“Tratamos que la política sea un tema no fundamental en casa”, dice Carla Peterson en referencia a la familia que formó junto a Martín Lousteau. La actriz y el senador comparten un hijo, Gaspar, de ocho años.
“No toda mi vida quise tener hijos. En un momento empecé a desear ser mamá”, confiesa Carla. Sin embargo, cuando conoció a su actual marido, los dos rápidamente se dieron cuenta qué era lo que querían. “Éramos grandes, estábamos en un mismo momento, los tiempos coincidieron y fue una alegría”, dice hoy desde su casa, en esta charla por Zoom en la que alguna vez aparecerá su hijo, que se encuentra con clases virtuales por la burbuja pinchada de su escuela.
Fue la madre de Peterson la que vaticinó el amor. Un día, al ver a Lousteau en los medios, le dijo a su hija: “Vos tenés que salir con alguien como él”. En esa época Carla no leía mucho de política en los diarios y no estaba tan al tanto de quién era el dirigente que terminaría siendo su pareja. “Un joven con rulos”, disparó su mamá, a modo de orientación. “Todavía sigue siéndolo...”, resalta la artista, en esta entrevista con Teleshow. “Todo el mundo le dice que es joven; a mí, no”, se ríe.
A sus 47 años Peterson es una de las actrices más importantes de la Argentina, con trabajos que van de la comedia al drama en los que despliega sus múltiples facetas como intérprete. Personajes como Juliana en En terapia, la María Emilia de Guapas o sus protagónicos en Lalola y Los Exitosos Pells confirman su versatilidad y le valieron el Premio Martín Fierro, entre otros galardones, a lo largo de su carrera y numerosos trabajos en cine.
Este 2021, la encuentra con un nuevo proyecto acompañando el lanzamiento de una nueva plataforma de streaming que aterrizó con todo en la región. El 24 de septiembre se estrena Terapia alternativa, la serie que protagoniza junto a la China Suárez y Benjamín Vicuña que llega a la pantalla de Star+, con un personaje fuera de lo visto hasta ahora en Peterson: Selva, una terapeuta de parejas.
—¿Existe la pareja perfecta?
—Sí, puede existir. La palabra perfección es rara, pero hay parejas que funcionan mejor que otras. A veces querés llegar a estas perfecciones de compartir la vida y todo lo que pueda suceder alrededor.
—Selva, tu personaje, es una analista de parejas súper famosa que recibe en su consultorio a los personajes de la China y Benjamín.
—Es terapeuta y tiene sus propias reglas para esta terapia que hace con la gente. Es muy exitosa y esta pareja de amantes viene a separarse. Al revés de lo que uno espera en una terapia de pareja que generalmente ves matrimonios, no amantes, yendo a separarse para volver a sus familias. Esta terapeuta es una persona que también trabaja en los medios: es famosa, muy querida, muy popular.
—El primer capítulo termina con Selva hablando en el programa de televisión de animarse a saltar al vacío. ¿Cuántas veces sentís que saltaste al vacío en tu vida?
—Todo el tiempo. Esta serie fue un salto al vacío, también, por el desafío. Es un personaje que se va contando, van descubriendo. No puedo hablar, es mucho más interesante verlo, ir descubriéndolo. Quiénes son, por qué les pasan estas cosas, el humor que tienen, el dolor. Había momentos que decía: “No sé cómo se hace esto”, situaciones que había que actuar, y cómo hacés un personaje que, además de hablar de la terapia, sea alguien con quien te puedas identificar en cualquier parte del mundo. Es una serie para que la veas donde quieras y te preguntes cosas.
—¿La maternidad para vos fue un salto al vacío?
—La maternidad no. Fue algo que fue sucediendo. Cuando iba a tener a mi bebé, el parto, lo único que me daba tranquilidad era pensar: “Hay que pasarlo, esto va a suceder”.
—¿Hoy te llevás bien con la mamá que sos?
—Sí, me cuesta porque me cuesta entender el mundo de ahora. Tenés que ser un poco más creativo, tolerante. Ha cambiado todo tanto... Me gusta la mamá que soy, no sé ni cómo soy como mamá hoy, haciendo lo que puedo. Nos acompañamos felices, contentos. Me gusta mucho. No tengo conflicto, era algo que realmente deseaba.
