Se dice que las cosas no suceden por casualidad y que todo tiene un por qué. Situaciones que no tienen que ver con el azar, sino con cuestiones –para los que creen en esto-del destino que así las tiene marcadas. Hoy, 21 de septiembre, comienza la primavera en este hemisferio, pero en cuanto al arte se refiere, también está cumpliendo años Héctor Alterio: son 92 primaveras muy bien llevadas.
Hablamos de un actor de raza que no solo acumula un año más de experiencia, sino que también, a lo largo del camino, fue dejando semillas dentro de su profesión que florecen a la par de una carrera incomparable tanto en cine como en teatro, ramas de la actuación en las que más se lució más allá de que también hizo televisión. Distintos papeles que llevó adelante lo convirtieron en uno de los legendarios, en uno de los hombres que quedarán para siempre en el recuerdo popular por su legado.
Esta leyenda, que sigue trabajando y no piensa en la jubilación por distintos motivos, nació en Buenos Aires. Sus padres, buscando un destino mejor, llegaron a Argentina provenientes de Italia y como tantos otros inmigrantes que arribaron al país en aquella época, se hicieron desde abajo.
Cuenta la historia que la actuación corrió por sus venas desde muy corta edad. Sin embargo, el salto lo dio de grande, tal vez, porque nunca se propuso ser una estrella, más allá de que llegó a tal rango por peso propio. A los 19 , mientras estaba estudiando arte dramático, debutó en Prohibido suicidarse en primavera, una pieza teatral del reconocido dramaturgo Alejandro Casona.
Mientras que comenzaba a cumplir su sueño también trabajaba, porque en su casa no sobraba nada. Hizo de todo: pintó casas, vendió productos en la calle y hasta fue visitador médico. Con eso colaboró en el hogar familiar y también se pudo solventar sus estudios y juntar su primer dinero.
Gracias a los ahorros, en 1950, con 21 años, creó Nuevo teatro. Se trató de una formación con la que impulsó y abrió una nueva puerta en la actuación. Los entendidos hablan de un antes y un después porque dio inicio al teatro independiente. Hasta que se disolvió en 1968, mezcló y alternó teatro vanguardista con el teatro clásico, lo que fue una gran novedad.
Su labor en cine se inició en 1965, en la película Todos sol es amargo. Empezó con papeles menores, sin demasiada trascendía, pero era constante, pasando de un proyecto a otro. Hasta que en 1974 se produjo un quiebre para él: La Patagonia rebelde y La tregua -fue candidata al Oscar como película extranjera- lo catapultaron.
Sueño y destierro
Ser parte de la época dorada del cine local vino de la mano de cuestiones políticas que lo llevaron a alejarse de su tierra. En 1975, ya teniendo un nombre y siendo un representante estelar del arte, tuvo que alejarse. Durante ese año, mientras estaba haciendo una gira teatral por España, una carta lo alertó de que acá, la Triple A, estaba tras sus pasos. Eso hizo que no volviera, y que tuviera que empezar de cero en tierras españolas. Sin embargo, más allá de la pieza teatral que esta realizando, no era una persona conocida allá e introducirse no le fue fácil. Durante mucho tiempo vivió de ahorros y de amigos.
Casi 10 años después del exilio, pudo regresar. Esa década en Europa le valió que el cariño el cariño del público español y fue protagonista de numerosos éxitos y pronto se convirtió en uno de los preferidos de los directores. El amor cosechado fue mutuo, ya que allí crecieron sus hijos, se hizo un nombre y se pudo colar entre los más destacados. Sin ir más lejos, en su vuelta, evocando a Facundo Cabral, manifestó: “No soy de aquí ni soy de allá”.
A los pocos meses de haberse instalado en Buenos Aires, protagonizó Camila -que fue candidata al Oscar- y empezó a filmar La historia oficial, film que se estrenó en 1985 y que fue ganadora del Oscar como mejor película extranjera. Un regreso con gloria y con todos los laureles. Ya con el fin de la dictadura, desde 1983, alternó trabajos entre España y Argentina.
