es una mujer que viaja, lee mucho, se casó también por segunda vez y me parece gracioso como cierta caricatura que arman a veces de porque he hablado de ella con mucho cariño y respeto, lo voy a seguir haciendo, pareciera como que estuviera, como que ella fuera, no sé... ¿Se entiende lo que te quiere decir?
—Vamos a aclarar: se estuvo hablando mucho de tu mamá últimamente y del vínculo que tienen. ¿Sos tan mamero como pareció?
—(Risas) No, no. Vivo solo hace como 25 años.
—¿Tu mamá decide sobre tu vida, sobre tus parejas, sobre tus elecciones?
—No, no. Mi madre es una mujer maravillosa, la quiero, la respeto, pero ella también respeta el camino de cada uno de sus hijos y nunca... Me dio la vida, que es lo más importante, me dio cariño, afecto, pero ella también tiene su vida, su independencia. Nunca, para bien o para mal, nunca me dio un peso y tampoco ningún tipo de decisión u obligación porque no corresponde. Sencillamente, no corresponde.
—Vale la aclaración entonces, porque se volvió muy famosa en el último tiempo.
—Famosa en un relato que la quieren dejar en un lugar de mierda, y mi vieja no tiene nada que ver con esto ni con el medio, ni con el mundo. Quizás el error fue mío de hablar de ella con mucho cariño. Hay que ser como un hijo de un huevo...
—¿Se rieron con tu mamá de esto que está pasando cuando estuviste ahora en Chile?
—Me encantaría que se ría más. Lo que pasa es que mi mamá vive en Chile y vive también en otro país, en Inglaterra, pero cuando estoy con ella lamentablemente no se ríe; le molesta.
—¿Le molesta?
—Le molesta básicamente por dos cosas que son las mismas que me molestan a mí. Primero, mentir: injurias, especular con cosas que no son ciertas. Que es algo que a cualquier persona normal le llama la atención. Y luego, cuando se habla también de dinero que no existe, es joder en este caso al 51% de la población que es pobre. Entonces, hablar de guita es de mal gusto sobre todo cuando son cifras o números que no son reales. Hablar de propiedades, hablar de lujo, hablar... A mí me parece de cuarta. Y además, hablar de ciertas acciones que ella emprende cuando ella vive muy lejos. Básicamente, nuestro vínculo es amoroso, 100% amoroso.
—Tenés un montón de hijos, hay de todas las edades. ¿Te identificas más con alguna de esas etapas o a cada una la disfrutás distinto?
—Son edades diferentes. El año y medio, dos años (por Amancio), es súper difícil, uno está en una etapa que genera un nivel de ansiedad: cuando te llora un bebé no sabés si le duele la panza o le duele una rodilla, o le duele y tenés que interpretar o no sabés si cuando fue al cole o a la guardería alguien le pudo hacer algo. Hay un misterio ahí que es súper delicado y que son muy vulnerables; eso está clarísimo, es una edad difícil. Además que no le tienen miedo a nada, se tiran por las escaleras. Hay que estar con 15 ojos, desde ya. Después, los cuatro años (de Magnolia). Bueno, no te voy a ir uno por uno porque vamos a tener un programa hasta mañana…
—¿En general tratás de que estén juntos o es muy difícil coordinar con dos ex parejas? ¿Lograste que se vean entre todos y que mantengan ese vínculo de hermanos?
—Sí, es lo que más les doy (importancia). A que esa familia permanezca y esa hermandad fluya por los días que me tocan, que puedo. E ir combinando el tiempo, el valor del tiempo. También soy un padre con responsabilidades, que viaja: tengo que viajar y tengo que trabajar...
—Estás por viajar, te estás por ir a filmar.
—La vida es muy difícil y está muy cara. No soy yo, estamos todos igual, y el que se levanta a las cinco de la mañana para ir a laburar o yo, que me he tenido que ir a hacer una película ahora a Mendoza y ausentarme de acá dos semanas y después volver cuatro días, y después volver a irme. Es lo que es, y bueno, así y todo soy un privilegiado y un agradecido.