—Fue un deseo tuyo pero también en un contexto de amor de pareja y elección compartida.
—Fue una decisión. Tenía ganas, pero bueno... cuando conocí a Martin, mi marido... Me da mucha vergüenza hablar de él. Sí, dijimos: “Es lo que queremos”.
—¿Cómo fue tu vínculo en la vida con la terapia? ¿Te analizaste?
—Sí, muchos años, y me hizo crecer. Así como mi profesión. Ser actriz me hizo cambiar un montón y crecer mucho como persona. Dejar cosas que no son importantes o encontrar sentido a muchas otras, intercambiar opiniones con otras personas. La terapia me enriqueció y me ayudó en mi profesión, en mis personajes, en mi vida, en mis relaciones, en un montón de aspectos.
—¿Terapia de pareja hiciste alguna vez?
—Eso no porque... bueno, no había pareja con quién llegar a la terapia (risas). Entonces, era conmigo el tema. Hablaba de algunas relaciones que tenía, pero de las que quería salir o que no entendía por dónde iban, pero no tuve con quién ir a trabajar temas.
—Hasta ese momento no te imaginabas con un político ni de casualidad.
—No. Él no estaba trabajando en la política. Su camino... Nos acompañamos un montón, es un camino muy difícil el de él. El mío también, pero el mío no tiene las responsabilidades sobre la gente que tiene lo que él hace. No tiene esas peleas. Pero me gusta mucho la vida con él y me gusta cómo nos acompañamos. Él disfruta mucho de lo que hago, verme trabajar. Su escenario es uno y el mío otro, y cuando se sube a un escenario estoy siempre cerca mirándolo y acompañándolo y él a mí también. La independencia hace también que los dos podamos crecer de una manera más alegre, también.
—Lograron compatibilizar muy bien los trabajos de cada uno y crecer profesionalmente, ser exitosos, respetando los espacios.
—Generalmente es así: cada uno tiene su trabajo, su profesión. Lo admiro profundamente y me gusta cómo lo hace y creo que a él le pasa lo mismo. Él lo dice mucho, yo soy más reservada, pero es una persona excepcional. La paciencia, la búsqueda o lo largo que se me hizo el camino hasta que nos encontramos tenía que ver con que es una persona fuera de serie. Es como una película, pero de esas películas…
—¿Hablás de política con él? ¿Discuten sobre política?
—No, no discutimos, le hago muchas preguntas. Igual tratamos que ese sea un tema no fundamental en la casa, hablamos más de nuestro hijo, de la realidad del presente. Como a todos, lo que pasa nos pasa a todos y como es un tema tan conflictivo, a veces las discusiones no te llevan a nada a no ser que pongas el cuerpo y lo hagas. Él lo hace. Pero no es algo que nos convenga mucho en casa porque si no está todo el día hablando de eso.
—¿Se pone celoso cuando te ve a vos en alguna escena más fuerte?
—No. Puede ser algún chiste, comentario, pero no.
—Si viene Martín y te dice que va a ser candidato, ¿te imaginás Primera Dama?
—No tiene que ver conmigo. Hay que ver cuál es el rol real de ser una Primera Dama, cuál es la propuesta. Si él me dijera: “Tenés que…”, tendríamos que ordenarnos muy bien para ver cómo él hace su trabajo y yo el mío, que es estar juntos, mi familia, hacer alguna cosa que me guste. No podríamos estar los dos haciendo 200 mil cosas. Depende el momento, de la edad de mi hijo. Depende de tantas cosas...
—No es algo que digas: “De acá me voy corriendo”.
—No. Lo he acompañado cuando vivimos afuera y él era embajador. Hay maneras y maneras de ser Primera Dama o de acompañar a un marido político en un cargo tan importante. El trabajo lo tiene que hacer él, no yo. Si no, me hubiera dedicado a la política. Cuando llegue esa responsabilidad, si algún día tiene un cargo así o irnos a vivir a otro lugar, hablaremos cómo estamos. Pero son cosas que se organizan. Puedo acompañar en cosas que sepa, que me gusten, pero las reuniones políticas y esas cosas no son el aporte que puedo hacer ahí.
—Acompañás pero tu ambición no pasa por ahí. Tenés tu carrera y tus propios proyectos.
—No carrera, pero hago cosas que me gustan hacer: Acompañarlo a él y también actuar. Lo que sea, poder hacerlo a mi manera. Las series que elija, las obras de teatro, la gente que elija trabajar. Después, él va a trabajar, yo voy a trabajar. Si hay algún lugar donde lo tenga que acompañar, lo voy a acompañar.
—Le has puesto el cuerpo a la militancia en cuestiones feministas y otros temas que te interpelan sin meterte en el barro político de la diaria. Sin embargo, con el encuentro en Olivos del cumpleaños de Fabiola, escribiste algunas cosas en redes, te expresaste públicamente.
—Me pareció rara su manera de pedir disculpas. No me gusta hacer eso porque mi opinión sobre la política partidaria realmente no creo que sea un aporte ni es lo que la gente espera de mí. No porque haga lo que la gente espera sino porque me gusta la libertad de que cada uno piense lo que quiera, que vote a quien quiera. Pero ¡qué sé yo! Hubo cosas que me molestaron. A veces los políticos se equivocan también, como dijo el Presidente. Fue doloroso para nosotros ver eso. Es algo que ya pasó. Me gusta hablar de política, de la que sea, pero cuando hay un intercambio. Cuando es solamente para un titular que puede confundir, molestar y que no puedo escuchar del otro... A veces yo también puedo estar equivocada.
—Cuando arrancó la pandemia parecía que íbamos a estar más juntos, que podía haber un aprendizaje. Tal vez individualmente alguno pudimos aprender a ver el privilegio en el que estamos inmersos y darle valor a determinadas cosas que en una cotidianidad no pandémica se daban por sentadas.
—Estar sanos, estar juntos, estar todos. Saber que no faltan. En mi caso, seguimos atravesando esto con miedo, pero también esto de sobrevivir hace que no estemos pensando todo el tiempo. El miedo más fuerte que sentí en mi vida fue cuando fui mamá y dije: “A partir de ahora voy a tener miedo para toda mi vida, pero no de que me pase algo a mí sino de cuidar a mis hijos”. Ahora hay un miedo de algo invisible que al principio ni sabíamos qué era y fuimos tratando de entenderlo. Hoy tenemos un poco de información.
—Hay algo de aprender a vivir con la incertidumbre. Hoy tenemos vacunas pero aparecen nuevas variantes. Los chicos vuelven a clases pero no se sabe hasta cuándo.
—¡Ni me hables! Hay muchos chicos que nunca más pudieron volver a la escuela, mucha gente que se quedó sin trabajo. Es un momento todavía muy doloroso. De la política, lo que encuentro es que nos estamos peleando demasiado. Nos culpan por un montón de cosas y ya no podemos más.
—A quiénes nos culpan, ¿a la sociedad?
—A los ciudadanos. Es un momento que necesitamos un poquito de tranquilidad. Y encima ahora hay elecciones, entonces todo es tan angustiante por momentos. Vino una elección, vino la pandemia, ahora viene otra elección. Y la pelea, la pelea...
—¿Cómo te llevás con la edad?
—Mal (risas). No, me llevo bien, pero a veces no lo puedo creer. Ya está, soy una persona de 50 años. Bueno, tengo 47, no nos adelantemos.
—¿Crees que estabas mejor a los 30 que hoy?
—No, a los 30 no me daba cuenta de la libertad, de la juventud, del momento que vivíamos. Además, ha cambiado todo tanto. Tengo una gran frase de un tío mío que una vez me dijo: “La vida es como un rollo de papel higiénico, al principio va lento y cuando te estás acercando al rollito, a la parte de adentro, vas y ya no hay más”.
—Pero viste que ahora hay algunos que vienen con un rollo adentro.
—Con un rollito adentro. Sí. Y yo tengo un pack familiar de esos bien grandes. Compro al por mayor.
Mirá la entrevista completa a Carla Peterson:
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