Regreso con gloria
Dada su vasta trayectoria, sería imposible mencionar cada uno de sus trabajos. Son más de 100 películas en su haber y un sinfín de obras teatrales. Buceando un poco en su historial, en la década del 90 sobresalió Caballos Salvajes, película que protagonizó con unos jóvenes Leonardo Sbaraglia y Cecilia Dopazzo, y que marcó un antes y un después en este periodo y dejó escenas y frases que quedaron en el consciente colectivo. Sin ir más lejos, hasta los que no nacieron o eran chicos en 1995, saben de qué se trata la célebre “la puta que vale la pena estar vivo”.
En 2019, cuando se cumplieron 24 años de su estreno, habló de cómo se gestó esa frase. En una entrevista con Radio Nacional, comentó: “resulta que al director, Marcelo Piñeyro, se le ocurre llamar a la gran autora Aida Bortnik porque le faltaba cerrar una secuencia. En esa conversación, le contó dónde estábamos filmando”.
“Así le fue contando que estábamos sobre un monte en el medio de un campo y que mi personaje estaba solo, detalladamente le contaba lo que pasaba en cada escena. Fue entonces que ella se inspiró y le pidió: ‘Decile a Héctor que su personaje diga la puta que vale la pena estar vivo’. Sin dudarlo, Marcelo lo agregó y yo después lo dije con todas mis ganas. No me imaginé que iba a pegar así”, cerró su anécdota.
Y como no podía ser menos, porque en cada década dejó su huella, en 2021 protagonizó El hijo de la novia, junto a Norma Aleandro y Ricardo Darín. Esta película también llegó a los Premios Oscar, aunque no resultó ganadora. Sin dudas, un distinto que fue tocado con la varita mágica, pero que también trabajó mucho para eso.
Su presente
Con 92 años, Héctor sigue cautivando desde los escenarios. Radicado en España, el teatro se volvió ese motor para seguir adelante y no detenerse. “Practico mi profesión con el mismo entusiasmo, las mismas posibilidades y la misma inquietud, pero con más años. Soy feliz, pero es cierto que tampoco puedo parar”, contó días atrás en una entrevista con el medio español, El Mundo.
En sintonía, el actor que está llevando adelante Lo que vendrá, un homenaje al centenario de Astor Piazzolla, una de las grandes leyendas del tango, agregó: “no estoy jubilado porque, en el caso de que lo estuviera, la pensión que me corresponde no me da para seguir manteniendo un tren de vida en el cual no tengo grandes lujos, pero hay que pagar el gas, el teléfono, la comida, la luz, que sube cada día”.
Pero no todo es trabajo, también disfruta del crecimiento de sus hijos, Héctor y Malena -fruto de su relación con Ángela Bacaicoa-. Ellos también siguieron sus pasos y se desempeñan con gran éxito, lo que le genera cierto orgullo que no puede ni quiere ocultar. Al hablar de ellos se emocionan. Son pares -más allá de que les insistió para sigan otras carreras- y también su sangre.
Hace 7 años que no viene a Argentina y esto le reabrió una herida. En la entrevista habló del exilio y comentó que, en los ochenta, esa lastimadura la cerró cuando le aseguraron que podía volver a su país sin problemas pero que ahora, se reabrió en los últimos años por no poder venir por trabajo o porque no le dieron los tiempos.
De todas maneras, y porque el recuerdo imborrable se lo pide, aseguró que es inmediato su arribo a Argentina. “No sé cuánto tiempo me queda y estoy sintiendo la necesidad de volver. Fundamentalmente, quiero recorrer con tiempo todos los lugares de mi infancia y mi adolescencia para ver cómo han quedado, cuánto se corresponde con los recuerdos que tengo sin borrar en la mente”.
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