—¿Estás enamorado?
—Estoy enamorado de la vida.
—Presentaste a tu novia. Sé que no es tu tema preferido pero...
—No, pero sí, estoy muy bien.
—¿Estás contento?
—Sí, estoy muy bien.
—Eso es bueno.
—Eso es bueno.
—¿Te puedo llegar a ver con más hijos en el futuro?
—Mirá, tengo 43 años, no voy a hacer conjeturas públicas sobre mi futuro pero es algo que hoy no compartiría en una entrevista, es algo que tiene que ver con cosas muy profundas, pero no me lo tomo a la ligera, son decisiones que sé que son decisiones profundas, decisiones de pareja. De amor.
—Se dijo hace poquito que no vas a formar parte de una segunda temporada de ATAV porque no querés trabajar con La China.
—Eso es mentira. Nunca estuve en una segunda temporada de ATAV, tanto porque el personaje murió como porque creo que es un ciclo que ya cerré. Tengo este año ya comprometido gracias a Dios con mucho trabajo y compromisos.
—No tiene que ver con Eugenia.
—Son esas cosas maliciosas de las que no me quiero hacer cargo, pero son esas cositas como decir me da pena porque hay mucho fan de la serie, y me da pena que alguien se le pueda ocurrir que por culpa mía no van a tener la serie que ellos quieren en su casa. Señores, nada que ver. Ojalá que los directivos de ese canal y los creativos y autores encuentren la forma de darle cuerpo a esa historia que seguramente va a ser maravillosa.
—Si tenés que titular este año, este 2022 de tu vida qué título le pondrías.
—Sí, reconstrucción.
—Venís, de mucha cosa movida. Todos, ¿no? Con la pandemia.
—Sí, la pandemia fue un desastre. Pero sí también, perdón el optimismo, el ser humano se adaptó: buscamos formas. Esta serie la grabamos en medio de la pandemia con protocolos muy difíciles, con exigencias, y así y todo contamos una historia, así y todo llegamos al público. Pero no puedo olvidar que tengo cinco salas de teatro cerradas, hasta el día de hoy tengo un aforo del 50%, tuvimos que desvincular a mucha gente, a otra la definimos con todas las fuerzas. Pero ha sido muy difícil. Y en lo personal, ni hablar, porque eso no quiero ahondar. Entonces este año todos salimos a la cancha con muchas ganas de volver a una pseudo normalidad 2.0 mejorada, porque también sabíamos que había muchas cosas que estaban mal. Hablo de cosas que tienen que ver con nuestra sociedad, con ciertas conductas, con el egoísmo. Y nos pasa lo mismo que pasa con El primero de nosotros: estas noticias que te golpean y te das cuenta del presente, el hoy y el ahora, y luego nuevamente se vuelve a ciertas conductas o vicios o mañas. Nos cuesta mucho.
—Es un ejercicio muy interesante que tendríamos que tener todos en el post pandemia: entender que la vida nos puede llevar puesta.
—Sí, lo que pasa es que el post pandemia, mira lo que duró...
—Impensable después de una pandemia esta guerra.
—Es una guerra que para los pelotudos que dicen “bueno, qué me importa, tendrá sus razones, están a no sé cuántos miles de kilómetros”, les quiero comentar que aunque no te interese el conflicto humanitario te va a impactar el conflicto de la crisis global. O sea, la Bolsa se va a la mierda. El gas se va a las nubes. El petróleo ni hablar. Hay una cosa que va a impactar sí o sí a cada una de las personas que viven acá, aunque estemos a miles de kilómetros. En lo económico, en el medio, en el medioambiente. Es súper complicado y a mí me da mucho miedo, y es mi costado aprensivo, mis hijos: el mundo que les dejamos, los líderes que tenemos. Pero también en este optimismo quiero creer que hoy somos más los que nos aferramos a la vida, los que queremos y los que enfatizamos con un niño, los que queremos un abrazo, los que queremos vivir en paz.
Mirá la entrevista completa de Teleshow a Benjamín Vicuña:
SEGUIR LEYENDO: